Que un concejal de la oposición escriba un artículo sobre el destrozo provocado a la EMT por el concejal de Movilidad, Giuseppe Grezzi, es algo que suena a habitual. Pero, que ese concejal sea el único de los 33 miembros de la corporación que es trabajador de la empresa en excedencia, y por tanto, el más implicado personal y emocionalmente con el devenir de la compañía, coincidirán conmigo que no es tan habitual.

Desde el más profundo conocimiento de la EMT, mi casa, les digo que lo que está pasando en la empresa en la etapa de Compromís es inédito e inusitado en su larguísima historia. Desgraciadamente, la consecuencia visible de esta etapa, es que la EMT ha venido y viene muy frecuentemente acumulando y ocupando espacio en los medios de comunicación locales e incluso nacionales, en forma de portadas no deseadas por nadie.

Sucesos como la estafa de los 4 millones de euros, la última huelga provocada por Grezzi en plena crisis sanitaria, los autobuses con plásticos rotos como única medida de protección anti Covid-19, o el pavoroso incendio en la cochera de San Isidro del 5 de diciembre, con fallos clamorosos y demostrables de seguridad, son los últimos ejemplos tangibles de lo expuesto.

Ya son cinco años y medio de desgobierno de la EMT en primera persona de Grezzi, y en la retaguardia del alcalde, Joan Ribó, y se resumen en que Grezzi ha dañado gravemente a la EMT y ha actuado de espaldas al usuario.

En la primera etapa, comprendida entre 2015 y 2019, el concejal de Compromís deterioró la imagen de la EMT y provocó la desconfianza de los usuarios con tres cambios de líneas contrarios a los hábitos de movilidad de los valencianos, teniendo como contestación ciudadana más de 10.000 firmas en contra.

Esta segunda etapa aún está siendo absolutamente más dañina para la imagen y para la supervivencia empresarial de la EMT.

Grezzi ha colocado más de una docena de directivos a dedo y les subió el sueldo a algunos en plena crisis de la estafa de los 4 millones. Ha demostrado incapacidad de adaptar a la EMT a los requerimientos de la pandemia, con autobuses en pésimas condiciones, con personas hacinadas a bordo y en las paradas, sin distancias de seguridad. Grezzi ha convertido a la EMT en un lugar donde se obliga a transbordar a capricho y por obligación a los usuarios. No tiene sentido que, en plena crisis económica, con 27 millones de un préstamo para poder pagar a los trabajadores en 2020 y evitar la quiebra, se aborde un cambio de todas las paradas por más de 10 millones de euros.

La EMT no puede estar un segundo más en manos del tándem Grezzi-Ribó. La empresa tiene que ser alejada urgentemente de ellos por medio de una intervención técnica por parte del Ayuntamiento para poder asegurar su viabilidad económica y recuperar su pulso e imagen de siempre. La EMT necesita un plan estratégico a 4 años que garantice la supervivencia del negocio y que se den frecuencias adecuadas por debajo de 10 minutos y un servicio de calidad, sin transbordos innecesarios y con las máximas garantías sanitarias, adaptando a la empresa a las necesidades presentes y escenarios futuros. Con todo ello, y con el gran trabajo que prestan siempre los trabajadores de la casa, a pesar de Grezzi, podrá recuperarse la confianza del usuario, perdida en estos años de desgobierno de Compromís.

No les engañen, los 38 millones del Estado para el transporte metropolitano, que se supone que vendrán, de los cuales la EMT debe recibir una parte, sin unos buenos gestores a la cabeza, sólo servirá para que Grezzi siga jugando a su Monopoli particular de la EMT o fuera de ella, destrozando plazas a base de tuberías, o inaugurando aparcamientos con el dinero para transportar mejor a los valencianos. Otra EMT es posible, pero sin Grezzi.