Las obras de rehabilitación en el señorial palacete de Burgos (1924), más conocido como la «casa del médico», en la avenida del Puerto, han entrado en la recta final y ya han empezado a retirarse los andamios que desde hace varios meses rodeaban el edificio. La retirada del andamiaje deja a la vista el trabajo realizado en el palacete de estética romántica, diseñado hace casi un siglo por el arquitecto Javier Goerlich, que ahora recupera su aspecto original.

La rehabilitación de la «casa del médico» ha sido dirigida por el arquitecto Javier Hidalgo Mora, que en colaboración con la Universidad Politécnica de València ha llevado a cabo una cuidadosa recuperación de los elementos originales del inmueble, tanto del interior, con su decoración de estilo modernista, como del exterior, donde se ha recuperado el color siena u ocre original de las fachadas así como las carpinterías y miradores de madera. Las cúpulas de teja vidriada en forma de escama de pez y el torreón también lucen ahora tal como estaban en su época original.

El edificio, tal como informó este diario, fue adquirido en 2019 por un particular, anónimo, profesor de universidad y registrador de la propiedad, enamorado del palacete desde hace años, según explicó el mismo a este diario. El nuevo propietario se hizo con la propiedad para convertirla en su residencia familiar.

La previsión del nuevo dueño del edificio es trasladarse a vivir al palacete el próximo mes de febrero cuando está prevista la entrega de la obra.

La casa del médico es conocida así porque durante años funcionó como consulta del cuñado de María Burgos, la verdadera promotora del palacio que encargó inicialmente el proyecto a Ricardo Cerdà, aunque finalmente el diseño que se ejecutó fue el Javier Goerlich, arquitecto mayor de la ciudad y autor de incontables edificios como el Banco de València y reformas urbanas como la de la plaza del Ayuntamiento. En realidad el propietario no era el médico sino su mujer y hermana de María Burgos, esposa a su vez de un acaudalado industrial de la madera fallecido en un accidente. La viuda María Burgos apenas disfrutó de su palacete y murió, sin descendencia, un año después. El palacete lo heredó su hermana, cuyo marido era médico, que decidió instalar allí su consulta, un uso que se prolongó durante varios años y generaciones de la misma familia.

El palacete se vendió por siete millones de euros en los años del boom inmobiliario y la Copa del América. Tras más de una década deshabitado, el edificio, que tiene protección patrimonial de nivel 2, volverá a estar habitado.

Uno de los elementos más característicos es el torreón hexagonal con cubierta de teja vidriada de color dorado y marfil. En el interior del palacete, destaca el zaguán de doble altura pensado para el paso de carruajes del acceso principal que organiza la planta y desde el cual arranca una amplia escalera que da acceso a las dos viviendas individuales de las dos plantas superiores, donde se cuentan hasta 20 habitaciones.

Los miradores de madera de las plantas funcionaban como una pequeña salita con asientos adosados en sus paredes. En la fachada posterior destaca una galería soportada por columnas de fundición y cerrada con carpinterías acristaladas.