Viaje a la València rural

Las pedanías del norte, un oasis de huerta, contrastan con las del sur, un territorio desgarrado por las infraestructuras

Huertos en la Torre (Pobles 
del Sud) con las torres de 
Sociópolis al fondo.  j piqueras | J. P.

Huertos en la Torre (Pobles del Sud) con las torres de Sociópolis al fondo. j piqueras | J. P. / hortensia garcía. valència

hortensia garcía. valència

El catedrático de Geografía e Historia de la Universitat de València, Juan Piqueras Haba, ha elaborado, por encargo de la Concejalía de Pobles del Ayuntamiento de València, un pormenorizado estudio documental y de campo de las 18 pedanías («pobles»), incluyendo La Punta, que forman la València rural o periférica. Un conjunto de poblaciones que salvo excepciones, como Benimàmet, mantienen su origen agrario y estrecho vínculo con la huerta, una de las principales señas de identidad valencianas.

La investigación del profesor Piqueras se publicará a lo largo de este año y llenará un vacío historiográfico y documental sobre la València rural y su evolución dispar. Piqueras advierte de que la necesidad de conservar los pueblos y su huera «debe ser explicada a aquellos vecinos afectados que no entienden en muchas ocasiones las políticas para preservar la huerta, un paisaje cultural histórico casi sin parangón en el resto de Europa». Piqueras da cuenta en su trabajo, con abundante material fotográfico y cartografía, los valores históricos, culturales y paisajísticos de la huerta y el arrozal valencianos, en un entorno marcado por la expansión urbana e industrial.

Los pueblos de València registran una gran variedad de modelos en función de sus caracteres económicos, urbanísticos y sociales. En los «Pobles de l’Oest» sobresale Benimàmet, con sus más de 13.000 habitantes, «una especie de ciudad dormitorio en la que apenas queda espacio sin urbanizar». Bien comunicado con la capital aspira a convertirse en Entidad Local Menor que le permitiría disponer de los ingresos por impuestos generados por el recinto ferial.

En los «Pobles del Nord», Piqueras distingue entre Massarrojos, convertido en un espacio residencial con una notable actividad constructiva, y los otros pueblos (Benifaraig, Borbotó, Carpesa, Poble Nou y Cases de Bárcena) donde «sigue imperando el carácter eminentemente rural, con sus huertas bien cuidadas y apenas invadidas». «Constituyen por tanto el mejor ejemplo de lo poco que queda de la huerta tradicional» y son objeto de protección por normativas como la Ley y el Plan de Acción Territorial de la Huerta.

En los «Pobles del Sud», Piqueras diferencia entre los ubicados en el cinturón del nuevo cauce y los ubicados en el litoral y la Albufera. En los primeros «destaca la fuerte impronta de las obras públicas que han desgarrado y desmembrado el territorio» anterior a 1973, dejando núcleos de población aislados y mal comunicados. Es el caso de Faitanar, fraccionado en cinco partes por las autovías y ferrocarriles. A Faitanar se ha añadido administrativamente el moderno e inacabado complejo urbanístico de Sociópolis, que en realidad es una prolongación de La Torre, donde sus antiguas fábricas cerraron y las huertas han desparecido.

Al otro lado de la Pista de Silla está Castellar-l’Oliveral, que con sus más de 6.300 habitantes, mantiene un territorio relativamente extenso y salpicado por casi dos centenares de alquerías, barracas y casas de campo. Tiene buenos servicios y dotaciones pero está necesitado de mejoras en sus calles y camino, y mal comunicado con València y el frente marítimo de Pinedo.

La pedanía de la Punta, advierte Piqueras, «es hoy por hoy el territorio más desmembrado y con mayores contrastes». Desgarrado por la autovía del Saler (CV-500) y los ferrocarriles de Barcelona y del Puerto, en este pueblo se suceden alquerías bien cuidadas y habitadas, muchas con sus pequeños huertos a pleno rendimiento, asegura Piqueras en la memoria del estudio, que le ha llevado a recorrer los pueblos de València y a sorprenderse con el valioso patrimonio tanto natural como histórico, como el retablo del siglo XV de la iglesia de Borbotó. Una «joya» poco conocida.

Barracas y un mar de plástico

Los pueblos del litoral (Pinedo, El Saler, El Perellonet y El Palmar), se distinguen por su función residencial y turística, que ha desplazado a otras actividades tradicionales, como la pesca. Pinedo, es el «poble» más cercano a la capital, es el que más ha crecido, mientras el Saler disfruta de la mayor parte de la masa arbolada de la Devesa, donde están las casas adosadas de la Garrofera, les Gavines y la Casbah, fruto de las operaciones urbanísticas promovidas en los años sesenta y setenta por el Ayuntamiento de Valencia.

El Perellonet, que hasta 1950 no pasaba de ser un pequeño poblado de barracas de pescadores junto a la Gola del mismo nombre, se ha convertido en el mayor complejo veraniego del término de Valencia. Al otro lado de la carretera CV-500 que atraviesa el parque de la Devesa, en transición hacia el arrozal, se levantan decenas de invernaderos que forman el mayor «mar de plástico» de toda la Comunitat Valenciana.

El Palmar, antiguo poblado de barracas de pescadores de la Albufera, es ahora un centro gastronómico con docenas de restaurantes y un problema de aislamiento histórico.

pobles del nord, del sud y de l’oest. La València rural y periférica. 1 Recogida y limpieza del cacahuete en Borbotó (Pobles del Nord) una actividad agrícola casi perdida. F

2 Parque de Cabecera con la huerta, el Velódromo Luis Puig, la Feria y Benimàmet (Pobles de l’Oest) al fondo. F

3 Castellar-Oliveral en una imagen antigua, con las calles aún sin asfaltar.

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