La playa de La Garrofera, en El Saler de València, ha vivido una suelta de tortugas "insólita y especialmente conectada con las fiestas que deberían estar celebrándose en estas fechas", las Fallas, y con la labor de concienciación de la Fundación Oceanogràfic.

Ataviada con un espectacular vestido de fallera creado a base de productos de plástico por la artista Rosa Montesa, que representa la lucha contra la contaminación incontenible y masiva a nivel planetario de los plásticos de un solo uso, la joven Mar Lafuente reintegró al mar dos jóvenes ejemplares de tortugas bobas (Caretta caretta) capturadas accidentalmente en labores de pesca.

El "ecotraje" de fallera es un diseño de Rosa Montesa, Rosa Andrés y la fotógrafa Eva Ripoll. Se ha elaborado a partir de vasos de plástico y botellas de agua y sus complementos se han creado con botes de hojalata, semillas o cápsulas de café. Hasta los zapatos están hechos con botellas de plástico.

Rosa Montesa, reconocida artista del reciclado creativo, ha colaborado en diferentes ocasiones con el Oceanogràfic con acciones encaminadas a mostrar el reciclaje del plástico de un solo uso como una de las vías que abren la esperanza y sirven para la concienciación de la sociedad, destaca la entidad en un comunicado.

Entre ellos destaca la exposición de medusas permanente elaborada a partir de recipientes de plástico, talleres o el belén sumergible que se exhibe cada año en los tanques del Oceanogràfic.

La conexión entre Rosa Montesa y la Fundación Oceanogràfic se expresa con el hecho de que su ya "famoso" vestido de fallera haya servido para manifestar y representar de una forma bella la amenaza que supone para las tortugas el plástico.

Las dos tortugas que volvieron al mar de la mano de Mar Lafuente, ataviada con el vestido de fallera, fueron rescatadas gracias a la colaboración de los pescadores de Burriana que avisaron al 112 y así se activó la Red de Varamientos, compuesta por la Generalitat Valenciana, Universitat de València y la Fundación Oceanogràfic.

De esta manera pudieron recibir el diagnóstico y atenciones veterinarias en el ARCA del Mar de su dolencia, que era la embolia gaseosa --el mal del buceador-- provocada por el arrastre y rápida emersión. Pocas semanas después los dos quelonios recuperaron su salud y han podido volver al mar, a un territorio cada vez inhóspito para esta especie.