Lo que ahora se conoce como "Barrio Chino” de Valencia, aunque mucha gente no lo sepa, era término municipal de Ruzafa antes de la anexión de este pueblo a la Ciudad de Valencia. Ruzafa llegaba hasta la calle San Vicente, y al otro lado de esta vía ya era término municipal de Patraix. Sólo lo de dentro de la muralla, actual calle Xàtiva, era Valencia ciudad. El Convento de Jerusalén y la ermita de Sant Vicent Màrtir eran parte de Ruzafa, y todavía queda un minúsculo tramo del camino de huerta que iba desde la Iglesia de San Valero a dicha ermita, entre las calles de Cádiz y de Sueca, en la última manzana antes de llegar a la Gran Vía de Germanías. La construcción de las vías del ferrocarril desgajaron aquel extremo norteño de Ruzafa, y si a alguno de sus habitantes actuales se le dice que debían considerarse ruzafeños, fliparían, porque se han quedado en tierra de nadie. Ya no tienen identidad ruzafeña, ni patraixera. Pero por suerte ahora van a tener nacionalidad china, uniéndose a la emergente primera potencia mundial.

Hemos seguido el divertido debate sobre la delimitación del nuevo “Barrio Chino” con esos arcos tan horteras que seguramente tendrán un éxito asegurado en Valencia, y que además vienen precedido por la singular equivocación sobre la paternidad o maternidad de la idea, puesto que parece a dos genios se les ocurrió esta idea a la vez y ha habido dudas de quien la parió primero. Ahora vendrá el efecto imitación y el año que viene vendrán los arcos “árabes” para entrar en Ruzafa. El artículo con más “trellat” fue el Alberto Soldado, que desde su perspectiva pelotesca hizo una defensa acérrima de la particularidad de este barrio como valenciano sin necesidad de más dotaciones, recordando además del Trinquet a nuestra emblemática librería “París-Valencia”.

Tuve la oportunidad de vivir allí durante tres días cuando era muy pequeño. A la muerte de mi abuelo mis padres me dejaron en la casa de sus amigos la familia Andújar, que tenían en la calle Bailén la agencia de transportes “Yate” y vi en directo como era la vida cotidiana de aquel pequeño pueblo, con gente que se saludaba por la calle y que compraban en el mercado instalado en medio de la calle con unas casetas de madera pintadas en rojo. Todo aquello ha desaparecido y parece un sueño.

Sin embargo lo que me ha preocupado, como creador y fundador de la Asociación del Camino del Santo Grial, es que nadie ha recordado en esta polémica la presencia de la ahora famosa reliquia en la calle Pelayo durante la Guerra Civil, en un edificio que ahora va a ser parte de la nueva barriada pequinesa (o “beiginesa”) que quieren montar. Parece ser que los pelotaires van a salvar su espacio con su catedral de la Pilota, pero justo enfrente de tan augusto edificio hay que recordar que estuvo también custodiado el Santo Cáliz antes de que se lo llevaran a Carlet para protegerlo.

En estos momentos en que la Generalitat, por fin, se está tomando en serio el “Camino del Santo Gríal” como motor social, cultural y económico del turismo valenciano, 22 años después de que cuatro locos nos los inventáramos con la mayor de las ilusiones para enaltecer a Valencia, sería muy interesante que se tuviera en cuenta este dato. La mayor cuña de Valencianidad que podría meterse en ese “Chinatown”, además de la Pilota, sería colocar una placa cerámica en ese lugar donde estuvo el Santo Gríal. Así, los que vayan a visitar esta zona “exótica” podrán recordar que el barrio de Jerusalén tiene más historia y más proyección de la que muchos se piensan. El “Santo Grial” que vino de Jerusalén se refugió en el barrio de Jerusalén, ahora transformado en “barrio chino” sin las connotaciones lúdicas que tuvo el original barrio de este nombre que estuvo hasta hace poco en la zona de Velluters.

*Fundador de la Asociación Cultural El Camino del Santo Grial.