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Valencianeando

La modernidad de Tosca y Blasco

La maqueta del plano de la València del siglo XVIII en el MuVIM entronca con la influencia de Vicenç Rosselló en la defensa territorial

Valencianeando

Por razones de sobra conocidas voy a menudo al MuVIM desde hace meses. La entrada está presidida por una maqueta del plano que el Pare Tosca terminó de dibujar en 1704 que no deja indiferente. Su visión debería ser de obligado cumplimiento tras recoger el acta del concejal del Cap i Casal. Es muy claro el núcleo urbano amurallado de apenas 45.000 habitantes en convivencia perfecta con la huerta. La recreación de 24 metros cuadrados cuenta con 50.000 árboles y 450 manzanas de casas, y todos los edificios están tallados y pintados a mano por el estudio de Vicente Herráiz y Lucas Gómez. En la maqueta se aprecia una desconocida iglesia de San Agustín, porque como se sabe fue derrumbada y reconstruida de manera diferente; un Palacio Real que Napoleón destruyó; un San Pío V sin cúpula; la torre del Temple desde la cual Jaume I recibió la liberación de la ciudad o un Palau de la Generalitat con una sola torre porque la segunda se construyó en los años 50 del siglo XX. Es un ejemplo perfecto de la desafortunada evolución de la ciudad. El legado de Tomàs Vicent Tosca i Mascó (1651-1723), conocido como ‘el capellà de les ratlletes’, ilustra como a principios del XVIII València estaba encantada de conocerse. No en balde Tosca estaba adscrito al movimiento de los novatores, que fueron precursores del pensamiento ilustrado. El detalladísimo plano con el trazado de las calles, plazas y edificios fue dibujado a pluma y coloreado con acuarela y lápiz sobre hojas de vitela unidas. La municipalidad de València pagó 150 libras de entonces por el encargo.

Sobrados de ‘palleters’.

Pese a los esfuerzos y el capital científico generado desde hace centurias por una de las primeras universidades europeas, no figuramos en un lugar destacado en el mapa de ciudades ilustradas. Incluso sobrevive con ardor genético ese espíritu atolondrado a lo Vicent Doménech («un pobre palleter li declara la guerra a Napoleó. Visca Ferran VII i mort als traïdors»). Por eso siempre es bueno un llamado a la reflexión. Y aunque mi relación con la Universitat de València ha sido ciclotímica, más depresiva que maniaca, es justo reconocer la figura de Vicenç Maria Rosselló i Verger (Palma, 1931), catedrático de Geografía que hará 90 años en septiembre, y que acude todos los días laborables a su despacho de la facultad en Blasco Ibáñez. Su dedicada docencia y sus extensos estudios han influido mucho más de lo imaginable en la planificación territorial. Fue el gran profesor de Joan Romero, Eugenio Burriel, Joan Mateu, Josep Vicent Boira y Vicent Llorens, entre muchos otros geógrafos con vocación pública. Su Geografia del País Valencià (IAM, 1995) escrito en colaboración con Boira se ha convertido en un clásico imprescindible para abordar el medio valenciano. Rosselló y Pere Riutort i Mestre han sido los dos mallorquines más influyentes en la València del último medio siglo. El geógrafo solía acudir a la misas en valenciano que Riutort celebraba en la parroquia de Sant Pere Pasqual los sábados por la tarde. Riutort adaptó los textos litúrgicos a las variantes valencianas en El Llibre del Poble de Déu, una tarea ilustrada que enervó a la caverna, aunque su infierno lo vivió en la Fundació La Mata de Jonc, donde fue traicionado por los nuevos palleters del comboi.

El sarcófago de don vicent

Noventa y tres años después de su muerte, y ochenta y ocho de la llegada de su cuerpo al puerto de València, el sarcófago de don Vicent Blasco Ibáñez será instalado definitivamente esta semana en el vestíbulo del Cementerio General, según las anunciadas previsiones municipales. El sepulcro diseñado por Mariano Benlliure, que ha pasado por el Convento del Carme y el Belles Arts, será ahora el centro de atención de los visitantes al camposanto. No sé como llevaría don Vicent tanto trajín funerario, pues es conocida su posición antieclesiástica y nada mística. Llevamos más de un año con una lista diaria de muertos, y ahora todos tenemos difuntos por el virus cerca. Sin embargo las imágenes del fin de semana nos alejan de ese optimismo en la especie humana que defendió el Blasco Ibáñez republicano, de izquierdas y autonomista. Además de periodista comprometido, literato de masas y un ‘bon vivant’. No es extraño pues que renegará pronto de la beatería de la Renaixença, como la organizada con su sarcófago.

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