La Ciutat de les Artes i les Ciències es el único elemento monumental de la ciudad que disputa la hegemonía del saber popular a los elementos históricos de la ciudad. Es uno de los datos más llamativos de una experiencia gráfica que forma parte del barómetro municipal del mes de abril, dado a conocer por el Ayuntamiento de València esta semana.

Una de las preguntas pide a los encuestados que señalen los que consideran tres elementos más relevantes del patrimonio arquitectónico de la ciudad. Con el número de menciones se crea una imagen gráfica virtual, formada por las palabras ordenadas por tamaño en función a la relevancia que adquiere cada elemento. Es el mismo sistema que, por ejemplo, emplea la «Falla Virtual» de la Universitat de València para generar sus fallas digitales con grafismos formados con palabras que evocan la fiesta. Y llama poderosamente la atención que la València moderna, la que, sin duda, ha contribuido a impulsar el concepto de ciudad como destino turístico, queda arrinconado en el imaginario del ciudadano por los elementos «de toda la vida». Tan sólo el concepto general de la Ciutat de les Arts queda en esos puestos de cabeza. Pero más allá de ese mega concepto (difícil de no reconocer), toda la modernidad se diluye.

Además, se entiende abrumadoramente como complejo arquitectónico puesto que hay muy pocas menciones a algunos de sus elementos en solitario. Un poco al Museu Príncep Felip y al Palau de les Arts. Pero dentro de las ternas que debía elegir cada encuestado no se encuentran otros como Hemisfèric, Oceanogràfic o Umbracle. No han cogido suficiente solera como para ser considerados «Patrimonio Arquitectónico» por separado. Quizá el hecho de que se consideren «parte de un todo» les hace perder personalidad propia, aunque tengan nombres y funciones diferenciadas.

Pero si esos elementos están englobados dentro de CAC, otros elementos modernos de la ciudad ni eso: no hay menciones ni al puente de l’Assut d’Or. Ni a las Naves de la Copa del América. Y son poquitas las menciones de aquellos que sí que son seleccionados, como el Palau de la Música, Muvim, IVAM, puentes de Calatrava y de las Flores o Palacio de Congresos, pero en cantidades muy pequeñas.

En la encuesta hay datos llamativos. Por ejemplo, la abrumadora diferencia de apego que se siente por las torres. La puerta de Serranos forma parte del «big five» junto a la mencionada Ciudad de las Artes, la Lonja, la Catedral y el «Micalet» (nótese que van por separado siendo parte de un mismo elemento). Las Torres de Quart alcanzan un grado de estima equiparable a la Estación del Norte.

Ayuntamiento gana a Dos Aguas

Detrás de las grandes y delante de Estación y Quart, el Mercado Central es la siguiente, por delante de la plaza del Ayuntamiento, que, quizá sorprendentemente, le gana la partida al Palacio del Marqués de Dos Aguas y a la Basílica. Y resulta evidente que como «patrimonio arquitectónico» se entiende la gran arquitectura, pues es testimonial, casi de voto único, la presencia de las barracas, que no dejan de ser patrimonio y arquitectónico.

También destaca que no sean una opción preferente espacios como San Nicolás, Santos Juanes o San Pío V. Ni el Museo Fallero, a pesar del rimero de visitas que recibe. El de Semana Santa o el Corpus ni siquiera aparecen.

Santa Catalina, por su parte, gana la partida a San Agustín. A partir de ahí llega ya un amplio abanico que incluyen términos que, en principio, no deberían ser considerados «patrimonio arquitectónico», como la Albufera, las playas o las Fallas.

Cuantos más votos se reciben, más grande aparecen en la imagen. Y de los cinco grandes, tan sólo el complejo CAC es contemporáneo.