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Atentos a la explosión de la gastronomía

La maltratada hostelería ha aprovechado la pandemia para coger fuerzas y ser uno de los sectores clave de la recuperación

Valencianeando

La semana pasada me solidaricé con nuestra maltratada hostelería. El martes la tasca-bodega de Arrancapins tenía la terraza llena y el interior también. El miércoles descubrí La Forastera, un restaurante para tener en cuenta que debe ir a más. El jueves volví por la puerta grande a Rausell, donde José y Miguel siempre te hacen sentir como en casa. Estaba completo como siempre, y para mayor tranquilidad de los comensales han instalado un aparato de depuración del aire de última generación, porque también hay buenos restaurantes sin terraza. Y el viernes comí en uno de los mejores italianos de Ciutat Vella, en la calle del Mar. Fue allí donde hablé con mis comensales sobre el asesoramiento de Quique Dacosta en el remodelado Hotel Ritz de Madrid. Hubo polémica, pues todos conocemos la propuesta culinaria de cocinero de Dénia desde hace tiempo, pero la discusión sobre la alta gastronomía y su contribución real a la economía me sirve de coartada para comprobar el fracaso absoluto de buenos restaurantes en los hoteles de València. Nunca hubo tradición de ir a comer allí, primero porque había pocos hace tan solo veinte años atrás, y segundo por la abundante oferta que hay fuera de los hoteles. Los últimos intentos fueron el Hotel Inglés y el Astoria, mientras que el Westin es la excepción que confirma la regla. Con todo, el turismo de alto standing, acostumbrado a viajar (antes y cuando se pueda otra vez) lo primero que mira es la oferta gastronómica de los hoteles.

Un futuro mejor.

Una de las mejores ventajas de cenar (espero que pronto se pueda en todos los bares, tascas, bodegas y restaurantes) en un hotel es que puedes alargar mucho la sobremesa con sus vajillas llenas sin contar las rondas, y en caso de necesidad siempre puedes pedir una habitación, en el caso que queden libres, por supuesto. Parece que ninguno de los establecimientos hoteleros proyectados y anunciados en Ciutat Vella apuesta por un restaurante gastronómico en su interior. Así que va a continuar ese déficit, en cualquier caso la oferta de buenos cocineros, formados muy bien y con talento, va a explosionar cuando la pandemia esté controlada, según dicen los expertos para el otoño. Muchos han aprovechado el obligado parón para replantearse modelos de negocio, así como actualizar la carta del menú. Estoy en el bando de los optimistas y también creo que el valor de la aportación de la hostelería al producto interior bruto será cada vez más intensa, entre otras cosas porque hace años que nadie planifica (con perdón) la economía valenciana.

Distorsiones.

Pedir el cierre de la nuclear de Cofrentes, quejarse de la instalación de placas solares en el campo y oponerse a la instalación de molinos eólicos de energía limpia forma parte del paquete completo de la conocida ideología del ‘salvismo’, por aquello del Salvem (x). Les había pillado la matrícula hace años, pero desde que comprobé que los supuestos defensores de la huerta nunca se levantan al amanecer y que prefieren la insalubre barraca a una vivienda en condiciones, no les hago ni caso. A este paso acabarán abrazando el sorollismo, o sea una visión impresionista de la realidad.

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