Al Ayuntamiento de València se le acumula el trabajo ante la inminente llegada de la festividad de la Virgen de los Desamparados. Y es que la jornada dominical ya parece controlada con la Missa d’Infants perimetrada, la supresión de las misas en el interior de la Basílica y sus sustitución por una visita continuada, y la salida del Maremóvil, que en todas sus anteriores recorridos ha funcionado sin problemas.

Pero ahora queda un cabo por atar y que también preocupa: ¿qué ambiente habrá en la plaza de la Virgen la víspera? Porque de poco sirven las advertencias si éstas no se escuchan. Se pide encarecidamente que la gente no acuda, y mucho menos en tropel, a la plaza de la Seo. Tanto es así, que habrá un operativo para evitar el desborde.

En un calendario normal, los aledaños de la Basílica registran una animación grande. Es verdad que este año no hay ni concierto ni «dansà», pero la gente acudiría igual si no existieran.

El paso del Maremóvil por diferentes poblaciones ha sido, precisamente, con ese objetivo: devolver una visita, la de los fieles que acuden al «cap i casal», pero contando con que no van a acercarse en esta ocasión. Pero hay factores de riesgo: se prevé buena temperatura y es víspera de festivo. En Policía Local lo tienen claro: piden que no se acuda, pero si la plaza se llena más de la cuenta, (además, llena de obstáculos con la instalación de la Misa d’Infants) se controlarán los aforos. Se cuenta con que haya cola para intentar entrar. Pero, por ejemplo, la Salve, el gran preludio de la festividad, es a puerta cerrada: el aforo está limitado a los invitados previamente, especialmente la Escolanía y antiguos escolanes. Pero el programa incluye seis servicios religiosos más.

La festividad empieza hoy con las Vísperas, aunque el movimiento en la Basílica, a cualquier hora, empieza a ser ya verdaderamente importante en cuanto a afluencia. Esto, unido a la expectación que se vio en los días de Fallas, obliga a estar en sobreaviso.

La Basílica ha recomendado descentralizarse acudiendo a otras parroquias o espacios. El Mercado Central, por ejemplo, ha puesto la suya en los Santos Juanes, para poder acudir a venerarla de forma controlada.