El cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, hizo ayer un llamamiento para celebrar la festividad del Corpus Christi «con verdadero sentido de adoración» y a manifestarla en «el amor a los más pobres y necesitados, a los que peor lo están pasando en estos momentos».

Los «cirialots» fueron los únicos personajes que participaron en la festividad de este año. | F. CALABUIG

En su homilía, Cañizares insistió en celebrar la fiesta del Corpus «con verdadero sentido de adoración, es la fiesta del amor de los amores y pedimos que se manifieste en el amor a los más pobres y necesitados». De hecho, «esto es el día del Corpus, aunque con menos esplendor que otros años, lo celebramos con la misma fe y el mismo deseo de que ese amor entre nosotros nos haga amar a todos como Él nos ha amado, especialmente a los necesitados, a los enfermos, a los que lo están pasando mal en estos momentos, a los que piden nuestra ayuda y demandan nuestra compañía y nuestro consuelo. Es lo que el mundo nos está reclamando de nosotros como verdaderos cristianos».

Además, «celebrar la presencia real de Cristo vivo en la eucaristía implica descubrir su rostro en el rostro de los más pobres, con los que se identifica explícitamente». Cañizares también remarcó en la homilía que su discurso «no es una simple invitación a la caridad porque confesar nuestra fe en la presencia de Cristo en la eucaristía es inseparable de reconocer la presencia de Cristo en los pobres en los últimos».

Un sencillo monumento de madera, con la forma de la Custodia, es la única imagen en la plaza de la Virgen que recuerda que ayer se celebraba el Corpus Christi, la «festa grossa» de la ciudad, la más antigua y una de las más llamativas por el sin fin de elementos que reúne. La fiesta se celebró bajo mínimos, pero se celebró, algo que para los organizadores, Amics del Corpus, «ya es mucho». La celebración fue sencilla con una eucaristía de dos horas, una breve procesión por el exterior (desde la Catedral hasta el Palau de la Generalitat) y la bendición y reparto de más de mil panes, como marca la tradición. Los «cirialots» acompañaron a la Custodia en procesión como único elemento festivo en un día donde el objetivo se centró en evitar aglomeraciones y cualquier elemento que pudiera llamar a la confluencia de personas. Por eso no hubo Rocas expuestas en la plaza de la Virgen, ni tapiz floral, ni muestra de personajes, ni «dansaes», ni bailes, ni suelo cubierto de flores. Eso sí, las calles por donde debería discurrir la procesión de la tarde olían a flores frescas porque el sábado sí se celebró el concurso de «escaparates, balcones y fachadas engalanadas».

La Catedral de València acogió la solemne Misa Pontifical del Corpus Christi oficiada por el cardenal arzobispo de València, Antonio Cañizares, que fue retransmitida por el canal Youtube de la Seo, para evitar aglomeraciones en el templo, cuyo aforo está reducido hasta hoy al 75%. Aún así, quienes no consiguieron asiento siguieron la misa desde los pasillos, de pie o de rodillas, sin perderse detalle alguno gracias a los diversos televisores instalados y distribuidos por el templo. Todos acudieron a la cita con sus mejores galas, la gran mayoría vestidos de negro, color elegido para la procesión de la tarde que este año no se celebró. Cañizares, durante la homilía, recalcó la importancia de la Eucaristía «como centro de la vida cotidiana» y como el «misterio que encierra la verdad de nuestra salvación».

Muchas de las personas que ayer se acercaron hasta la Catedral para participar de la festividad del Corpus Christi acudieron solas, sabedoras del aforo limitado y las restricciones de la fiesta. Una de ellas fue Débora Ángel, una joven de 35 años que vive en Francia y tenía claro que hoy (por ayer), sí o sí, iba a participar de la festividad del Corpus Christi. «Soy cristiana y mis padres y mis abuelos me enseñaron la importancia de esta fiesta. Echo de menos el tapiz floral y el suelo cubierto de pétalos. Este año la fiesta es muy diferente pero lo que importa es la devoción y el honor al santisimo y a la eucaristía», explica.

A las 12 horas la comitiva se preparó para empezar la procesión, desde la puerta de la Almoina de la Catedral. Un grupo de personas aplaudió a la Custodia al salir y durante un recorrido que apenas duró media hora, el tiempo justo de caminar desde la Catedral hasta el Palau de la Generalitat. Olor a incienso en el ambiente y muestras de respeto al paso de la Custodia. El recorrido finalizó en la puerta de los Apóstoles de la Catedral. A la salida de la procesión eucarística y a su llegada a la Catedral, las campanas mayores de la torre del Miguelete fueron volteadas a mano por los Campaners de la Seo.

Concejales y «cirialots»

Los «cirialots» fueron los únicos personajes presentes en la fiesta. Dos de ellos eran concejales del Ayuntamiento de València: Fernando Giner (de Ciudadanos) y Santiago Ballester (del PP). Para Fernado Giner fue «un verdadero honor y toda una experiencia participar en la procesión como ‘cirialot’. Soy fallero, soy vicentino y aunque había participado en otras ocasiones de la fiesta como concejal, nunca lo había hecho desde esta perspectiva y me ha gustado mucho».

Si la festividad del Corpus se mantiene viva es gracias a una entidad, Amics del Corpus, que trabaja duro todo el año para que perdure la fiesta más antigua de la ciudad, que ha pasado por multitud de fases. Este año, pandemia incluida, la entidad solicitó exponer dos Rocas e instalar el tapiz floral, pero la Generalitat decidió negar la solicitud en aras de evitar «llamadas» a la fiesta o aglomeraciones.