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"Hay ancianos que hemos levantado el país y no tenemos donde caernos muertos"

Piden que el servicio de atención domiciliaria se amplíe a los fines de semana y festivos, franja temporal en la que no tienen ninguna otra ayuda

Evarista, a sus 76 años, cuida a su tía Josefa, quien está encamada desde hace más de cuatro años por múltiples problemas de salud. | M.A. MONTESINOS

Josefa tiene 92 años. Desde hace más de cuatro, está encamada. Sus sobrinas, Manola y Evarista, de 78 y 76 años respectivamente, la cuidan desde entonces; no tienen más familia además de Carmen, hermana de ambas y que actualmente está ingresada en el hospital. Josefa requiere de cuidados para absolutamente todo: defecar, comer, incluso respirar. Apenas puede hablar y no puede moverse. Tiene demencia, artrosis, úlceras, osteoporosis y varias hernias, entre otras muchas cosas, según hemos podido comprobar en sus historiales médicos. Estos reflejan una dependencia total y un grave deterioro cognitivo.Sus sobrinas también sufren múltiples enfermedades.

Evarista tiene escoliosis, artritis y vértigos, entre otros. Sin embargo, no tienen más remedio que turnarse para cuidar a su hermana y a su tía porque no encuentran alternativas

Desde hace cuatro años, acude al hogar de Josefa una auxiliar domiciliaria de lunes a viernes de 11 a 13 horas. Dos horas al día es la ayuda que se les brinda para cuidar a su tía. Este trabajo pertenece al servicio de atención domiciliario del ayuntamiento.

Los fines de semana y los festivos no cuentan con este servicio y Manola y Evarista tienen que cuidar a Josefa solas. «¿Los fines de semana los enfermos ya no lo están?» cuestiona indignada Evarista.

«Hay ancianos que hemos levantado el país y no tenemos donde caernos muertos», expresa. «Mi familia ha vivido la guerra y la posguerra, y ahora nos ayudan dejándonos morir», manifiesta.

Una vida muy dura

Josefa quedó huérfana a edad muy temprana. Ella y sus cuatro hermanos tuvieron que cuidarse los unos a los otros ganándose la vida. Como podían. Trabajando en el campo o en servicios domésticos. Ni ella ni sus sobrinas pudieron estudiar porque tenían que trabajar.

«Son mujeres de la posguerra, han sufrido mucho», cuenta la auxiliar que acude al hogar. Por su parte, Manola expresa que «las personas mayores, como mi tía, mi hermana o yo, que hemos pasado por tanto, no nos merecemos esto».

Ante la posibilidad de un ingreso en un hospital o en una residencia, la auxiliar domiciliaria apunta que los cuidados paliativos del dolor se podrían aplicar desde el domicilio de Josefa.

Porque sus sobrinas son las únicas familiares con las que cuenta y su presencia «es el poco amparo que le queda», según Evarista. Sus sobrinas no podrían desplazarse a los hospitales de manera periódica debido a sus problemas de salud.

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