Desde el siglo XIV, Valencia tiene levantada iglesia canónicamente dedicada a san Juan Bautista y san Juan Evangelista, aunque la gente que es la que manda del idioma acaba enseguida y la denomina sant Joan del Mercat, refiriéndose al más popular de los dos Juanes, el Bautista, por ser quien bautizó a Jesús y acabó mal como todos los profetas, en su casa decapitado, como relata Marcos en su Evangelio (6,17-29). Es el gran templo valenciano, en todos los sentidos, donde se festeja a sant Joan. En la plaça del Mercat sobrevuelan enseñoreándose de ella el pardal de sant Joan y la cotorra del Mercat.

El templo se levanta majestuoso en el histórico centro neurálgico comercial de la ciudad, la plaça del Mercat, lugar de confluencia de mercadillos y festejos taurinos del pueblo, también de ajusticiamientos. En la plaza de la Seo se ajusticiaba a los de clase alta y en la del Mercado a los menesterosos, un dato más de que siempre ha habido clases para todo.

La iglesia de los Santos Juanes.

En sus inicios, fue un pequeño ermitorio ermitorio construido junto a la puerta árabe de la Boatella, siguiendo la costumbre de la época levantado sobre el solar de una antigua mezquita, aprovechando el terreno y simbolizando la sustitución de una religión, la cristiana, por otra, la islámica. Costearon las obras y fueron patronos del nuevo templo las familias de los Crespí y de los Eixarch.

El apellido Eixarch les sonará porque están en boga últimamente por el estado de necesidad que tiene de una buena restauración, sin que nadie haga nada por él, el palacio de los Eixarch, situado frente a la puerta principal del templo, la puerta al pie. Por su derecho de patronato, los Crespí e Eixarch eran enterrados en sendas capillas de esta iglesia. Poco a poco fue creciendo aquella capilla hasta convertirse en el extraordinario monumento que hoy es, declarado Monumento Histórico Artístico Nacional.  Después de varios pequeños edificios sería alzado el actual a impulsos del arzobispo y virrey de Valencia Juan de Ribera.  De origen gótico, acabó siendo barroca por las modas del XVII, recargada en el XVIII. La Parroquia tiene el título de Real por decreto de la reina Isabel II quien la visitó en 1858 y quedó admirada.

 Un santo, venerable y apasionado por la historia y la cultura sacerdote, Gaspar Navarro,   –qué difícil es encontrarlos ahora-, de Alberic, fue su párroco durante tres décadas, un regalo de nombramiento envenenado que le hicieron, pues el precioso templo barroco quedó hecho trizas durante la pasada guerra civil. Gaspar Navarro, se dejó la piel a jirones por este templo, en solitario, solitario, cual Quijote, lo sostuvo y mantuvo como pudo e , hizo que no se cayera. El hombre dio la tabarra todo lo que pudo para que alguien se fijara en la necesidad de levantar aquel monumento que se estaba muriendo de pie, sin que nadie le hiciera caso. Dejó escritos varios libros al respecto.

La iglesia de los Santos Juanes.

El día que incendiaron el templo en julio de 1936,  un paisanos que pasaba por allí echó en cara a los bárbaros su vandalismo. Éstos le detuvieorn y descubrieron era sacerdote,  religioso dehoniano Juan María de la Cruz, a quien encarcelaron y fusilaron en un campo de Silla simplemente por ser cura, sin juicio ni nada. Recuerdo haber hablado hace varios años con el vice postulador de su beatificación quien  me contaba que su Orden, Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, en los meses previos a la contienda habían comprado el santuario de Garaballa  (Cuenca) para instalar allí su Seminario. Con el estallido del conflicto, la comunidad religiosa abandonó el lugar. Él se vino a pie a Valencia, pasando por el Rincón de Ademuz. Al llegar a Torrebaja pidió a unamujer que tenía la llave  le abrieran la iglesia para celebrar Misa, a pesar de los vientos en contra que corrían.  Llegado a la ciudad, pasó por la plaza del Mercado en el momento en que comenzaba el incendio de la iglesia de los Santos Juanes. Hubiera podido callarse y desaparecer, pero prefirió intentar que no quemaran la iglesia.

Cementeri de sanct Joan

La parroquia lo es desde finales del siglo XIII. Aparece documentada en el reinado de Jaime II. Tenía un vaso sepulcral o cementerio famoso, que bendijo siendo canónigo de la catedral de Valencia Pedro de Luna, futuro Papa Benedicto XIII, uno de los protagonistas del Cisma de Occidente, el gran escándalo de la Iglesia Católica medieval. La fama del cementerio era por la creencia de estar favorecidos los allí enterrados con indulgencias plenarias, por lo que se salvaban e iban al cielo. La especie hay que situarla en el contexto de la continuas peleas  entre curas, parroquias y conventos disputándose lo muertos por aquello de los beneficiosos aranceles. Fueron sonados los pleitos eclesiásticos en razón del negocio funerario.

Lo más valioso del templo era la gloria que en su techo pintó Palomino con misterios de la Biblia, la Iglesia, santos y ángeles. San Vicente Ferrer que predicó varias veces en ella  en su púlpito hecho con mármoles traído de Génova bajo la dirección de Ponzanelli , y en su exterior –recuérdese el MIracle del Mocadoret- ocupaba un lugar destacado en los frescos de dichas bóvedas. También había en el despliegue pictórico estampas de la vida de los santos patronos de la parroquia. Algo de toda aquella belleza de color y dibujo se salvó, porque las llamas no alcanzaron del todo y ahora va a someterse a una delicada restauración. Pilar Roig, catedrática de restauración dela Universidad Politécnica, sobrada de saber y experiencia, eminencia en la materia, dirigirá la restauración de los frescos de Palomino. Mientras que el arquitecto Carlos Campos hará la cirugía estructural del edificio. Tendrán de observador al nuevo párroco, Gonzalo Albero, profesorde la Facultad de Teología san Vicente Ferrer,  y experto en fotografía, de fina sensibilidad artística.

Novelado por Vicente Blasco Ibáñez

Destaca en su exterior el templo la fachada recayente a la plaza del Mercado, frente a la Lonja, con una imagen de la Virgen del Rosario, del escultor italiano Jacobo Bertesi. Sobre ella la torre del reloj  que cumplía la función pública de recordar el tiempo a los usuarios de la plaza, escoltada por las imágenes de los dos santos, y coronando todo la veleta con el pájaro de san Juan con la bola del mundo bajo sus pies, en este caso el evangelista, conocido por el común de la gente por el pardal de sant Joan. Fue Vicente Blasco Ibáñez en su novela “Arroz y tartana”, quien plasmó literariamente la leyenda que cuando un padre quería deshacerse de un hijo pequeño ala no poder alimentarlo, se lo llevaba a la plaza del Mercado, le hacía mirar fijo al pájaro de la veleta para que estuviera atento al momento en que soltaba la bola para recogerla pues era de oro. El niño le hacía caso, se pasaba horas y horas viendo el pájaro y la bola, el padre desaparecía y siempre había algún tendero que acababa por adoptar a la criatura.

La veleta del Mercat con la imagen de la cotorra

Cuando se hizo el actual Mercado Central, “catedral de los sentidos”, a principios del pasado siglo, para no ser menos que su edificio colindante de sant Joan, del que le separa la estrecha calle del Camí Vell de la Palla,  se le colocó en la cima una veleta con “la cotorra del mercat”- el dicho popular sentencia  “dos dones i un pato, mercat” , para que “el pardal de sant Joan” no estuviera sólo y tuviera con quien hablar y sociabilizar, a manera de novio y novia. Paco Barchino hizo un libro sobre la cotorra del mercat y de él surgieron obritas de teatro en valenciano, sainetes.

El pardal de Sant Joan

Tiene además el exterior del edificio la singularidad de les Covetes del Mercat, construcción del XVIII, ocupadas por artesanos y estuvieron vigentes hasta avanzado el pasado siglo, en que fueron cerradas. Lo ideal sería que fuesen restauradas y puestas de nuevo en funcionamiento en consonancia con su uso tradicional y elemento patrimonial. De admirar también por fuera del edificio es “la O de san Juan” en la fachada principal de la puerta al pie, la principal, óculo cegado de piedra de cantería, donde debería estar una preciosa y gigantesca vidriera-rosetón. Construcción posterior aneja a la iglesia es la Capilla de la Comunión, que da a la plaza y calle de su nombre donde en épocas de epidemia se celebraba Misas al aire libre por razones obvias.