El valor patrimonial del Cabanyal-Canyamelar ha venido siendo el eje sobre el que ha girado el relato de la historia de este barrio en los últimos 30 años. Ha habido que basarse en él para invocar la necesaria defensa de sus vecinos y vecinas frente al conflicto social generado por la política municipal. En un principio, porque era necesario demostrar que el Cabanyal era patrimonio para poder detener un plan, por expoliador. Para conseguirlo había que remover las conciencias de muchos sectores del mundo de la cultura de esta ciudad, que incluso lo confundían con La Malvarrosa. Ha sido el estandarte que ha encabezado una larga y dura batalla, una batalla que ha resultado ser muy enriquecedora. Una batalla que ha llegado a convertir El Cabanyal y la lucha de sus vecinos, en una marca positiva reconocida internacionalmente, que actualmente se viene utilizando como reclamo turístico gastronómico y cultural.

En el momento actual el reconocimiento y la garantía de la protección de sus valores patrimoniales tiene que afrontar el reto de permitir conciliar cierta evolución, que permita la paulatina incorporación social de nuevas generaciones y modos de vida, con la preservación y enriquecimiento de esos valores característicos o diferenciados.

Hay que incorporar los valores patrimoniales como uno de los motores impulsores de la regeneración del Cabanyal, que le permitan afrontar su futuro como una oportunidad de progreso para sus gentes. Una regeneración de su espacio físico, social y económico; una regeneración integradora y sostenible.

Se hace necesario contar con una normativa que, interpretada y aplicada con la necesaria sensatez, permita que su salvaguarda no se convierta en un obstáculo para la viabilidad de la rehabilitación de su patrimonio.

El nuevo planeamiento y las nuevas normativas, más allá de servir para identificar y preservar los valores patrimoniales de los edificios, deberán servir para garantizar su adaptación a determinados patrones de habitabilidad de los que carecen y para recuperar algunos que con el tiempo se han ido perdiendo, como es el caso de la colmatación de los patios recayentes al interior de las manzanas. Deberá hacerse compatible la protección con la aplicación de soluciones arquitectónicas que faciliten las exigencias ambientales que permitan crear espacios con la mayor calidad posible, reduciendo la demanda energética de las casas protegidas y permitiendo soluciones que hagan posible la incorporación de tecnologías de generación eléctrica renovable.

La protección arquitectónica de los edificios no debería convertirse en un perjuicio/carga para las iniciativas que traten de emprender sus habitantes, congelándolas en el tiempo y convirtiéndose en un «obstáculo» para su manutención y rehabilitación, algo que pasa por la necesidad de compatibilizar la protección patrimonial de los edificios con su uso funcional para mayor beneficio social.

Consciente de las dificultades administrativas asociadas a la Rehabilitación del patrimonio, los redactores del nuevo planeamiento, en la Memoria Justificativa ya señalaban que «tanto la normativa actual como los tramites burocráticos necesarios para ello suponen una dificultad para el propietario, puesto que en vez de dinamizar dicho proceso, impulsan cierta tendencia a la paralización», de modo que una protección basada en la puesta en valor de las formas y no tanto de la funcionalidad del patrimonio, suponen en muchos casos, una dificultad adicional para adaptar la vivienda a las necesidades y un aumento del coste de la obra para el propietario.

El planeamiento patrimonialmente eficaz, merecedor en plenitud de las consecuencias legal-competenciales de la legislación patrimonial, el único plausible, aunque pueda adquirir multitud de materializaciones, es aquél que instrumente la adecuada gestión (conservación, recuperación y enriquecimiento) de los valores de cada particular conjunto, valores sopesados o discernidos según los parámetros que conforman su caracterización específica.

La protección de los valores de un conjunto histórico requiere incidir en múltiples aspectos interrelacionados que al final se traducen en concretas formas y vidas urbanas. Así por ejemplo, en los apartados de morfología urbana y arquitectura, unas veces se requiere preservar la materialidad física, otras veces sus leyes de formación, su tipología o su práctica constructiva, siempre con el reto de conciliar cierta evolución, que permita la paulatina incorporación social de nuevas generaciones y modos de vida, con la preservación y enriquecimiento de sus valores característicos o diferenciados, es decir, garantizando su legibilidad como una herencia histórica, de manera honesta y fidedigna.