Eduardo Ballester era abogado, pero nunca llegó a ejercer. Descubrió que su mundo estaba al volante. Y ha sido uno de los pioneros en la irrupción en València del coche de importación. En 1980 creó Autoval y los ciudadanos del "cap i casal" empezaron a descubrir que Audi y Volkswagen eran nombres que podían ser tan cotidianos como un carpetovetónico Seat. Llegaba un nuevo mundo a la automoción gracias a emprendedores valientes como él, que había dado sus primeros pasos en el sector a través de Renault. En un tiempo en el que el país empezaba a levantar la mirada y aprendía algo nuevo cada día. Incluyendo los automóviles alemanes. Los que llegaron de su mano a una València todavía por hacer.

Ayer, a Eduardo Ballester le falló el corazón a los 87 años. Una delicada operación le ha dado cinco años más de calidad de vida, en la que se seguía manejando con plena autonomía, yendo y viniendo por su cuenta. Al volante.

La falla Convento Jerusalén pierde también al que era ahora su fallero decano, después de haber despedido, hace dos años, a José Alfredo Ibáñez "Josal". Llegó a la misma en 1969 y creó toda una rama familiar, ya de tres generaciones y una cuarta que llegará pronto.

Casado con Maruja Casabuena, sus tres hijos, Eduardo, Rafael y Santiago le acompañaron en la aventura empresarial y este último, en la fallera, ocupando la presidencia de la comisión tras el periplo de Jesús Barrachina. Ahora, Santi Ballester es concejal del PP en el ayuntamiento de València.

Aunque sus orígenes eran setabenses, Eduardo Ballester será enterrado hoy en Xàbia. Su espacio vital. Mucho mas que un veraneante, era un vecino de largas estancias. Había dicho expresamente que quería descansar mirando al mar.