La línea 10 del Metro que enlazará el centro de València con la abandonada y asfixiada Nazaret seguirá los pasos del antiguo ferrocarril que discurría desde la estación de Jesús hasta Nazaret, la cual estaba dentro del entramado ferroviario ideado para bajar los vinos de Turís y el carbón de Dos Aguas al puerto de Valencia para su exportación. Tras salir del caso urbano, a mitad de camino, servirá a las modernas edificaciones que se están alzando, precisamente muy cerca de donde muda y ruinosa se mantiene en pie, clausurada y tapiada, la que fuera estación del tren de este popular barrio. La nueva terminal de la línea ha sido situada ocupando toda una calle a los pies del mercado municipal y cerca están siendo construidas las cocheras.

Antigua estación del tranvía en Natzaret

Un avance importante para Nazaret, que se ha quedado sin playa por culpa de la ampliación del puerto y está constreñida, al igual que La Punta, por la exagerada ocupación de tierras de la ZAL. La Punta, además, soportando la fetidez de la depuradora y siendo el cajón de sastre de todo lo que le ha ido echando con el tiempo la gran ciudad. Una parte de Valencia que brilló por sus fértiles huertas y amplia playa.

“El día que los cables eléctricos transporten cómodamente al viajero desde la orilla diestra del Turia, pasando por Nazaret, la Punta, Pinedo y Saler, hasta sorprender la isla del Palmar y bordear todo el lago (la Albufera) adquirirá Valencia un singular atractivo”. Lo escribió hace justo un siglo el historiador José Martínez Aloy, inventor de la idea Tranvía a La Albufera, tan cerca y tan distanciada e incomunicada de Valencia, proyecto que si los políticos -por lo general faltos de imaginación- fueran personas leídas hubieran encontrado un filón a desarrollar. La idea hoy viene como anillo al dedo, un tranvía no causa contaminación y evitaría los masivos desplazamientos de vehículos a los pueblos, chalets y apartamentos de la zona. Podría tomarse esta llegada a Nazaret para prolongar la línea hasta El Perellonet.

La estación del Grao, la más antigua de España en pie.

La estación más antigua

Basaba seriamente nuestro escritor su esbozo de propuesta totalmente realizable en que la ciudad de Valencia fue la tercera en España de poseer tendido de ferrocarril que enlazaba el centro de la ciudad con el Grao, el puerto. El 22 de marzo de 1851 fue inaugurado el Ferrocarril de Valencia a El Grao, cuya estación es la más antigua de las que siguen en pie en España, aunque ahora está cegada, ruinosa y fuera de servicio, asediada por las pistas del circuito de la extinta Fórmula 1, las que flanquea junto con el cementerio del Grao, sobre el que pasa la prolongación de la avenida de Francia.

 Corría el año 1852 y la estación término de Valencia estaba en la hoy plaza del Ayuntamiento. A partir de ahí vino el boom ferroviario local y regional, con trenes y trenets. Una de las líneas que se trazó y construyó por iniciativa privada fue la que bajaba de Turís y Dos Aguas al Grao de Valencia. La hizo Juan Isla Domenech –los empresarios de entonces se mojaban, no iban con comunicados de medias tintas- para bajar los vinos de Turís y el carbón de las minas de Dos Aguas al puerto. Se le dio la concesión en 1891 y la línea pasaría por pueblos de la Ribera y l Horta en su andadura al mar. Serviría también para la exportación de naranjas. En 1893, comenzó a funcionar por tramos. Se extendió hasta Villanueva de Castellón.

Vías y apeadero del nuevo tranvía en Natzaret.

 Junto al Grao y Puerto, Nazaret, barrio siempre tan olvidado por la gran ciudad, estuvo entre los objetivos de la línea férrea y éste quedó concretado en 1912, al construirse un ramal desde la estación del Grao a Nazaret, cerca del  Puente de Astilleros, cuya fábrica es parecida a la del Grao.

En 1947, el tramo Valencia-Nazaret comenzó a ser electrificado. Duró poco el progreso ferroviario en este punto, la riada de 1957 se lo llevó por delante. Se quedaron sin vías y con la estación inservible, la cual sigue muriéndose de pie, tapiada, cerrada a cal y canto. La línea no fue reconstruida. El poblado  de nuevo quedó aislado e incomunicado, olvidado por la urbe, como cuando era lazareto, el lugar donde obligaban a pasar las cuarentenas los apestados que llegaban en los barcos. Era el Llatzaret, lugar de reclusión de leprosos y epidémicos, topónimo que el habla popular ha ido corrompiendo y adaptándolo a sus peculiares comprensiones y dicciones, Natzaret.

 Una playa que fue hermosa, amplia, con mansiones mezcladas con cabañas de pescadores, hoy desaparecida por el implacable hormigón de los muelles portuarios que se han enseñoreado de ella, y por donde discurrían los coches de lujo de la compañía de tranvías eléctricos en su deambular de Nazaret al Grao. La línea 10 del Metro con un siglo de retraso vendrá a reparar un poco la desidia, el abandono, las tropelías y las agresiones urbanísticas sufridas por Nazaret.