“No podemos dormir”. Es el grito de un vecino, y seguro que el de mucho más, del entorno de la Plaza del Cedro y Plaza de Honduras. Tras muchos meses de confinamiento, y del toque de queda posterior, la nueva normalidad también ha recuperado aquello que hacía mucho tiempo no sufrían: el botellón. “Gente borracha con altavoces portátiles a toda pastilla, destrozando botellas, ensuciando las calles, mando en los parques, gritos, peleas, ningún respeto por los vecinos que vivimos en la calle”, explica este residente de la calle Emilio Gascó.

El hombre, que afirma que llevan “tres noches seguidas sin poder dormir”, critica a la “vergüenza de juventud incívica, guarra, irrespetuosa. Nadie vino a dispersarlos, llamando todas las noches a la policía, saliendo a la ventana a pedirles que apagaran la música, su respuesta más ruido... No, no les tiramos huevos como hacen otros vecinos, no somos igual que ellos y no queremos más violencia en contra. ¿Cómo se soluciona este problema?, se pregunta.

Lo que tiene claro es que se ven “obligados a plantearnos mudarnos para que nuestra familia (niños incluidos) podamos dormir tranquilos” .