Despedir al ser querido, ya sea familiar, amigo o conocido, siempre es doloroso. Y su marcha, en ocasiones, queda marcada por el trabajo que desempeñó o la mayor afición que tenía y practicaba.

Un claro ejemplo se ha vivido este domingo por la mañana, a las puertas del tanatorio de Campanar, en València. En torno a las 11,30 horas, una veintena de motoristas esperaba en uno de los carriles de la calle Hernández Lázaro, junto a la puerta de salida de los coches fúnebres.

En el momento en el que el vehículo que portaba el féretro del fallecido asomó por la puerta para acceder a la calle, el grupo de motoristas comenzó a rugir el motor de sus motocicletas. El ensordecedor sonido de las ráfagas y el olor a goma quemada invadieron el ambiente, ahogando los aplausos de las personas que aguardaba la salida del coche fúnebre.

El vehículo enfiló la calle en dirección a la avenida Manuel de Falla, con la veintena de motos como escolta, que siguieron lanzando ráfagas al cielo, en su particular señal de duelo y acompañando hasta el final al amigo fallecido.