San Vicente Ferrer dedicó varios de sus sermones a san Vicente Mártir, uno de los primeros mártires del cristianismo en Valencia, el más famoso en la Europa cristiana, mucho más que el dominico predicador, a causa de lo horrendo de las torturas y muerte que padeció en esta ciudad. Del mártir diácono fue tomado su nombre, Vicentius, el vencedor, para bautizar al dominico, quien siempre en su festividad litúrgica ensalzaba a quien tan tempranamente derramó su sangre base de la Valencia cristiana. La conmoción de su martirio perdura en la tradición y memoria histórica e hizo que su devoción y admiración trascendieran el territorio valenciano. En Suiza, la catedral protestante de Berna sigue llamándose de san Vicente, y sus tapices donde se plasma su pasión y muerte ocupan varias salas de su Museo de Bellas Artes, a donde fueron llevados y salvados de la reforma iconoclasta.

En uno de sus muchos sermones, descubierto entre legajos perdidos en 1904 por el canónigo e historiador valenciano Roc Chabás, plasmado y resumido en una reportación redactada por uno de sus seguidores en la Lengua Valenciana del siglo XV, el dominico Vicente Ferrer hacía una bella semblanza del joven mártir desde diversos puntos de vista: el filosófico, el teológico, el apostólico y el heroico, este último aspecto por su valentía en no abjurar de su fe como pretendía el gobernador Daciano y al mismo tiempo reconociera y adorara a los dioses oficiales del Imperio Romano, cosa que no hizo a pesar de los cruentos a que fue sometido, que acabarían causándole la muerte .

La limitación de espacio de un artículo periodístico no nos permite entrar en la riqueza del contenido global del texto homilético al que nos referimos –san Vicente Ferrer solía hacer larguísimos sermones, de hasta seis horas seguidas- por lo que vamos a subrayar con ocasión de su festividad este año, 22 de enero, algún dato biográfico del diácono oscense y de los trágicos hechos que ocurrieron al final de su vida.

El Ferrer en su discurso al referirse al diácono le denomina Mossen sant Vicent, título que se confería en valenciano a los presbíteros. Valero, “arquebisbe de Çaragoça” , cuenta el dominico en su sermón, lo tenía como su apoyo cercano y “delliberà de jaquir son ofici de preycar a sant Vicent” entre todos los sacerdotes y gente que tenía a su alrededor, al considerar que no había otro más idóneo. Le llamó y le dijo: “Mon fill, vos sou molt discret, la gracia divina es en vostra llengua, y la ciencia; vos ja sabeu mon ofici, que entre les altres coses jo he a preycar, per ço jo vull que vos porteu per mi aquest ofici”. Recordemos que el obispo Valero era tartamundo y tenía seria dificultad para hablar. Tengamos en cuenta además que en la Iglesia Católica a los diáconos se les permite antes de ser ordenados sacerdotes predicar.

“Sant Vicent era jove -continúa diciendo en su sermón Ferrer- y no volia aceptar tal ofici. El arquebisbe li manà sots deute de obediencia, que l acepte y per ço hagués ho a fer. El arquebisbe feulo artiaca de Çaragoça. Ell comença de preycar de paraula i obra y aixi havia aquesta ciencia”.

 

Detenidos y llevados a Valencia

En esta actividad´, sobrevino una de las persecuciones romanas más violentas contra los cristianos. Daciano hizo que le trajeran detenidos de Zaragoza a Valencia al obispo Valero y su diácono Vicente, cuya fama se había extendido por gran parte de la Hispania Romana. Les llevaron descalzos, con cadenas, a ritmo de golpes e insultos, relataba Vicente Ferrer. Ya en Valencia, las iras de Daciano fueron a recaer sobre el joven diácono por su firme actitud, dejando de lado a Valero por su ancianidad.

El sermón del dominico es muy fílmico a la hora de relatar las torturas a que fue sometido el diácono. “Prengueren unes graelles y posarenles al foc y quan foren ben roentes” le hicieron ponerse sobre ellas. “Apres prengueren unes forques de ferre y ab aquelles giravenlo, ara a l´un costat, adés a l´altre y aixi com lo giraven chillava la carn y rajava lo greix, aixi com la pell se trencava y apres alguns prengueren sal y llançavenla al foc y saltava per lo cos”.

Posteriormente, lo metieron en la cárcel “en un cep, tot nuu. lo posaren sobre tasbacaços de olles i de teules y de canters aguts y entre les rates y aranyes per ço que hagues major passio”. Relata el predicador en su sermón que en este momento de las torturas apareció un ángel que rompió la cárcel y las ligaduras de Vicente, convirtiendo aquel suelo de escombros “en roses fragants y la pudor de la carcre en bones olors y per lo cant dels angels, que oiren, foren convertits” los sayones que lo custodiaban “y es feren cristians”.

Explicaba san Vicente Ferrer que Daciano ”veent que lo no l´ havia pogut vencer en vida volgue l vencer en mort”. Lanzó su cuerpo fuera de la ciudad, “a la roqueta, que diem ara a Valencia, per tal de que fos devorat y menjat per los animals y besties feres”, pero no pudieron hacer nada con su cuerpo, el cual fue defendido por águilas y cuervos. “Veent Dacià que així no podía destruir lo cos y el volia cremar, feulo llançar en mar ab una mola al coll, que fos acabuçat y menjat per los peixos, mes per voluntat de Deu no es pogué fer, ans l aigua y la ona de la mar lo llançaren fora en la riba y per voluntat de Deu fo feta aquí una fossa y l aigua cobril y aixó fo cubert lo cos de sant Vicent”.