La imagen histórica de la Virgen de los Desamparados era Patrona canónica de la ciudad de València desde 1885, por concesión del Papa León XIII, pero no estaba coronada oficialmente, hecho del que se percató el arzobispo de València, Enrique Reig y Casanova, valenciano, al poco de tomar posesión de la sede episcopal de la diócesis.

Al Papa otorgante, Benedicto XV, le correspondió afrontar la persecución emergente de la Iglesia católica en la URSS. Era muy devoto de la Virgen María y autorizó la fiesta de María, Mediadora de todas las gracias. Fue el primer papa en nombrar la patrona de una ciudad, en concreto fue la Virgen de los Remedios, patrona de Chiclana de la Frontera, en 1916.

Nacido en València, con raíces en Agullent, Enrique Reig fue un personaje curioso. Comenzó sus estudios eclesiásticos, los dejó, cursó derecho, se casó y tuvo una hija. Ejerció como abogado varios años. Una epidemia de cólera se llevó la vida de su esposa e hija, enviudó, y regresó al seminario. Fue ordenado sacerdote. En 1914 fue nombrado obispo de Barcelona y en 1920 arzobispo de València.

Reig era una potencia intelectual y tenía madera de líder. Llegó a València y comenzó a mover el operativo de la coronación de la Virgen. Removió cielos y tierras durante dos años e implicó en su plan a todos los estamentos de la ciudad, a los que integró en múltiples comisiones y subcomisiones.

El arzobispo Reig envió el 1 de septiembre de 1921 a Roma una solicitud en el idioma oficial de la Iglesia, el latín, en la que pedía al Papa concediera «el honor insigne de la solemne Coronación de la Bienaventurada Virgen María, la que bajo el tiernísimo título de Madre de Desamparados es venerada en esta ciudad y honrada con un ininterrumpido y cordial culto por los fieles». Pedía «encarecidamente la gracia de ceñir solemnemente la cabeza de la venerada imagen con corona de oro adornada de piedras preciosa».

El 15 de octubre del mismo año, el cardenal Merry del Val, en nombre propio y del Cabildo de la Basílica de San Pedro, a la que correspondía el honor y derecho de autorizar la coronación de las imágenes, cursó escrito al arzobispo de València en el que manifestaba que por unanimidad se había aprobado dicha coronación.

De nuevo, los volteos generales de campanas en todas las parroquias anunciaron la grata nueva de la aprobación de la coronación de la Virgen. Reig activó todas las comisiones diseñadas a las que había invitado a todos a participar. No fue cosa de un grupito de tres o cuatro. Con los Condes de Montornés y Altea marchó a Madrid a invitar a los Reyes de España. Quiso que fueran unas fiestas por todo lo alto. Para difundir todo lo relacionado con la Coronación creó la revista «Mater Desertorum», que aún se edita.

Fue el prelado el gran animador de este acontecimiento, escribió a propios y foráneos. El 15 de junio de 1922 escribió a los emigrantes valencianos en el extranjero: «Bien sabemos que donde hay un valenciano alienta un corazón enamorado de la Patrona». A ellos les pidió su contribución económica para engrandecer la fiesta, la confección de la corona y el embellecimiento de la Real Capilla de la Virgen.

La corona fue hecha por varios joyeros, engastadores y artesanos valencianos, coordinados por José Sugrañes. Se utilizó oro de 900 milésimas. Pesó 2.800 gramos. Fueron engastadas 8.673 piezas, de las cuales 4.835 eran brillantes, 3.082 diamantes, 656 perlas, 16 esmeraldas, 7 amatistas, 8 topacios, 4 ópalos, 60 medias perlas, y 5 zafiros. La altura de la corona era de 25 centímetros, los mismos de su diámetro en su parte central.

El estilo de la corona era Renacimiento, prendía en el centro un broche de brillantes con tres grandes perlas perillas como colgantes. En el centro un óvalo con una hermosa cruz de platino y brillantes montados sobre esmalte azul. La Corona fue valorada en aquel tiempo en 600.000 pesetas, toda una fortuna para la época. El material empleado fueron donaciones de la gente, desde las personas más humildes hasta las más ricas. Existe un listado de las personas que donaron joyas y sus características.

Durante el asalto a la Capilla el 21 de julio de 1936 la corona le fue robada a la imagen, aunque buena parte de las joyas que adornaban la misma fueron recuperadas, al caer por el suelo. Bomberos y Guardia Civil que extinguieron el incendio las recuperaron y depositaron en el Ayuntamiento de València. El joven notario Enrique Taulet levantó acta de la entrega de la imagen y las joyas, documento que se guarda en el archivo histórico del Colegio Notarial de València.

El nimbo o resplandor de la imagen tenía 3.180 piedras preciosas. Lo hizo en su taller Manuel Orrico. En principio no estaba previsto hacer el nimbo, pero dada la cantidad de joyas que aportaron los valencianos se decidió hacerla. Estaba formado por 15 rayos y 15 estrellas cinceladas. En la parte posterior, estaba el escudo de la cofradía