Una crítica casi cíclica es la de la falta de nichos para que los vecinos de Campanar sean enterrados en su barrio. Es verdad pero por una cuestión física: el camposanto no da más de sí. Estéticamente no es muy atractivo y en sus nichos se acumulan los enterramientos múltiples.

La falta de nichos en los cementerios de València es un argumento recurrente. Sobre todo, cuando ocurren situaciones surrealistas, como lo que la de la familia que no tenía sitio en Benimàmet para enterrar a un familiar. Pero si hay un espacio rocambolesco para ello es el Cementerio de Campanar. Sobre el que se vierten frecuentes críticas por la falta de nichos. Es verdad. No hay. Pero a la frase le falta la subordinada: no hay... porque no caben. Llegados al año 2022, es un espacio saturado, incapaz de poner prácticamente ni una capa más de argamasa para ir haciendo nuevos espacios del silencio.

Meses atrás fue la concejala de Ciudadanos Rocío Gil la que criticó la ausencia de nichos en este lugar y hace apenas unos días lo señaló el popular Carlos Mundina. Pero lo que una visita «in situ» pone en evidencia es que se trata de un espacio fúnebre que ha llegado a su límite. Condenado a colgar el cartel de «completo».

«De momento estamos sobreviviendo a base de los espacios que se consiguen cuando hay descendientes que dejan de pagar», asegura el concejal de Cementerios, Alejandro Ramón. «Este es el caso más complicado y eso que hace unos años sacamos espacio de donde no había. Encontramos una esquina donde había un árbol moribundo e hicimos 30 nichos más. Pero ahora es imposible hacer más». «No es tan fácil como parece. Hoy decides hacer nichos en un cementerio porque hay pocos espacios vacíos y, de repente, durante un intervalo de tiempo, no los utilizas. Y otro que creías que se mantiene, de repente se llena. La edificación de nichos con el presupuesto que se tiene no es una ciencia exacta. Aparte de que, con el tiempo, seguro que habrá que empezar a pensar en otros tipos de enterramiento».

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Valencianos ilustres en el Cementerio General Moisés Domínguez

Campanar está firmemente limitado por gruesos muros y ha quedado encajonado por construcciones modernas. No son pocos los dueños de viviendas en el Nou Campanar que tienen balcones con vistas al cementerio. La única solución, parches aparte, sería un edificio de nueva planta, Campanar II, en el solar contiguo, junto a una escuela infantil, que ahora es aparcamiento. Pero el camposanto construido en lo que, en su día, eran las afueras del pueblo de Campanar, y que sustituyó al cementerio parroquial, está agotado en sus límites físicos.

A bote pronto hay que decir que el cementerio es feo o muy feo. Es un inmenso contenedor de vidas interrumpidas y superpuestas. Tan sólo tiene cierto interés lo poco que queda de la parte vieja, que ahora está al otro extremo de la entrada. Allí se conservan algunos nichos de 150 años de antigüedad con tejadillos a muy baja altura, alternados con antiestéticas y modernas lápidas negras de otros mucho más recientes.

Casi todo el cementerio de Campanar es colmena. Apenas la fosa común le da un toque verde

Lo que debió ser la entrada principal ya no existe y lo que hay es una dependencia en la que se acumulan viejas lápidas y los ataúdes que se sacan cuando toca reducción de restos antes de llevárselos al vertedero. 

Apenas hay mausoleos y no especialmente viejos o románticos. El más llamativo, el de Noguera (apellido que se repite muchas veces), que está tétricamente vallado y tapiado. Como el también más que centenario (de 1907) de la familia Guillot García o el de Carlos Albiac y Familia.

Una única zona verde

A los enterramientos «preferentes», los que son de piedra y rodean la parcela de panteones, les pasa lo que a los del Cementerio General: parecen más viejos de lo que son por el deterioro. 

Tan sólo hay una zona verde, amplia si se quiere, donde se supone que está la fosa común. Allí se marca la cuadrícula con números y letras y en medio de la misma se ven algunas flores y placas de mármol que recuerdan a los ahí enterrados. Es la única sensación fresca que hay en todo el camposanto. Claro que se podría «edificar» ahí, pero sería a costa de terminar de convertir el cementerio en una colmena insufrible.

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Sepulcros de los alcaldes de València en el Cementerio General Moisés Domínguez

Las tumbas con misterio

No hay cementerio que no tenga curiosidades y rarezas. Pero son pocas. Precisamente, en este caso, dos criptas que están como fuera de lugar, junto a ese almacenillo. También llama la atención un par de estelas en el suelo. La de Saturnino Luján, fallecido en 1958, junto a una pared de nichos. Y aún uno más extraño, en plena acera, escrito sobre el cemento fresco: «22-12-2010. Osma». O un nicho sin lápida, en la que el viento ya volatilizó la foto de un pequeño marco y en la que se apilan, llenos de polvo, cochecitos en miniatura.

Todo lo demás es colmena. Y es verdad que saturada: muchos nichos han acabado por convertirse en panteones con dos, tres y hasta seis enterramientos. Un constante trajín de abrir y cerrar. La sepultura única raya en la rareza. Recientemente se construyeron dos bloques de 80 columbarios. Para eso sí que quedan algunas fachadas. Se podrían incorporar varias. «Pero esa no es la estrategia», asegura Alejandro Ramón. «No puedes construir columbarios masivamente si no va acompañado de nichos. Siempre tiene que haber un equilibrio entre unas construcciones y otras».

Tan sólo queda un lugar para ampliar el camposanto. Es una parcela fallida en la que, hace muchos años, se instalaron los llamados «panteones de suelo» para tres personas superpuestas. Hay veinte y, al igual que los del sector 20 del cementerio de València, son un fracaso: sólo hay ocupado uno. «Podríamos eliminarlos y buscar una solución con el único enterramiento que hay, pero hagamos lo que hagamos, estaría mal: si lo sustituimos por un poco de zona verde o de descanso, mal porque no construimos más. Si hacemos más nichos, acabamos de atiborrar el espacio».

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Así era el barrio de Tres Forques en 1970 y así es en la actualidad Moisés Domínguez

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Comercios emblemáticos de València Fotos de Miguel Ángel Montesinos