"Está bien, pero esto es un parche. Una tirita. Al barrio le quitaron muchas cosas y hay mucho que hacer todavía». Los vecinos de Nazaret se acercaron a ver la llegada del ferrocarril. O del tranvía porque, al final, el que lleva toda la vida en el barrio recuerda el trolebús más que aquel camino de hierro que se llevó por delante la riada y del que sólo queda la estación. Y no faltan las bromas: «mira cómo han hecho los vagones, ya no nos podemos subir a los topes. Lo han hecho todo liso adrede» recordando la costumbre inveterada de subirse a cualquier sitio. Eran el tranvía 4 y 14 «y no pagaba nadie». El primer convoy, el de las autoridades, fue recibido con aplausos, pero el vecino de Natzaret recuerda a todo aquel que le quiere oir que quedan muchas deudas con el barrio. José ha sido presidente de una de las fallas del barrio, Aras de Alpuente. A su lado, Vicente. Allí todos se conocen, todos son amigos, todos llevan mucha vida juntos. Hasta tienen mesa habitula para el café de mediodía en el bar junto a la estación. Reciben el nuevo transporte no como algo que les vaya a cambiar la vida porque «Natzaret no estaba aislada. Tenemos tres líneas de autobús que están bien», pero cuyo diagnóstico va mucho más allá de esta L10, por mucho tiempo que se tuviera como deuda.

«Teníamos un río, que ahora es una acequia. Teníamos huerta, que nos partieron por la mitad. Teníamos playa, que ya no tenemos. Hasta teníamos fuentes naturales, buenas para beber. Esto era un sitio maravilloso».

Por no hablar del otro gran proyecto, el parque de desembocadura. «Si quieren hacerlo bien de verdad, han de drenarlo y sacar todo el suelo que hay ahí abajo. ¿Tu sabes cuantas cosas nos han estado echando la fábrica de Cros, toda el azufre que tiene que haber? Nada servirá si no empiezan por ahí».

Lo que tienen claro los vecinos es que este nuevo tranvía no será para traer gente a la playa. «Bueno, nos lleva a la zona donde antes iba «el 3»: por Ruzafa y te deja en la calle Alicante, que no teníamos conectada. Pues buena es. Lo importante es que te deja en el Centro Comercial el Saler. Pero tambien tenemos claro que esto se ha hecho por la Ciudad de las Artes y las Ciencias. No se ha hecho por Nazaret».

El aspecto de la vía es sencillo: se diseñó para acabar en la calle Fontilles, donde están las toperas. Allí se concentra todo: el Mercado Municipal y la parada de tres líneas de autobús. En la calle, una carpintería metálica, un bar que se anuncia como peña taurina de Espartaco, y viviendas que ahora serán «con vistas a la vía». La llegada de la máquina no es nueva. «¿Tu sabes cuanto tiempo han ensayado?» en alusión a todos los convoyes de prueba. Es, sin duda, el comentario general en la calle. Una vecina comenta con los parroquianos del bar: «Es normal, pero no es lógico. Quince años llevábamos esprando esto». Y es que Nazaret llevaba décadas echando de menos los vehículos sobre railes.

También tenían uno de vía estrecha, que llevaba hasta la estación de Jesús. Se cruzaba con las vías de la estación del Norte. «Una vez hubo un accidente, dodne se juntaban Peris y Valero y Pérez Galdós» recuerda Vicente. Pero esa vía se la llevó por delante la riada». Sólo queda la estación, en casi ruinas.

Es tiempo de mirar las tablas de horarios. Entre semana empieza a las seis y un minuto de la mañana y el último, a las once y media de la noche. Los fines de semana, por la noche, llega hasta «las dos y media de la madrugada». Causa sorpresa que los horarios empiecen con un minuto de demora. 6:01, 6:16, 6.31, 6,46; 7,01... «con lo fácil que sería ponerlas a en punto».

Un paseo por los murales que adornan la nueva L10 de Metrovalencia

Un paseo por los murales que adornan la nueva L10 de Metrovalencia M. Á. Montesinos

La llegada tuvo su componente berlanguiano. Antes de que llegara la comitiva, los empleados se afanaban en limpiar con plumero las barandillas y hasta de hacer una última fregada al suelo, pintado con un llamativo color rojo. A la llegada, los habitantes aplaudiendo, y una pequeña manifestación sindical reventando. «Que nos dejen por lo menos verlo y disfrutarlo. Ni siquiera son de aquí» asegura una vecina, enfadada.

Como queda dicho, dos mujeres se unieron a la comitiva oficial en el camino de vuelta. Pero fueron una veintena los primeros que se subieron en el viaje que, puntual, salió a la una y media. Un grupo familiar, de amigos, parejas, viajeros solitarios y dos con movilidad reducida. Previamente quedó claro que falta un poco de pedagogía y costumbre para validar el billete. En el final de trayecto, como en las siguientes paradas (Moreres, Oceanogràfic, Ciutat Arts i Ciències-Justicia y Quatre Carreres) son al aire libre, sin tornos. Si no le da tiempo al revisor, puedes seguir haciendo el «simpa» de toda la vida, pero dejándote casi en ninguna parte. No es lo mismo. Hablan de Mari Carmen, la dueña del estanco cercano, quien teóricamente verá algo multiplicada la venta de tarjetas.

Un dato para la historia: una mujer, Virginia Yuste, fue la primera maquinista puso en marcha el primer «tranvía de Nazaret» de la historia moderna.