Vamos a suponer que fueron ellas las que un día decidieron vivir juntas ¿Por qué no? O es que no tenían voluntad propia. Lo cierto es que el entorno es propicio; un poco limitado quizás, pero uniéndose consiguieron crear un ambiente apacible y sosegado en medio de un barrio ruidoso y algo irregular.

Apenas cinco calles recoletas, de trazado recto, que se entrecruzan y aprietan entre si, con sabor popular, como sacadas de un pasado remoto y nostálgico. Hay que buscarlas o caer atrapado en su encanto, como me ocurrió a mí, una mañana de paseo inquieto y fisgón. Y las fui descubriendo una al lado de la otra, en buena convivencia, protegiéndose entre sí, pero mostrando con orgullo su virginidad y personalidad propias. Las he visitado en cuatro ocasiones, y continúan impertérritas, impolutas y sobrias; y siempre me transmiten sosiego y me sorprenden como la primera vez.

El barrio que las acoge o las rodea es el de Nou Moles, pero bien podrían estar en otro lugar de nuestra ciudad, y seguirían teniendo el mismo encanto y singularidad. Viven unidas en un rincón tangencial de la avenida del Cid, y les doy las gracias por la placidez que me aportan los días que las busco; máxime no siendo yo persona dada a entusiasmos religiosos de ningún tipo.

Espero tener el privilegio de contar entre sus vecinos esporádicos o transitarios más asiduos, y me permito revelar sus nombres para informar a aquellos vecinos que no las conozcan: Virgen de la Salud, Virgen de Agres, Virgen del Rebollet, Verge del Lluch y Virgen de las Injurias. Herederas de las antiguas costureras que allí laboraban. De ahí su anterior nombre de “Barrio de la Aguja”.

Y son la únicas Vírgenes que en Valencia tienen barrio propio, desde 1932, constituido en honor y con el nombre de: Barrio de la Virgen de los Desamparados. Hace ya noventa años que siguen cosiendo bondades y evitando que el tiempo nos deshile la memoria.