El día de l’Horta ha vuelto y, con él, el reconocimiento del ayuntamiento a labradores de la ciudad de València con el título de «ejemplares». Lo que supone reconocer toda una vida de esfuerzo. Un día en el que quedó un grito pronunciado desde el atril por José Gimeno «El Platero», de Pinedo. «He tenido la gran suerte y he sido feliz por sólo trabajar la tierra mis últimos años. Pero hay que recordar que cada año hay menos agricultores. Que es un campo que se deja perder. Y no hablemos de precios, porque es un desastre. Os pido que, donde sea, sepáis y conozcáis a qué precio se paga la naranja y a qué precio se vende. Ayer, un amigo mío hizo un trato a nueve céntimos el kilo. Y vosotros la estáis comprando a un euro con un letrero que pone «Superoferta». Eso es una burla. Eso lo debe saber toda la sociedad. No se sabe el sacrificio que hace el labrador».

Paco Arce el Marinero, Joan Ferriol el Cocollo, Francisco Roig el Guitarra, Francisco Ortega el Valet, Amparo Rodrigo, José Estellés, Paco Navarro el Purito, José Sancanuto, Dolores Soler «Lolita filla de Manolo l’Estudiant i dona de Pepico l’Oreja», Francisco José Navarro «Nano de la Carretera del Racó», Jesús Peris, José Navarro Catarrojí, el mencionado José Gimeno Platero y, sobre todo, Petra y Petro Núñez, casi centenario él y con 93 años ella, que llegaron desde Cabra para asentarse en el campo de Carpesa hace sesenta años. Todos con una vida, como dijo el concejal de Agricultura, Alejandro Ramón, «cuidando el mejor tesoro que tenemos, para el que es necesario el relevo generacional». Que representaba, de todos ellos, Santcanuto, del Saler, el primer agricultor joven, apenas 22 años, que recogía también el galardón por su empeño en mantener el arrozal de sus padres.

Cristóbal Aguado, de AVA-Asaja, también puso gritó en el cielo de Carpesa. «Es importante celebrar este día. Pero sin sostenibilidad económica no habrá dignidad en el campo y se perderá todo. Debemos conseguir como sea que las personas que trabajan en el campo tengan el precio justo. Vivimos en una Europa muy insolidaria: allí están nuestros enemigos. Mirar cómo los holandeses quieren favorecer a los surafricanos, cuando la nuestra es una alimentación sana y de calidad. El consumidor, el ciudadano ha de pensar que tener la despensa al lado de casa no tiene precio. No es lo mismo una naranja de aquí que una que viene de diez mil kilómetros».