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La Batalla por salvar el clavellón

La flor de la Fira empieza su crecimiento tras superar el diluvio y tres años de parón

Así se ven en la actualidad los campos de clavellón de la Batalla de Flores. | M.D.

El próximo 31 de julio, a las ocho de la tarde (lo que, previsiblemente, no privará de que haya un calor de justicia), el calendario festivo recuperará el último acto que le falta por completar su particular círculo a efectos de ciudad global: la Batalla de Flores. Ese día, salvo imprevistos sanitarios o de otra índole que no están ahora mismo en el horizonte, los clavellones volverán a convertirse en arma arrojadiza durante media hora larga y dejarán una alfombra naranja y amarilla, que seguirá lanzándose cuando acabe el acto por parte de una multitud que no tiene acceso a los palcos, pero que sí que organiza su particular post-batalla.

Pero para llegar ahí, la especie botánica ha pasado su particular prueba de vida. Tanto, que ha tenido que vivir durante tres años en un particular proceso de Arca de Noé, una más. Y no le han faltado obstáculos por salvar para que, ahora, se preparen para completar nuevamente su ciclo vital.

En la actualidad, los clavellones no son más que pequeñas plantas de apenas un palmo de altura, o ni eso, que crecen en diferentes campos diseminados por la comarca de l’Horta. Es el final de un camino que ha pasado por varias pruebas. La primera fue la de garantizar la supervivencia. Miguel Galán, responsable de la empresa que, desde hace un siglo y cuarto, provee de esta flor, recuerda que, en el momento de paralizarse el mundo en marzo de 2020, había empezado el proceso de germinado. «Nos encontramos con que habíamos hecho toda la siembra para una Batalla normal y, de repente, todo se paraliza. La inversión se fue al garete». Pero, a la vez, no se podía arrancar y a otra cosa. «Debíamos garantizar que tuviéramos semilla para el siguiente año». Con lo que se dio la curiosa circunstancia de que clavellones hubo, pero no para utilizar sobre unas carrozas. De hecho, fueron creciendo durante el confinamiento y se arrancaron cuando el mundo volvía a salir de su covacha. Al año siguiente, en 2021, conforme fueron pasando los días y las semanas quedó claro que la Batalla no se iba a celebrar (como no se celebró ninguna fiesta en primavera) «pero había que volver a plantar para generar el ciclo». Algo de flor sí que se utilizó para la Batalla simbólica: la demostración práctica que hubo en la plaza de San Agustín del arte de engalanar carrozas. Cuanto apenas. Pero nuevamente hubo que utilizarla para tener simiente.

A la tercera va a ser la vencida con el calendario festivo ya acabando su recuperación plena. Pero tampoco le han faltado retos a la planta y al plantador. «Hemos criado en vivero, pero hemos bordeado los límites admisibles: el clavellón tiene un ciclo de días que es inamovible. Y nos hemos encontrado con el diluvio de primeros de mayo. Hemos sacado los plantones cuando pasó la tormenta y la tierra volvió a asentarse. Lo único que esperamos y deseamos es que se hayan acabado las anomalías. La planta ha sufrido mucho estrés, pero, ahora mismo, está en los tiempos correctos». Y empieza a crecer valientemente a la espera de que empiece su progresión en vertical.

«Sólo quiero normalidad»

Ahora lo que se busca es algo tan sencillo como «el equilibrio» entre el agua y el sol. Una normalidad climática. Si no llueve de forma catastrófica, mejor. Tendrá un riego por compuerta a la semana y cuenta con que sufrirá los rigores de las altísimas temperaturas, «pero eso forma parte de su particular ciclo. Son seres vivos y tienen sus temperaturas.

El agua de lluvia siempre es mejor que la de riego, siempre que no caiga de forma incontrolada». Miguel Galán recuerda que «cuando cayó la tormenta de mayo tardamos varios días en poder entrar a plantar porque era literalmente imposible» y todo es un juego casi de tubos de ensayo «porque, a la vez, el plantón no podía esperar mucho tiempo porque no debe crecer demasiado antes de ir ya a su espacio definitivo».

Un espacio fértil, formado «como toda esta huerta, por arena que se traía de la playa y que se llevaba a las pocilgas, donde las purinas del cerdo la convertían en una tierra muy rica».

Un plantón que, además, no ha crecido en un huerto al aire libre sino «en invernadero por culpa de las inclemencias. Al final todo nos ha costado una fortuna». Sirva el ejemplo de estos difíciles equilibrios lo que ha sucedido en los campos aledaños: hay una cosecha de patata nueva que no se ha podido recoger por culpa del exceso de agua. «La han tenido que triturar. Y era una patata nueva, que se paga bien». El disgusto para los agricultores es mayúsculo «¡Es que esto no es fácil. Es una locura hacerlo y conforme hay más cambio climático, más!. Pero al final también lo haces por «seguir una tradición, la de varias generaciones de familia» reconoce. «Es que esto ni siquiera se puede decir que sea una flor de temporada: es una flor para un único día. En este caso para el 31». Por eso, lo único que pide Galán ahora es normalidad, que no es poco. «Ni diluvios ni olas de calor». Sobre todo, lo primero en cuanto ya haya flor. «Porque si entra agua en la flor y luego vuelve a salir el sol ya puedes imaginar lo que sucede, ¿no?. Se cuece, literalmente». Para San Juan aparecerán las primeras motitas de color en los campos «a primeros de julio se verá un poco más y ya a partir del día 24 es cuando estará todo dispuesto».

No es flor de boda, pero...

Curiosamente, una época en la que hay muchas bodas, pero no es una flor que se utilice en eventos. «Porque no es una flor que esté en el mercado. También hay que recordar que el tallo es falso, muy poco potente para una flor muy grande. En su tiempo, en la Batalla, se había «bouquets», pero para centros de flor sí que se podrían utilizar. Y más con colores tan veraniegos como el naranja y el limón. Sí que vienen parejas de novios a hacerse fotos entre las flores y a veces nos piden alguna».

En la actualidad, las plantas del clavellón no levantan más que un palmo del suelo. En dos meses se vendrán muy arriba.

«Esta flor sólo la tenemos nosotros»

De momento, el clavellón se aferra a su supervivencia. «Esta flor, tal como la entendemos sólo la tengo yo». Si un día, el apellido Galán decidiera no continuar, el arma arrojadiza más inofensiva del mundo -gusanito ocasional aparte- tendrá que buscar un nuevo acomodo. Alguien tendrá que comprar la propiedad intelectual en forma de semilla. De momento está garantizada «porque tu familia lo lleva haciendo durante 120 años». Y, de momento, ha sobrevivido a tres años de parón. El penúltimo paso es arrancarlos a pleno sol. El último, lanzarlo sobre el prójimo el 31 de julio.

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