La Procesión es un “lugar de catequesis” de la Iglesia de Valencia, donde se informa al tiempo que se confiesa la fe que celebrada en el interior del templo es manifestada y expuesta a los demás en el exterior, en las calles y plazas de la ciudad. Catequizar es transmitir, comunicar, cumplir con el mandato de Jesús dado a los apóstoles para que difundieran lo que habían visto y oído de Él. La labor catequética desempeña un papel esencial en las tareas de Evangelización y tiene por deber imperioso encontrar el lenguaje idóneo que le permita realizarse y desarrollarse como acto de comunicación. El proceso comunicativo audiovisual es una de las aportaciones más valiosas del lenguaje a la catequesis, porque activa todas las fibras de la personalidad, tanto las emotivas como las racionales. La catequesis pretende una mejor comprensión de Jesús y su misterio.

           La de la procesión del Corpus es una catequesis fundamentalmente Cristológica. El señor Resucitado, vencedor de la muerte, ofrece la salvación, pues Dios quiere que todos se salven. Es una catequesis de Resurrección, de gloria. No hay Pasión y Muerte de Jesús en este homenaje a la Eucaristía, a Jesús glorioso que ha vencido a la muerte, al Senyor manifestat.

           La Procesión es un “poema teofórico” en honor a Jesucristo presente en la Eucaristía, en la que se describe la Historia de la Salvación escenificada en la vía pública. Es una peculiar manera del pueblo de “leer la Biblia”, de acceder a la intelección de las Sagradas Escrituras.

           La procesión, expresiva y plástica, ha estado siempre al servicio de la Biblia, conjugando en su dinamismo los tres elementos básicos de la comunicación: lo descriptivo, lo interpretativo y lo proyectativo, acción catequizadora de refuerzo, lúdica y visual, abierta a todos, creyentes y no creyentes, instrucción generalista dirigida a suscitar sentimientos y preguntas, a mover voluntades, a informar y formar a gentes de cualquier edad y condición sobre Jesús Eucaristía.

Dos de los elementos de la procesión del Corpus de Valencia.

           La procesión de Corpus de Valencia  es Teología Narrativa de la Biblia hecha con un lenguaje artístico popular, claro, sencillo, legible, comprensible, didáctico, muy  eficaz a lo largo de la historia, especialmente en las épocas donde la falta de instrucción y alfabetización de la gente limitaba el acceso al conocimiento intelectual de las verdades y misterios de la fe. Desde el siglo xiv, la Procesión ha venido realizando el objetivo deseado por el Concilio Vaticano ii que instó a superar los reparos que dificultan el acceso del pueblo cristiano a las Sagradas Escrituras en su integridad y en su propia lengua y a progresar en  el conocimiento sobre el contenido y las características de cada libro sagrado y su interpretación, objetivos del actual movimiento bíblico.

           La Procesión tiene muy en cuenta la Historia de la Salvación, la Historia de Amor de Dios con su pueblo, con el hombre, en la que Jesús es punto de referencia para el ser humano. Cristo es centro de la Historia de la Salvación, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento y en la procesión se engarzan distintos pasajes de la Biblia, fundamentalmente del Antiguo Testamento, que forman parte del esquema salvífico, desde la Creación del Universo y el ser humano hasta el Cristo Encarnado, Muerto y Resucitado, Victorioso y presente en la Eucaristía.

            En la procesión aparecen los personajes y alegorías más importantes de la Biblia que prefiguran a Jesús, conformando una catequesis kerigmática, síntesis de la Historia de la Salvación, y misionera, connotación ésta que es la misma de la primera  catequesis de la Iglesia primitiva. Desde sus orígenes, la procesión nunca perdió su fuerte connotación bíblica, que, por el contrario, sí perdió la Iglesia entre los siglos viii al xvi,  la que volvería a recuperar a partir lentamente desde el siglo xvii al Concilio Vaticano ii. En la segunda mitad del siglo xx, gracias al Concilio Vaticano ii se volvería plenamente a la catequesis kerigmática original de la Iglesia primitiva, al tiempo que se le sumaría a la catequesis la característica antropológica, al tener en cuenta también el destinatario del mensaje.

La sección de Caballería de la Policía Local es uno de los atractivos de la comitiva.

La sección de Caballería de la Policía Local es uno de los atractivos de la comitiva.

           Todas estas características de la catequética de las primeras comunidades cristianas (bíblica, kerigmática), más la catequesis impulsada por el Concilio Vaticano ii (kerigmática, bíblica y antropológica), fueron las que nunca dejó la acción catequizadora de la procesión del Corpus de Valencia, sino que las mantuvo vivas y las acrecentó, pastoral bíblica de la Iglesia, encarnada y protagonizada por el pueblo de generación en generación. El color, las músicas, los cantos, las plantas aromáticas, las calles engalanadas, la indumentaria, el incienso, la pompa, las danzas… exaltan y dignifican, reverencian y honran al más alto nivel a Jesús Eucarístico. Todo lo cual hace que acto catequético procesional tan antiguo sorprendentemente reúne todos los requisitos deseables en la actualidad para la catequesis, sobe todo por su visualidad, acorde esta celebración solemne, espectacular, religiosa y popular, altamente participativa y barroca en honor de la Eucaristía, con el espíritu mediterráneo de los valencianos, donde presentan la Historia de la Salvación y la Eucaristía a su aire, con plasticidad, para que todos entiendan la carga de las verdades y misterios de la fe, catecismo audiovisual, para que a través de ella, de lo visible, se pueda alcanzar el conocimiento de las cosas ininteligibles, llegar al conocimiento de Dios.

La catequesis en la Iglesia Universal

           La primitiva catequesis de la Iglesia debió ser oral, explica el P. Benjamín Agulló y el primer esbozo catequético la Didache  o Doctrina de los Doce Apóstoles, siguiéndole los textos de los Padres de la Iglesia, especialmente Clemente de Alejandría y Cirilo de Jerusalén, y san Agustín.        Los esquemas catequéticos eran organizados a partir del Nuevo Testamento. La Didajé, la Carta de Bernabé, Pastor de Hermas, Segunda Epístola de Clemente, las Homilías pseudoclementinas y las Constituciones apostólicas fueron los catecismos originales.

           En la primitiva Iglesia, la catequesis consistía primero en anunciar a Cristo Resucitado y luego su vida y obra. Las enseñanzas e instrucciones eran impartidas a los convertidos para iniciarlos en el camino del Señor. De este modo, puede afirmarse que la catequesis primitiva fue una catequesis kerigmática, que se dio en el seno del catecumenado, que fue el período principal y casi único de la catequesis de la Iglesia hasta el siglo vi cuando decayó esta modalidad, consecuencia de lo cual se generalizó el bautismo de niños en la Iglesia.

Algunos de los personajes bíblicos que participan en la procesión.

           Aquí encontramos la primera coincidencia de la primitiva catequesis de la Iglesia con la contenida en la procesión del Corpus de Valencia, amplio despliegue de los misterios más importantes de la Biblia, especialmente aquellos referidos a Jesús en la Historia de Amor de Dios con su pueblo, la Historia de la Salvación.

           La catequesis pasó por distintas etapas a lo largo de la historia de la Iglesia, incluso llegó a brillar por su ausencia. Ha ido dando tumbos, con períodos en que no se le daba importancia por los clérigos, que hasta eran obligados y sancionados por los Obispos en los casos en que no la impartían.

            El Concilio Vaticano ii abrió una nueva etapa catequética en la Iglesia, centrando su importancia dentro de su pastoral y una manera de concebir la catequesis: el hombre es el destinatario de la Palabra de Dios. El mensaje de Dios se dirige a que lo acoja el hombre a la luz de las experiencias bíblicas. Sólo si el mensaje puede ser captado por la experiencia humana podrá ser buena noticia y transformar la vida.

           Pablo VI en su Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi del 8 de Diciembre de 1975, destaca la importancia de la catequesis como acción evangelizadora dentro del ámbito de la misión general de la Iglesia. La actividad catequética sería considerada en adelante como urgente en la actividad misionera de la Iglesia.

                     

La catequesis en la Iglesia de Valencia

           La Iglesia de Valencia, por el contrario a lo que ocurría en la Iglesia Universal, ha tenido una larga tradición catequética, que ha investigado en profundidad el Dr. Antonio Benlloch Poveda.  Ha trabajado sobre los catecismos editados o utilizados en el territorio de las Diócesis de Valencia, relacionados con autores valencianos o que no siéndolo sirvieron de instrumento y apoyo a la acción catequética de la Iglesia de Valencia, para quien evidencia “el modo de enseñar las verdades de nuestra fe a través del tiempo, y cuáles son los enfoques teológicos, morales e incluso de oración, que se iban proponiendo como importantes para el conocimiento y crecimiento en la fe y en las virtudes cristianas”.

           El primer catecismo redactado por un valenciano que se conoce es la Biblia Parva, obra de San Pedro Pascual (1227-1300), nacido en Valencia, fue fraile mercedario y llegó a ser obispo de Jaén. El autor conocía el griego, el árabe, el hebreo, el latín, castellano y valenciano. Catecisme del bisbe de Jaén o Biblia Parva es una exposición de la doctrina cristiana, libro escrito en romance valenciano.

           En 1258, el obispo de Valencia fray Andrés de Albalat (tomó posesión en 1248), “introdujo un sencillo tratado sobre los siete sacramentos, presentado en forma de catecismo dogmático para que los párrocos pudieran enseñarlo al pueblo”. Se trataba del primer catecismo oficial del nuevo Reino Cristiano de Valencia, que puede considerarse “un pequeño compendio de teología sacramental práctica… dando instrucciones para su correcta y fructífera realización”.

           En 1296, el Obispo de Valencia Raimundo Despont (tomó posesión en 1289) ordenó publicar otro manual para la práctica de los sacramentos.

           El médico y sacerdote Arnau de Vilanova (1240-1310) escribió, a finales del siglo xiii, sin fecha determinada aún, un Alphabetum Catholicum para la erudición de los fieles en los elementos católicos de la fe.

           El arzobispo Jorge de Austria (tomó posesión en 1538) escribió un catecismo titulado Instruccions per als novament convertits dels moros, el cual es considerado como “primer texto de pastoral y catequesis para el clero empeñado en la evangelización de los moriscos”, en el que “trazó un programa de catequesis tanto para niños como para adultos, insistiendo en las verdades de nuestra fe, en los sacramentos, la santa misa, y el respeto de las fiestas religiosas… Fue el primer catecismo misionero de la diócesis valentina y el primer intento serio de propagación de la fe entre los infieles, dispuestos a aprender el Corán, pero reacios al Evangelio”.

           En 1558, de Juan Martin Cordero, cura de Santa Catalina, publicó “Summa de doctrina christiana. Compuesta por Preguntas y Respuestas para provecho y utilidad de la Republica christiana: agora nuevamente traducida en Romance por Juan Martin”.

           En 1560, de Juan Pérez, ve la luz “Breve tratado de la doctrina antigua de Dios, i de la nueva de los hombres, útil i necesario para todo fiel Christiano”.

           En 1561, Breu instructio de la doctrina christiana ordenada por manament del illustrisim y Reverendissim señor den Francisco de Navarra per la divina gracia Archebisbe de Valencia, catecismo redactado por Joan Mey. Al comentar esta obra, el profesor Benlloch Poveda dice: “Como podemos comprobar el decreto tridentino de instruir incluso en lengua vulgar o vernácula, se cumplía en Valencia desde hacía tiempo”.

           En 1566, el arzobispo Martín de Ayala (tomó posesión en 1565) mandó publicar “Doctrina cristiana, en lengua arábiga y castellana para la instrucción de los nuevamente convertidos deste Reyno”. Este catecismo fue reeditado por el historiador y canónigo Roque Chabás en 1911 bajo el título “Doctrina cristiana en lengua arábiga y castellana para instrucción de los moriscos”. El prólogo es del arabista Julián Ribera.

           En 1568, obra de Pedro Ramiro, aparece “La doctrina Christiana” y, con el mismo título, otra de Fernando de Loazes.

           En 1571, el arzobispo Juan de Ribera (tomó posesión en 1569) mandó imprimir la Cartilla y breu instructio per la doctrina Christiana… Impressa per manament del Illustrissim e Reverendissim señor don Juan de Ribera patriarca de Antiochia, et Archebisbe de Valencia. En realidad, fue el mismo catecismo redactado durante el gobierno de su antecesor, Martín de Ayala. Constaba de 72 diálogos, repartido en dos libros y cinco partes, “dedicado el primero al camino de Dios desde la razón a la fe y el segundo a la vida cristiana”. Juan de Ribera insistió mucho en la catequización de los valencianos de religión musulmana y dio “general orden para que se les enseñe la doctrina”.

           En 1599, es reeditado el “Catechismo para instrucción de los nuevamente convertidos de moros. Impresso por orden del Patriarcha de Antiochia y Arçobispo de Valencia Don Juan de Rivera”, cuyo autor fue Pedro Mey. Este año el prelado convocó Sínodo , donde ordenó que los párrocos enseñaran públicamente a sus parroquianos la ley cristiana y fueran multados los que no lo hicieran así.

           En 1657, en las Actas del Sínodo convocado por el arzobispo de Valencia, el franciscano Pedro de Urbina, (tomó posesión en 1649) aparece redactado un pequeño catecismo en latín y castellano. Mandó a los sacerdotes que enseñaran la doctrina cristiana los domingos y festivos y que esta explicación tenía que ser de manera que la gente entendiera el catecismo, pues no sólo había que saberlo de memoria, para lo cual deberían hacerlo “con brevedad, y facilidad de palabra, como enseña el Concilio Tridentino y según la suficiencia y talento mayor o menor de cada uno de los feligreses, siguiendo el intento que tuvo el Sumo Pontífice Pio V en su Catecismo”

           En 1687, el Arzobispo de Valencia, el dominico Juan Tomás de Rocaberti, (tomó posesión en 1677) ordenó en el Sínodo convocado, que, al menos, todos los domingos debían dar catecismo los sacerdotes con cura de almas, al tiempo que ordenaba “a los Maestros de escuela, que enseñaran a los niños a leer y escribir, les hagan decir, y cantar la Doctrina Christiana por la mañana y por la tarde. Y asimismo, que en los Domingos a la hora de la Doctrina, los lleven a la Parroquia en cuyo distrito está la Escuela”.

           A principios del siglo xvii, un agustino valenciano, de Cocentaina, destinado en Honduras, redactó un Catecismo en lengua Chibcha.

           También sin fecha se sabe que se publicó “Cathecismo Breve o compendio de la Doctrina Christiana conforme al estilo, y practica de Valencia”, a cargo de la Congregación del Oratorio de Valencia.

           En 1703, Gregori Mayans y Síscar da a la imprenta el libro “Sobre la fe y las virtudes”, valioso tratado que ha estudiado Antonio Mestre, trabajo publicado en 1995 por la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia.

           En 1723, Vicente Sebastián escribió “Directorio Catholico, y declaración de la Doctrina Christiana, dispuesta en forma de Dialogo”.

           En 1740, fue editado el “Catecismo breve” de Fray Pedro Vives, texto que iba acompañado por una concesión de 40 días de indulgencia concedidos por el Arzobispo Mayoral “a los que se emplearan en aprender o enseñar parte de esta Doctrina Christiana”. Este catecismo seguiría siendo reeditado a lo largo de todo el siglo xix, casi de forma exclusiva, impreso en distintos talleres de la región, hasta los años 60 del pasado siglo.

           En 1767, el dominico Gabriel Ferrandis redactó el “Cathecismo christiano, que contiene por mayor solo, y todo lo que necesariamente debe saber el christiano para salvarse, con algunos exemplos de Ntra. Señora, en que van entretexido muchos puntos con alguna mayor difusión”. Asimismo, varias “cartillas” sobre la moralidad cristiana y explicaciones sobre el Credo, el Padrenuestro, los Mandamientos y los Sacramentos.

           En 1769 y 1770, Juan Antonio Mayans y Siscar tradujo del francés dos catecismos: uno de Ftz James y el otro de Claude Fleury.

           En 1775, el arzobispo de Valencia Francisco Fabián y Fuero (tomó posesión en 1773) promulgó un Decreto de cara a una eficaz catequización de los fieles diocesanos, donde resumía todas las disposiciones tridentinas y de sus antecesores en el cargo sobre Catequesis.

           En 1782, fue impreso en Valencia el “Catecismo de Trento”, de Agustín Zorita.

           En 1796, se imprime “Nueva traducción de la Doctrina cristiana del Cardenal Belarmino”.

           En 1801, Manuel Marín lleva a la imprenta “El niño bien instruido y prevenido para recibir dignamente y con fruto la Sagrada Comunión: diálogo en verso, entre un Rector e Inocencio niño, dividido en cuatro partes”. Francisco Guijarro redacta “Doctrina cristiana dogmática y eclesiástica para ordenados de sacerdotes, y destinado a la cura de almas”. Es una especie de manual que muestra y da pautas a los sacerdotes a la hora de impartir la catequesis. También escribió catecismos para niños.

      En 1802, Cristóbal Talens de la Riva, redacta “Diálogo o catecismo con doce pequeños discursos para instruir a la juventud en las virtudes cristianas y sociales”.

      En 1877, el Padre General de los Escolapios, Cayetano Ramo de san Juan Bautista, hizo un “Compendio de la Doctrina cristiana que compuso en forma de diálogo entre el maestro y el discípulo para los alumnos de las Escuelas Pías de su Provincia de Aragón y Valencia”.

           En 1884, fue fundada la Congregación Sacerdotal, la que entre sus objetivos se encontraba la insistencia en la enseñanza de la doctrina cristiana. Fue aprobada canónicamente por el arzobispo Guisasola en 1911.

      En 1894, Simón Aguilar y Claramunt redactó las “Respuestas al programa de Doctrina Cristiana y nociones de Historia Sagrada publicada por Real Orden de 10 de octubre de 1894” y “Apéndice a las respuestas al programa de Doctrina Cristiana y nociones de Historia Sagrada para oposiciones a escuelas elementales de niños y niñas y de párvulos: conforme al programa de esta asignatura publicado por Orden de la Dirección General de 1º de Febrero del corriente año de 1897”. Aunque no son un catecismo, si llevan los contenidos del mismo.

           Un sacerdote de El Verger , diocesano de Valencia, Antonio Femenía Cabrera, escribió varios catecismos “según las reglas de la pedagogía moderna”–uno de ellos el “Catecismo gráfico de la Doctrina Cristiana”, en 1922- , los cuales estuvieron vigentes hasta los años cincuenta. El sacerdote enseñó Pedagogía Catequética en la Universidad Pontificia de Valencia.

           Al poco de terminar la guerra civil, el 1 de diciembre de 1939,  salió el primer número de “Catequesis”, órgano de la Delegación Diocesana de Catecismo, siendo uno de los editores el P. Alfonso Roig Izquierdo, impulsor de las Congregaciones Catequéticas Parroquiales. Esta Delegación en 1947 publicó “Guía didáctica del primer grado de Catecismo”. En 1951, editó “Esquemas para la explicación del catecismo de adultos. El Credo o símbolo de los Apóstoles”. En 1952, “Catecismo de la doctrina cristiana, primer, segundo y tercer grado. Texto único nacional”.

           En 1957, Vicente Calatayud Llobell escribió “Virtudes y vicios. La oración. Sagrada Liturgia”, que editó la Delegación de Catequesis. En 1959, el mismo autor llevaría a la imprenta “Catecismo explicado del Segundo grado del Texto nacional”.

           En 1987, el Arzobispo de Valencia Miguel Roca Cabanellas, incluía en las Constituciones Sinodales un libro titulado “La Iglesia de Valencia escucha y proclama la palabra de Dios”, con especial referencia a la catequesis de adultos, donde se subraya que “la catequesis es una acción eclesial, ligada especialmente al ministerio del Obispo y de los presbíteros, por la que los niños adolescentes y jóvenes cristianos reciben todo aquello que cimenta su vida cristiana”. De los catecismos dice que “son libros de fe que recogen el anuncio cristiano y la experiencia de la fe vivida por la Iglesia, la cual traduce estas riquezas a fin de que sea legible y significativa para los que caminan hacia la madurez cristiana”.