El Palmar ha cerrado el círculo con un gesto que debe terminar de cerrar heridas que están fuera de los tiempos actuales. Pero lo que en su día fue una reivindicación social que fracturó el pueblo y enfrentó familias, que ahora ya está normalizado porque era posible y necesaria, y que ahora también es un recuerdo para siempre. Una fiesta de calle, sencilla, con su «picaeta» de mantel de papel, ha servido para inaugurar la rotulación del «Carrer de les Dones Pescadores». Un reconocimiento definitivo «al coraje demostrado en la lucha por los derechos de la mujer. Una reivindicación que se convirtió en un símbolo para el movimiento feminista, en pro de la igualdad de derechos». Así, casi 30 años después de que Teresa Chardí, Vicenta Dasí, Felicidad Dasí, Elena Marco, Teresa Bru y Carmen Serrano, reclamaran lo que la ley debía conceder por encima de las costumbres se sublima en una calle de la nueva traza urbana en la entrada del pueblo. «Desde el Ayuntamiento de València mantenemos diálogo constante con las asociaciones de vecinos de la ciudad y otros movimientos y organizaciones, para escuchar sus propuestas y poderlas incorporar a las nuevas calles de la ciudad. Se trata siempre de buscar nombres que reúnan un consenso social y que, por eso, serán recordados con una calle» aseguraba la concejala de Patrimonio, Gloria Tello, que presidió el acto junto con Lucía Beamud y el alcalde Ernesto Peris.

Una rotulación para un hecho histórico y otra para una idea histórica: porque también se rinden honores a dos barqueros clave para el pueblo. La calle «Barquers Nelo i Blaio» reconoce a Manuel Puchades y Blas Sevilla. Pioneros en una nueva forma de ganarse la vida en El Palmar: el paseo en barca. Una idea que surgió cuando agricultura y pesca no eran garantía de futuro y que, gracias a esa iluminación «se han generado empresas del sector turístico» además de preservar la tradición. Emprendedores antes de que existiera esa palabra. Nelo fue un «extra» altamente cualificado en la serie «Cañas y Barro», de RTVE. Se cuenta que cuando la productora quiso pagarle, lo que pidió a cambio no fue dinero, sino «ver la Albufera desde el aire, en un globo». De Blaio se cuenta que, cuando se terciaba, se acercaba a los potenciales clientes, comensales en los restaurantes, y les preguntaba directamente si "querían barca". Gracias a ambos visionarios ahora vive una treintena de familias, además de poner en valor el Parque Natural.