El barrio de Orriols ha vivido un día histórico, materializado en el cierre de un carril de la Avenida de la Constitución y su vallado. Es el primer paso, necesario al fin y al cabo, para empezar los trabajos de derribo de una serie de fincas que han impedido durante décadas su conexión con la calle Agustín Lara y que ha generado una de las sinrazones más grandes de la historia urbana de la ciudad a lo largo de los años: el llamado "agujero de la vergüenza", una oquedad excavada en el muro que permitía, más o menos, que los vecinos pasaran de una parte a otra del barrio.
Los derribos suponen acabar con una serie de inmuebles que, a pesar de su carácter centenario, no tenían ningún tipo de valor histórico, urbanístico o arquitectónico. Viejas casas de pueblo que estaban deshabitadas u ocupadas. El primer paso, pues, es su derribo, primer paso para el saneamiento integral de la zona. En un mes está previsto, aproximadamente, que se materialice la destrucción del agujero.
Ha costado tiempo porque había que poner a todos de acuerdo. A los okupas "se les ha dado una alternativa habitacional o directamente se han ido. Eran dos familias con mucha ramificación" aseguraba la concejala de Urbanismo, Sandra Gómez. Y con los propietarios se ha llegado a acuerdos económicos, en ocasiones incluso por cantidades mínimas de terreno. La consecuencia final es que "desatascamos un tapón que nos ha lastrado" aseguraba la vicealcaldesa. "Y era un espacio de inseguridad y degradación.
Con esta actuación no sólo se abrirán las calles Agustín Lara y Baeza y desaparecerán inmuebles ruinosos. También se construirán nuevas viviendas -en dos parcelas habilitadas al efecto- y se generará una zona verde de 850 metros cuadrados y, sbore todo, "se gana en seguridad y calidad de vida, en circulación y movilidad"
La urbanización, a cargo de Metrovacesa como Agrupación de Interés Urbanístico abarca una superficie total de más de 5.500 metros cuadrados, incluyendo las fincas de siete alturas que completarán las manzanas, la construcción de nuevas aceras y zonas de aparcamiento y, en definitiva, la normalización de un disparate urbanístico. Casi un millón de euros cuestan unas obras que sirven para "cumplir una reivindicación histórica del vecindario, facilitando la conexión de Orriols con Torrefiel y con el centro de salud".
Hay que recordar que, al otro extremo de la calle también se preparan obras de urbanización para conectar el barrio de Orriols con su pequeño centro histórico, arracimado junto a la ermita, tratando de dar una nueva vida a la denominada "Ucrania de Orriols", los conjuntos de fincas sesenteras en las que se llevan años generando problemas de inseguridad y okupación.
