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Árboles de copa caída

Los técnicos reconocen que es imposible llegar a salvar de la caída a todos los árboles, mientras gobierno y oposición encuentran en las ramas un argumento para sus disputas

Árboles de copa caída

La jardinería de la ciudad de València ha vivido su particular semana «horribilis» con la caída, uno detrás de otro, de varios árboles sin esa previsible relación causa-efecto que puede derivarse, por ejemplo, de una fuerte tormenta. Primero se caía una parte importante del ficus del Parterre, el particular roble de Gernika de la ciudad, uno de los testigos vivos de la València decimonónica, provocando heridas leves a cuatro personas a causa de las colosales dimensiones de la copa caída. Y sin reponerse del sobresalto, a los pocos días caía un árbol en la calle Guillem de Castro, sin relevancia histórica alguna, pero con el factor de riesgo que supuso caer en una zona de elevado tránsito ciclista. Es más, el viernes se vinieron abajo grandes ramas de otros dos ejemplares.

Cuatro caídas en tan poco tiempo han reactivado uno de los debates ciudadanos recurrentes y que ha desarrollado un enfrentamiento -de los muchos que se esperan en los próximos meses- entre gobierno y oposición. El concejal responsable del área, Sergi Campillo, acusaba al Partido Popular de haber maniatado al gobierno municipal con un contrato de poda poco menos que leonino, con un recorte en los recursos, además de atribuir a causas naturales (el cambio climático) situaciones como la sufrida por el ficus más que centenario.

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Se desploma parte de uno de los ficus centenarios del Parterre Germán Caballero

Y el ahora principal partido de la oposición aprovechó para visibilizar una de las recurrentes quejas ciudadanas: el descuido en las labores de poda, representadas por la caída del ficus o por imágenes de aquellos árboles que están necesitados de saneamiento, para facilitar situaciones tan básicas como circular a pie o en bicicleta o asomarse a una ventana.

Más allá de la disputa política y las verdades absolutas o a medias, el descuido en el arbolado es una realidad, absoluta o a medias, que ha acabado por entreverarse en el pensamiento popular. En una ciudad con 170.000 ejemplares en sus viales y jardines, la caída o muerte de árboles forma parte del ciclo de la vida. ¿En qué medida lo acelera una gestión cuestionable y en qué medida es la magnificación de una realidad cotidiana? «El riesgo, existir, siempre existe. Un árbol no es un banco», asegura el biólogo Natxo Lacomba, jefe de servicio de Jardinería Sostenible. «Los árboles están en un sistema diferente al medio natural, plantados en calles, con asfalto, vientos canalizados por las calles, temperaturas extremas generadas por el calor. Y no siempre se pueden ver los problemas antes de que sucedan. Si en el arbolado viario hay 64.000 ejemplares, no puede haber otros tantos agentes para tener un tratamiento personalizado. No es echar balones fuera: los recursos tienen un límite».

Ahí se unen las cuestiones técnicas con las políticas. El edil Sergi Campillo recordaba que la justificación de la caída en las olas de calor no difiere en nada de la que, años atrás, pronunciaba Rita Barberá ante hechos similares. A todo esto, sobre la gestión de la jardinería y el aumento de dotación siempre queda un pensamiento razonable: ¿era necesario esperar siete años para mejorar ese contrato? «Hemos ido siempre al tope legal del modificado de la anterior contrata, hasta un millón de euros más anuales. Pero no podíamos ir a más. Y no, no se podía crear otro concurso alternativo porque era específicamente de Poda del Arbolado. Como mucho podíamos modificarlo. Hubiésemos querido formalizarlo antes y soy el primer interesado de haberlo hecho antes. Hemos tenido una pandemia y las cosas vienen como vienen. Y este concurso está publicado el año pasado, una licitación tiene sus tiempos».

Preocupación real del vecindario

Pero esto no basta en el imaginario popular: la presidenta de la Federació d’Associacions de Veïns de València, María José Broseta, reconoce que «la preocupación por el estado de los jardines y de la poda existe y está ahí. Sin exagerar, pero es una realidad y una necesidad. Puedo decir que cada vez que transmitimos una situación al ayuntamiento, se actúa. Pero no cabe duda que es necesaria una mejora. No podemos más que exigir y reclamar que este anunciado nuevo contrato de poda sea verdaderamente efectivo y que llegue a todos los jardines, grandes y pequeños, céntricos o periféricos. Sin dejar de recordar, por lo que nos toca a nosotros, que también sepamos ser los primeros a la hora de cuidar los jardines. Y sin dejar de recordar que la poda no es algo continuo: en la asociación tenemos gente conocedora del medio que nos deja claro, por ejemplo, toda la cantidad de árboles que sólo pueden o deben podarse una vez al año. Es algo, pues, complejo, pero que se debe reclamar porque es una necesidad».

El PP ha visibilizado las quejas mediante cifras, al asegurar, a través del edil Carlos Mundina, como ejemplo que «en el último informe de quejas de abril-mayo, las peticiones de poda hayan aumentado un 91 por ciento», además de descalificar intangibles como «la casualidad o el cambio climático: es falta de mantenimiento».

«El ficus está en la UCI»

«La poda no es una buena práctica en sí misma» -asegura Lacomba- «Cuando se pregunta si, sí o sí, hay que hacerla. No hay que olvidar que, en la agricultura, la poda se hace para crear nuevas ramas. O que los montes no se podan. Es una labor necesaria para darle forma al arbolado, cuando está constreñido y para evitar, obviamente, los excesos, pero de la misma manera que un exceso de poda nos deja sin esas sombras y esa biodiversidad que genera». Dicho de otra forma: «un equilibrio».

Uno de los titulares que ha dejado el episodio del ficus es el inmediatamente posterior: la cifra de 25 toneladas de material retirado en una poda de urgencia tras lo ocurrido. «Puntualicemos. En condiciones normales, bajo ningún concepto se habría retirado tanta cantidad. Pero estamos hablando de un árbol que ha sufrido un daño importante en una rama primaria. Es como si hubiese perdido una pierna. La poda era un proceso necesario de compensación de pesos. No era necesaria en cualquier otro caso».

De este mucho más que centenario árbol reconoce que «ahora mismo está en la UCI». El nuevo inventario del arbolado «será una herramienta muy importante para preservar este tipo de árboles históricos pero, sinceramente, aquí no se llegó a tiempo». Sobre la causa de su desplome, de la que el PP se mantiene en que no es causa externa, Lacomba se mantiene en que es un proceso natural «provocado por un patógeno. El análisis es indudable. Se combinaron una primavera muy lluviosa con una pertinente ola de calor. Aunque por fuera nos dé la sensación de que está como siempre, no lo estaba».

Lo urgente y lo importante

No deja de reconocer por ello que los recursos son los que son. «Nadie puede decir que las quejas, y recibimos más de diez mil al año, no se atienden. Las tareas existen pero otra es el fundamento o la urgencia. De la misma manera que los hay que, directamente, no quieren que haya árboles. Y, si: hay veces que no se llega. En ocasiones, lo urgente impide hacer lo importante».

No comulga tanto con la relación causa-efecto de falta de poda y existencia de ratas y otros animales no deseados. «Debemos dejar de lado que estos animales, en una ciudad tan grande, tienen una disponibilidad trófica enorme». Por eso, «sin tirar balones fuera, que no es la intención», recuerda también «la necesidad de la colaboración ciudadana para evitar dar facilidades a este tipo de animales».

Un nuevo Plan Verde de la Biodiversidad y un nuevo Inventario de Arbolado serán, en un futuro no muy lejano, instrumentos para la gestión, el diagnóstico y la acción sobre los individuos arbóreos de la ciudad. Aunque Campillo ya ha avisado que, con el nuevo contrato de poda, «por muchos recursos nuevos que destinemos, tampoco, nunca, garantizamos que no se vaya a caer ningún árbol».

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