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Atrapados por las cámaras de Ciutat Vella

Vecinos, comerciantes y negocios del centro histórico relatan cómo ha empeorado su día a día tras la implantación del área de prioridad residencial

j.m.vigara. valència

Hace 10 meses que se pusieron en marcha las cámaras en Ciutat Vella Nord. Y desde agosto, todas las plazas de aparcamiento que hay en el ámbito territorial de esta zona de prioridad residencial están reservadas a los vecinos. Por tanto, como explica Mari Carmen Asensio, si no eres residente y estás autorizado en la base de datos del Ayuntamiento de València «ni puedes entrar» con tu propio vehículo «ni puedes aparcar». Si lo haces, automáticamente se te impone una multa de 60 euros. De hecho, desde que se activaron estas cámaras, a mediados de diciembre de 2021, se han sancionado a 107.000 conductores. Gran parte de estas sanciones, 40.000, se han impuesto en los meses de verano, entre otros, a un alto porcentaje de turistas nacionales e internacionales que desconocen que estaban accediendo a una zona vedada para el tráfico general.

La puesta en marcha de la denominada Área de Prioridad Residencial ha generado multitud de problemas al propio vecindario y a los comerciantes, a los negocios de la zona e incluso a los falleros de las múltiples comisiones afincadas en esta parte del centro histórico.

Mari Carmen Asensio es hija de una residente del barrio. | F.CALABUIG

Mari Carmen Asensio es hija de una residente. Está de acuerdo con la medida pero para ir a ver su madre solo disponen de permisos «mi hermana y mi hija». Si su hijo quiere ir ver a su abuela, «tiene que aparcar fuera y venir andando». Otro residente del centro histórico señala que este verano «yo me encontraba fuera de València y surgió una urgencia en casa». Su hija, que vive en la zona de la plaza de Brujas, pero fuera de la APR, tuvo que acudir corriendo a su domicilio. «El resultado es que le pusieron dos multas» porque en estas situaciones de emergencia nadie cae en la cuenta de solicitar el permiso a posteriori y la plataforma habilitada por el ayuntamiento no funciona con agilidad, denuncia el afectado. «Han pasado 10 meses -relata esta fuente- y no te acostumbras. te sientes encerrado en tu barrio, en tu casa. Si viene alguien de viaje, le dices: ven caminando con la maleta, no hay manera de entrar. Y si tus amigos, te proponen quedar a cenar, directamente buscas otro local, fuera de Ciutat Vella, donde todo el mundo pueda aparcar».

Negocio de bicis de alquiler. | F.CALABUIG

El día a día se hace complicado. Además, como explica el portavoz de Amics del Carme Toni Cassola se ha fragmentado Ciutat Vella, entre la zona donde hay tráfico restringido y solo pueden aparcar los residentes, y el resto de calles y plazas. El modo en que se ha materializado la APR ha llevado a esta entidad vecinal, que pidió su implantación, a exigir la revisión de la medida y a suspenderla de momento.

Una familia deja a su hija en el CEIP Santa Teresa. | M.A.MONTESINOS

Hay vecinos que viven en las calles adyacentes a la APR que no pueden sacarse los permisos para circular por ella con independencia de que sus familiares o amigos vivan dentro de la zona de tráfico restringido. Los negocios se han visto muy afectados. Si no son residentes, solo pueden sacarse 10 permisos mensuales para habilitar a sus clientes. Si no tienen plazas de garaje dentro del barrio tampoco pueden sacarse los permisos. El resultado es que han empezado a perder clientela y que no pueden autorizar a sus propios empleados. «Hemos perdido a un 30% de los clientes, antes venían, paraban un momento y se llevaban el pedido. Ahora nos llaman para comunicarnos que no van a venir más, porque no pueden entrar con el coche ni tienen donde aparcarlo», explica Pedro Zanón, de la Pastelería Conchín.

Atrapados por las cámaras de Ciutat Vella | F.CALABUIG

Peor lo tiene la veterinaria Eva Galán, cuya clínica ubicada en la calle Salvador Giner estuvo abierta durante la pandemia por ser servicio esencial y ahora está pensando seriamente en trasladarse «más allá del puente». Ha solicitado formalmente al ayuntamiento que le autoricen más de 10 pases mensuales pero no lo consigue. Ha tenido varias experiencias desagradables. «Un mismo cliente ha venido con su perro tres veces y le han multado en tres ocasiones, el mismo día». Las mascotas que cura y opera son principalmente canes -de gran tamaño, en muchos casos-, o gatos, que van en transportín. «Por eso, buena parte de nuestros usuarios tienen que venir en coche para trasladar a los animales. Si los sedas o los operas, después no pueden ir caminando. Hay que llevarlos en vehículo privado o en taxi, lo que sube la factura final».

Atrapados por las cámaras de Ciutat Vella

Una de las peticiones que ha hecho, como solución de emergencia, es que le habiliten una zona especial en la plaça de Portal Nou, para que las personas que tienen que descargar a animales enfermos o maltrechos puedan por lo menos llegar hasta ahí. Y que la propia plaza sea de entrada y salida. O que le habiliten una zona de carga y descarga para que sus clientes puedan estacionar unos minutos. Pero no se lo admiten. Sus clientes no tienen dónde aparcar aunque pueda utilizar uno de sus permisos mensuales para darles acceso. Una empleada de la clínica veterinaria Ana Calvo sufre el problema por partida doble. Vive en la calle Quart y tiene garaje en Pintor Zariñena. Pero a su trabajo no puede ir en coche porque no es residente de la APR y no se puede sacar los permisos. Vive en el barrio pero en determinada parte del barrio. En cuanto a su vida personal, desde que se implantó el cierre parcial al tráfico, «mi familia, mi padre por ejemplo, ya no puede venir a mi casa». Con los amigos, añade, «ya no quedamos aquí en Ciutat Vella porque no se puede acceder con vehículo ni aparcar».

Atrapados por las cámaras de Ciutat Vella

Otros clientes de la clínica veterinaria y de otros negocios de la zona, que vivían en el Carmen y que se han mudado por cosas de la vida, «ya no pueden entrar a ver a sus amigos o sus vecinos de antes».

La pacificación de la movilidad en esta zona ha tenido además efectos contrarios a lo que se pretendía. Por ejemplo, Loredana e Ivar, que regentan un negocio de alquiler de bicis desde hace 7 años han visto como ha caído su público. «Antes venían los turistas, aparcaban y alquilaban una bici. Se iban a dar una vuelta y luego volvían a su punto de origen con su coche. Ahora esto no pasa. Por eso, la APR y la zona verde solo para residentes han sido malísimas para nuestro negocio». Ivar no entiende además porqué se ha implementado esta medida ya que el tráfico en el centro «estaba mucho más calmado».

Ya hay comercios y establecimientos que han optado por bajar la persiana. La falta de alternativas con el transporte público, -más allá del taxi, de acudir caminando o en bici-, ha llevado a algunos negocios a cerrar. Es el caso de La Comisaría, cuyo propietario desistió tras la puesta en marcha de las cámaras y decidió retornar a Canarias.

Julia de la Rúa, directora cultural, de la Editorial Araña, enclavada en la calle Alta, también está indignada. «Han creado un gueto, varios de mis escritores se niegan a acudir aquí a la sede de mi editorial porque han venido y les han multado», subrayan. Como Loredana e Ivar, también Julia se queja del vandalismo y del botellón que se da en ciertos puntos del barrio. «Esto es demencial y denunciable» se lamenta mientras se plantea marcharse a Madrid.

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