No hace falta viajar a Catar para ver a trabajadores inmigrantes que fallecen tras pasar por condiciones de esclavitud. A las afueras de València hay una fábrica abandonada donde han muerto tres este año. En febrero falleció Abraham, un collidor de naranja que trabajaba en el campo pese a su cáncer hepático. Se apagó en un sótano oscuro que a penas da para ponerse de pie. Y murió después de tres días sin moverse con el frío en los huesos. Dejó dos hijos y una mujer en Ghana.

Una semana después murió Richard, tirado encima de una manta a la entrada del asentamiento que es una colonia de migrantes ghaneses. Sus compañeros lo encontraron sin vida por la mañana. Era un hombre conocido por las vecinas del barrio de Benimaclet por su buen humor y apoyo a las actividades de la zona. Se desconocen las causas de la muerte.

Este domingo murió Frempong, de 57 años, también por causas desconocidas. Aparcaba coches cerca de una discoteca de la ciudad, y sus compañeros cuentan que, desde que falleció su mujer, se dio a la bebida y a las pastillas. "Bebía, pero no comía. Intentamos convencerle de que parara pero no hizo caso", lamenta un compañero.

Entrada de la habitación donde falleció el último temporero en la fábrica abandonada de València German Caballero

Más allá de causas médicas Richard y Frempong murieron por lo mismo: por ser inmigrantes y pobres. Los dos primeros fallecieron en febrero, con solo una semana de diferencia. El último hace dos días. En los ocho meses que separan los acontecimientos no ha cambiado nada en la fábrica. Ni siquiera sus habitantes. Siguen Youssef, Mohamed y Kas.

"El ayuntamiento de València no ha sacado a ninguno de la calle. Ni uno solo desde que Richard murió en febrero, todos siguen aquí", denuncia Mohamed Mboirick, activista de la Unión Africana de España, que acude todas las semanas a dar comida, alimentos, y algo de compañía a estas personas.

Pero no son los únicos que les visitan. Servicios sociales ha acudido en muchas ocasiones en este tiempo, también Cruz Roja, y se les han tramitado ayudas como la Renta Valenciana de Inclusión a quienes ha sido posible. Pero aún así siguen viviendo en esa fábrica.

Mohamed, uno de los temporeros que vive en la fábrica abandonada de València. German Caballero

El ayuntamiento se escuda en que ha hecho todo lo posible y que hay albergues a su disposición para que entren. Los temporeros contestan que esos albergues tienen horarios muy estrictos, y no les permiten salir del edificio pronto por la mañana, cuando van a trabajar. Servicios sociales asegura que tienen centros con condiciones más laxas llamados CAES, que suelen abrir días de lluvia o mucho frío. El que abrieron durante la última DANA tenía solo 16 plazas.

Fuentes de servicios sociales aseguran que, pese a poner medios, ellos "no quieren irse de la fábrica. Y esto es ya una decisión personal, muchos no quieren irse y tú no puedes obligarles", explican. Los temporeros de la fábrica a la que ha acudido este periódico se pillan un buen cabreo al escuchar esto "¡Llevo trabajando aquí 15 años! ¡Y desde entonces estoy en la fábrica porque nadie me alquila un piso¡ ¡Es lo único que pedimos al ayuntamiento y a Cruz Roja cuando vienen, un piso que podamos pagar!", exclama Mohamed, que sale del recinto en bici hacia la furgoneta para empezar a coger la naranja.

Sin oportunidades

Muchos tienen los papeles en regla en España, con permiso de trabajo y residencia. Pero ni con esas pueden dejar de vivir como si fueran perros callejeros. La mayoría están condenados a la esclavitud del campo, donde ganan a duras penas 23 euros diarios, por jornadas que superan las doce horas.

Valencia. Otro temporero que vivia en La Garrofera muere, esta vez de frio German Caballero

"Te pagan por capazo, y si eres muy rápido puedes llegar a 30 euros, pero luego hay que descontar los 7 euros que te cuesta el viaje en furgoneta", explica Youssef mientras barre el suelo de su 'habitación' de la fábrica y espanta a un gato. Antes había muchos más felinos en malas condiciones, pero la concejalía de bienestar animal se encargó de darles cobijo. Es lo único que ha cambiado desde que dos personas murieron en febrero. Ahora ya no hay tantos gatos.

A los temporeros los cogen a las 7 de la mañana en la rotonda de Miramar, y trabajan "hasta que el camión se llena, no miramos las horas". Muchos llevan así desde 2007, y a temporadas van y vienen de València. Algunos incluso pueden permitirse volar a Ghana para coger vacaciones y volver. El objetivo de muchos es levantar cabeza, conseguir algo que puedan alquilar y construir una vida con sus familias, pero la enorme mayoría no lo han conseguido.

Muchos, después de una vida reventándose a trabajar por cuatro duros, vuelven a África. Uno que no va a salir en los periódicos también tiene 57 años y estaba enfermo de cáncer. Trabajó durante años enfermo. Hasta que la semana pasada cogió un avión para reunirse con su familia en Ghana y allí, en su tierra, murió este sábado. El mismo día que Frempong, pero a miles de kilómetros de distancia. No aparecerá en las estadísticas, pero es otra persona muerta después de años esclavizado los campos de España.