"Mi hermano nunca me dijo que vivía en estas condiciones". Con estas palabras define cómo se sintió Kess Frempong cuando visitó ayer la antigua fábrica de Benimaclet donde malvivía su hermano Martin, que falleció hace una semana en el entorno de esta vieja instalación industrial. Kess Frempong fue a ver la nave industrial en ruinas en compañía de Richard Kobena, de la ONG Kobena and Ko, que trabaja con ghaneses afincados en València. Además la acompañaron dos componentes de la asociación de vecinos de la zona. La mujer ha viajado desde Francia a València.

Según fuentes municipales, Martin Frempong no murió de frío, si no "por causas médicas, por una patología del corazón que sufría hace tiempo y de la que no quería ser tratado en el hospital".

"Me llamó por teléfono Richard y me comunicó que mi hermano había fallecido", afirma. Al ver el inmueble en ruinas, empezó a entender algunas cosas. "Cuando hablaba con mi hermano nunca me contó que estaba aquí, de hecho cuando le propuse venir a visitarlo alguna vez, nunca quiso". Vestida de negro, y a pocos metros, de dónde murió este hombre, relata: "tenía 56 años y tiene dos hijos en Ghana". Su familia es muy amplia, cuenta, y reside en el país africano fundamentalmente. Está muy apenada por lo ocurrido pero "quiero agradecer a las personas que me han ayudado" a conocer más detalles de este triste suceso porque en España "no tengo familia ni conozco a personas que pudieran ayudarme". La mujer confía en que el lunes pueda ser enterrado su familiar.

Mientras, en la Garrofera sigue la vida. Ayer, Richard Kobena informó a sus compatriotas de la noticia avanzada por Levante-EMV. Este grupo de migrantes serán desalojados en los próximos días y realojados en un albergue municipal. Los Servicios Sociales del Ayuntamiento de València tienen censadas a unas 27 personas. Sin embargo, este número puede variar pues como comenta Isaac Maxwell, un chatarrero que vive en La Garrofera, "recientemente han venido más ghaneses de Lleida, Barcelona o Huelva para trabajar en la naranja". Isaac confiesa que están "muy preocupados" porque no saben qué pasará a partir de ahora.

Isaac y Richard charlan junto a un tendedero con ropa limpia, rodeado de escombros. Fernando Bustamante

"En el albergue no podré guardar la chatarra"

"Somos bastantes personas, cada uno trabaja en un sitio y claro ir a un albergue no es una solución para todos", explica en su más que correcto español. Isaac es chatarrero por tanto si es alojado en un albergue no podrá guardar los materiales que acumula y luego revende. Otros compañeros relata, son aparca-coches, temporeros en el campo y hay un carpintero que ha fabricado . "La mayoría somos de Ghana, pero también hay de Camerún, Senegal y dos españoles, un hombre y una mujer", cuenta. Por la noche, cuando todo el mundo vuelve de trabajar "es la mejor manera de hablar con todos, el ayuntamiento debería preguntar a cada cual su opinión". Isaac Maxwell llegó a España el 16 de octubre de 2004, tiene 45 años y arribó "en una patera a Fuerteventura". Explica que en la vieja fábrica de Benimaclet malviven desde hace 9 años al menos migrantes, sobre todo africanos. Por tanto, este problema ya viene de los tiempos de Rita Barberá y el PP.

Cuando se accede a las naves en ruinas, rodeadas por escombros, sorprende el orden con que está todo organizado. Cada cual tiene sus enseres y pequeñas propiedades. Una pequeña cocina de gas butano, enseres para cocinar, tendederos, incluso una placa solar para cargar el móvil. Además, hay una casa de madera "con dormitorio, comedor, baño que se ha construido el carpintero". Incluso hay varios habitáculos, cerrados con candados, donde duermen estos sintechos "y un sótano" donde están los españoles. En otra de las naves, hay colchones amontonados para dormir por la noche. Mientras abre una de estas mini-estancias donde hay una gran bolsa, Ismael Agetey cuenta que cuando reúne algo de dinero como aparca-coches, "compro ropa en el Mercado del Cabanyal, preparo una caja grande y la envío a mi país". Tiene 3 hijos de 17, 10 y 7 años, dos chicas y un chico. "Todo lo que ahorro se lo mandó a ellos para pagar la escuela", comenta. Ismael tiene que irse el lunes a Zaragoza porque tiene pendiente una multa. "No quiero vivir aquí, quiero conseguir mis papeles, lograr un trabajo menor y poder pagar un piso", comenta con ciertas dificultades.

En la Garrofera, cuyo paisaje recuerda a unos de los edificios bombardeados por los rusos en Ucrania, dicen que no pasan frío. "Tenemos mantas y anoraks -insiste Isaac-, las mantas nos las trajo la parroquia, y Cruz Roja; tenemos estufa, con bombona, de verdad no pasamos frío". En la calle sí. Temen que si el ayuntamiento va a tapiar la fábrica, acaben durmiendo en un banco. "En el invierno no podemos dormir en la calle", comenta Ismael. En cuanto al agua, proliferan las garrafas y "cogemos agua de una fuente de la rotonda de las universidades" para beber, asearse o lavar.

Te puede interesar:

Robert se ha marchado de La Garrofera

¿Y qué pasa con Robert? Este hombre es un enfermo crónico, que está mal del riñón e incluso lleva una bolsita para hacer sus necesidades. Isaac cuenta que cree que está en un albergue vinculado a una asociación benéfica en la Avenida de Constitución con la calle Sagunto, cerca de la rotonda. Los Servicios Sociales del Ayuntamiento de València temen que pueda fallecer en los próximos días porque tiene que someterse a diálisis y no quiere. Sus compatriotas relatan que estuvo en el hospital, al parecer un par de meses, y que salió para alojarse en este lugar.