Treinta campanarios mantienen vivo el "repic" de hace siglos

La declaración Unesco refuerza el trabajo de las últimas décadas para salvar los toques manuales

Una campana asoma por la 
torre de los Santos Juanes.

Una campana asoma por la torre de los Santos Juanes. / MOISÉS DOMÍNGUEZ. VALÈNCIA

Moisés Domínguez

Moisés Domínguez

El volteo manual de campanas es una actividad felizmente recuperada en las torres de la ciudad. Arriba, un campanero de la catedral, trepando con la cuerda en el Micalet, el más sistematizado desde hace décadas. A la derecha, toques manuales en San Nicolás y miembros de Sant Joan de Boatella, de los Santos Juanes.

Es curioso el mundo de campanas y campaneros, que tienen a sus espaldas una historia de individualismo, cuando no de rencillas o recelos, como mínimo sorprendente. A pesar de lo cual, la Unesco, que de eso nada sabe, ha concedido al repique manual de campanas en España la condición de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Algo especialmente importante en la Comunitat Valenciana y en el propio «cap i casal», donde, hace ya más de un cuarto de siglo, hacer sonar los campanarios se convirtió en una operación rescate. Aún desconocido para el gran público, pero en crecimiento. Ahora, para subir a ver un repique en directo en la catedral ya hace falta cita previa. Empiezan a estar demandadas las citas del 9 y 10 de diciembre, los vuelos de bienvenida al nuevo arzobispo.

Treinta campanarios mantienen vivo el «repic» de hace siglos

Treinta campanarios mantienen vivo el «repic» de hace siglos / MOISÉS DOMÍNGUEZ. VALÈNCIA

A poco que se sepa cómo se maneja la Unesco a la hora de conceder los patrimonios, el toque manual de campanas tenía muchas posibilidades de entrar en la lista de privilegio: una técnica ancestral, de difícil conservación, transmitida de padres a hijos. «A lo largo de los siglos, el toque de campanas ha servido como medio de expresión y comunicación en España, cumpliendo una serie de funciones sociales, desde el intercambio de información, hasta la coordinación, protección y cohesión. Los mensajes codificados transmitidos a través del timbre son reconocidos por las distintas comunidades y ayudan a estructurar la vida local», se explicaba en el informe presentado.

Uno de los valores del tañido de campanas tiene su punto mítico. Son los únicos sonidos que se conservan de otra época, casi de otro mundo. Se escuchan como lo hacían los ciudadanos hace siglos, mucho antes del primer registro fonográfico que grabó a la primera celebridad. Pero de milagro. «En los años sesenta se pensó que las tradiciones debían desaparecer para ser «modernos» y empezaron a electrificarse los campanarios», refieren los Campaneros de la Catedral. «Los yugos de madera fueron sustituidos por otros metálicos, y las campanas ya no podían ser tocadas manualmente y los mecanismos no reproducían, los toques tradicionales». En los ochenta, «desde la Generalitat Valenciana se propuso generar un nuevo modelo de restaurar las campanas, las instalaciones y los toques. Las nuevas instalaciones permiten recuperar el sonido original».

Treinta campanarios mantienen vivo el «repic» de hace siglos

Treinta campanarios mantienen vivo el «repic» de hace siglos / MOISÉS DOMÍNGUEZ. VALÈNCIA

«Lo importante es que se ha conseguido alcanzar una normalidad. Que tocar manualmente las campanas ya no es algo exótico. Se imparten clases, se investiga, se invita a expertos a conferencias y se ha rejuvenecido mucho la afición», asegura Francesc Llop. Afición porque, como él mismo reconoce, «al final, somos unos frikis que nos gusta esto a rabiar». En la actualidad se toca manualmente en treinta campanarios diferentes de la ciudad. «En muchas de ellas puede ser una vez al año, pero ya es importante». Cuatro son los grupos estables en la ciudad: Campaners de la Catedral, Mestres Campaners, Campaners Sant Joan De Boatella (de los Santos Juanes) y Campaners de Campanar (de la parroquia de dicho barrio).

En 2013, los toques manuales de la catedral fueron declarados Bien de Interés Cultural Inmaterial de la Comunitat Valenciana -junto con los de Albaida (los que tuvieron la idea y promovieron la candidatura ante Unesco), Segorbe y Castelló-. Cuando se fundieron no existía el concepto de contaminación sonora, que se ha saldado en la ciudad, tras no poca polémica, en una regulación para silenciarlos de 10 de la noche y limitando los volteos generales a las fiestas grandes. «Se definen y protegen los toques, cosa que antes no ocurría». Escucharlo a pie de campana no tiene precio. En la calle, también.

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