Purgas y vaivenes en el callejero de València

El centralismo borró de Ciutat Vella los nombres populares y el franquismo cambió 400 calles

La plaza de la Reina es el centro topnímico y origen de València y ha sido renombrado en diez ocasiones, tres de ellas (1813, 1820 y 18875) como plaza de la Constitución

La plaza de la Reina es el centro topnímico y origen de València y ha sido renombrado en diez ocasiones, tres de ellas (1813, 1820 y 18875) como plaza de la Constitución

«Toponimia y memoria urbana» es el título de la publicación que analiza los orígenes, evolución y las grandes transformaciones vinculadas a cambios políticos del nomenclátor de calles de València. El autor, Luis Fernández Gimeno (València 1976), analiza cómo los grandes cambios políticos, desde el siglo XIX hasta la actualidad, han llevado asociados cambios en la rotulación de las calles tanto para rendir homenaje o destacar hechos históricos como para purgar o borrarlos del espacio público.

La instrumentalización de la toponimia urbana con fines ideológicos arrancó, según el Fernández Gimeno, en 1812 tras la Guerra de la Independencia y la instauración del Estado liberal. Supuso el primer gran cambio en el callejero. La guerra contra los franceses y la constitución de Cádiz tuvo reflejo por primera vez en el callejero, en espacios tan destacados como la actual plaza de la Mare de Deu o de la Virgen, centro topográfico del nacimiento de València cuya denominación hístorica era desde el siglo XVI plaza de la Seu y que ha cambiado hasta en diez ocasiones de nombre. Ha sido plaza de la Constitución, Real Plaza de Fernando VII, de la República Federal y de Vinatea.

Hasta la guerra de la Independencia, la toponimia de València era orientativa y funcional, se basada en nombres populares que señalaban donde estaban las alquerías, caseríos, los gremios o las iglesias. La calle San Martín se llamaba así porque allí estaba la iglesia, o el portal de Valldigna indicaba una de las puertas de la ciudad.

Las denominaciones populares se han mantenido en muchas calles del Ciutat Vella, pese a las al menos cinco grandes oleadas transformadoras de la toponimia que ha vivido la ciudad.

Si el nuevo estado liberal introdujo cambios en el callejero, la vuelta de los moderados al gobierno trajo los suyos con la Real Orden de la Onomástica Urbana. Como consecuencia de los principios centralistas y uniformadores llegados de Madrid a partir de 1859 el nomenclátor de València sufrió otra transformación, que se cebó con algunas denominaciones del «dialecto popular» que se consideraban vulgares o «indecorosas». Los nombres en valenciano, como calle Figuereta o Tarongers se castellanizaron y llegaron al absurdo deformando denominaciones como la calle En Sala, que acabó en un alarde de disglosia llamándose «calle Ensalada», o «Na Jordana», que en vez de traducirse como «Doña Jordana» se quedó en «La Jordana», o la popular plaza del Pouet de Sant Vicent, que pasó a ser «plaza del pozito».

Esta fue la primera gran transformación sufrida por el callejero. Entre finales del siglo XIX y principios del XX se perdió el 50% de la toponimia tradicional y popular de Ciutat Vella. Hubo incluso vecinos que renegaban de la denominación tradicional de sus calles y pidieron al gobierno de la ciudad cambios de rotulación en un intento de dar prestancia al espacio público con nombres de personaje ilustre, como políticos o médicos.

Luis Fernández, topógrafo, investigador y divulgador, ha dedicado tres años a la elaboración de la primera toponimia histórica de València que esta semana se ha presentado en el Ayuntamiento de València, donde la concejala de Cultura, Gloria Tello, destacó que esta nueva publicación «ilumina el nomenclátor y propone interpretaciones» del mismo que hasta ahora no se había hecho. «Las ideologías políticas, todas, han tratado de instrumentalizar el nombre de las calles», explica el autor del libro. Se ha hecho para ensalzar hazañas, homenajear a sus prohombres y también para condenar al ostracismo los símbolos de la ideología contraria.

Durante el primer tercio del siglo XX la ciudad de València es eminentemente republicana. El blasquismo tuvo una gran influencia en el callejero. La figura y obra de Vicente Blasco Ibáñez se ensalzaba en calles y plazas, entre ellas las calles Barraca, Mare Nostrum y Fontana Rosa, la villa donde murió, a su mujer, en el Cabanyal.

Durante la República se llevó a cabo la tercera gran transformación. Se eliminaron los nombres relacionados con los borbones, como la plaza de la Reina o María Cristina.

Ya durante la guerra civil hubo una nueva purga en el callejero. Entre julio del 36 y principios del 37 hubo una locura. «La calle se incendió». Se dedicaron calles, de manera totalmente extraoficial , a la Pasionaria, a Largo Caballero e incluso a soldados y milicianos, en algunos casos con rudimentarios carteles de madera. Hasta el punto de que el ayuntamiento tuvo que tomar medidas y decretar que hasta que no acabase la guerra no se cambiarían nombres. Tras la contienda el arquitecto municipal, Javier Goerlich recibió el encargo de hacer limpieza de placas y declarar nulas todas las que se habían colocado por el bando republicano.

Calle Cervantes

Calle Cervantes

Con la victoria del franquismo y la dictadura se llevó a cabo la mayor limpieza del callejero conocida hasta ahora. Se renombraron 400 calles. «Fue una limpieza en toda regla con intencionalidad de condenar al olvido de la memoria republicana y progresista». El ensañamiento con Blasco Ibáñez, como gran defensor de la República, fue tremendo. Se confiscó el chalé de la playa y se borró su memoria de la toponimia. Cuando Max Aub volvió del exilio hizo notar que Jacinto Benavente tenía una avenida en València mientras que de Blasco Ibáñez, escritor de fama internacional, no quedaba rastro en el espacio público. Por eso antes incluso de morir franco ya rehabilitó, en su faceta literaria, la figura de Blasco Ibáñez . Muerto el dictador, Blasco Ibáñez tuvo por fin reconocimiento en la toponimia y el proyectado paseo al mar paso a ser la avenida Blasco Ibáñez.

Hasta la aprobación de la ley de la Memoria Histórica en 2017 aún quedaban muchas calles dedicadas a personajes franquistas. Al menos 30 estaban en Tres Forques, en grupos de viviendas sociales. Fue una barbaridad que matasen al matrimonio Alcantara-Ríos pero otra cosa es que siguiera habiendo barruis enteros dedicados a falangistas.

El primer ayuntamiento democrático de Ricard Pérez Casado llevó a cabo una revisión del nomenclátor limitada. Se cambiaron los nombres de plazas o calles importantes, como la plaza del Ayuntamiento (antes del Caudillo). «Se cambió lo más gordo y se dejó aparcado el resto».

Con el nuevo gobierno progresista se ha profundizado en la revisión. Se ha llevado a cabo el cambio de nombre de medio centenar de calles que han sido dedicadas en muchos casos a mujeres ilustres. Ha sido un proceso riguroso, basado en un informe de la Universidad de València en el que se han buscado pruebas documentales, como cartas o publicaciones, que avalasen el claro pasado falangista del personaje a expulsar del nomenclátor.

El caso del médico López Ibor ha sido uno de las más polémicos. «No se trata de cuestionar la importancia o las aportaciones a la ciencia del personaje, pero si de reconsiderar si merece estar en el espacio conmemorativo de la ciudad», expone Luis Fernández. Los revisionismos actuales son, con todo, «un poco peligrosos y pueden dar pie a visiones sesgadas», destaca el investigador.

Es el caso de Vinatea, cuya escultura en la plaza del Ayuntamiento se cuestiona, que «no es un personaje que esté ahí por matar a su mujer». «Si aplicas la mirada actual a personajes históricos, sobre todo de la Edad Media, nos quedamos sin calles», asegura el autor. «Se podría decir que Martorell era un putero y que otros eran misóginos», comenta. Vinatea fue un personaje que los románticos rescataron en el siglo XIX como símbolo de la lucha del pueblo contra el poder, es un personaje transversal. De hecho durante la guerra civil, el gobierno republicano renombró la plaza de la Reina como plaza de Vinatea.

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