El reto de curar a animales gigantes, salvajes y desconfiados

El Bioparc es por unos días el epicentro de una medicina que se enfrenta al desconocimiento de los animales tratados o la naturaleza de especies que, por instinto, ocultan su enfermedad 

Expertos en elefantes trabajan la prevención durante el congreso celebrado en Bioparc

Expertos en elefantes trabajan la prevención durante el congreso celebrado en Bioparc / Bioparc

Claudio Moreno

Claudio Moreno

¿Cómo se cura a un animal desconfiado?¿Qué cantidad de anestesia se necesita para dormir a un elefante?¿Cuál es la manera menos temeraria de sacarle sangre a un león? Velar por la salud de cualquier animal entraña una dificultad, pero si a esto se añade que los animales pertenecen a especies salvajes y, en ciertos casos de manejo difícil, la tarea veterinaria se vuelve realmente complicada. Una tarea que estos días está siendo objeto de reflexión en el Congreso de Medicina Veterinaria de Animales de Zoológico y Fauna Salvaje, celebrado en el Bioparc de València hasta el domingo 11 de junio, y al que asistirán 400 profesionales. 

«Esta disciplina se diferencia de la veterinaria con animales domésticos por el tipo de paciente que tienes entre manos», introduce Miguel Casares, director técnico de Bioparc València, doctor en Veterinaria y responsable del congreso. «En nuestro caso apenas hacemos trabajo clínico, casi todo está orientado a la prevención de enfermedades mediante la nutrición, los controles veterinarios y el trabajo en la adaptación de los animales en grupos estables. Intentamos evitar los problemas porque es muy difícil llegar al diagnóstico de un animal salvaje», señala Casares. 

Las dificultades que se oponen al citado diagnóstico son muchas y variadas, desde el desconocimiento sobre las especies salvajes («perros y gatos tienen taxonomías parecidas y cada uno cuenta con muchos libros diferenciados de medicina interna, imagina las especies del zoo»), hasta la dificultad para conocer el peso de animales poco manejables o directamente hostiles de cara a suministrarles la anestesia. 

«Funcionamos con análisis veterinarios que vamos comparando cada cierto tiempo, pero para ello antes necesitamos hacer entrenamientos médicos. Conseguir primero que los animales se acerquen y luego que se queden parados hasta el punto de poder sacarles sangre. Con los elefantes por ejemplo es fácil porque son dóciles y se prestan mucho a ello», explica el veterinario, «sin embargo, otros como los gorilas son muy desconfiados. Al final siempre está el recurso del dardo con la inyección de anestesia, pero es muy molesto para los animales. Nosotros nunca lo hemos hecho», narra Casares.

Otro de los problemas que se encuentran los veterinarios surge después de una intervención quirúrgica, con la reintroducción del animal en su grupo. «La integración es difícil porque los animales son jerárquicos y muchas veces ocurre que el ejemplar intervenido pierde su estatus dentro del grupo. Nos pasó con un facóquero, que perdió su sitio en 24 horas y nunca más se pudo reenganchar», revela el director técnico de Bioparc. 

Y no acaban ahí las dificultades del veterinario de un zoológico. A veces, por más que se intenta, resulta imposible conseguir un diagnóstico: «Ocurre que aunque hayan nacido en el zoo son animales salvajes, de modo que ocultan su debilidad para no atraer a los predadores. Es selección natural. Cuando fallecen y se le practica la necropsia es sorprendente descubrir cómo había resistido en semejantes condiciones».

El tamaño importa

Casares detalla que el enfoque clínico es diferente en función del tamaño de los animales («por ejemplo hay que tener mucho cuidado cuando se anestesia a una jirafa porque cae de muy alto y se puede golpear la cabeza»), explica que a los animales se les hace un seguimiento que a ojos de alguien lego rozaría lo estético («a los elefantes se les controla las pezuñas cada mes») y desvela que los animales salvajes del Bioparc están expuestos a las mismas enfermedades que las mascotas y el ganado en la Comunidad Valenciana, como puede ser la leishmaniasis. 

Por último, el director del congreso que estos días se celebra en València responde a dos de las preguntas planteadas al inicio del texto: la mejor manera de extraer sangre a un león es con una valla metálica de por medio (se acabaron los tiempos de Ángel Cristo) y para dormir a un elefante basta con 5 mililitros de un anestésico muy potente.