Una procesión de fervor y caos
El Ejército vuelve a escoltar la imagen

Fernando Bustamante

Las autoridades eclesiásticas competentes, juntas o por separado, deberían echarle una pensada a la Procesión de la Virgen. Lo primero que hay que decir es que el acto tiene el éxito social garantizado. Por ahí no hay problema. Y hasta podría decirse que, entrando la imagen de vuelta a casa a las diez menos veinte, se podría considerar que el acto fue un éxito -también es verdad que lo del año pasado, a las once de la noche pasada, no podía ser peor-. Pero una Procesión como toca no puede permitirse 45 minutos de parón. Eso es una falta de respeto a la feligresía que aguarda ilusionada. ¿Qué pasó? Pues que hay colectivos que no merecen desfilar en posición privilegiada. Colectivos que procesionan muy cerca de la imagen y que, premeditadamente, aminoran la marcha para pararse, gustarse, mirar hacia atrás. "Es que queremos verla".
Como si no se la pudiera ver cada día o quedándose entre el público. Pero en una Procesión, donde parece ser más importante lucir galones, chaqués, capas, bandas, sables y medallones que dar escolta civil a la Patrona. "Todos los años hacen lo mismo y todos los años son los mismos". Sirva gráficamente: después de la corte de honor (la de la Virgen), el cortejo se cortó a la altura de la Plaza de la Reina. Y desandando el camino, no volvía hasta final de Bolsería. Medio kilómetro de vacío indecente ante un público que abarrotaba el camino preguntándose qué pasaba. Finalmente hubo que ponerse serio con ellos (los Seguidores iban de un lado para otro con el "venga, venga") y el cortejo aceleró a fuerza de brazo de, todo sea dicho, esforzados y meritorios porteadores.

Moisés Domínguez
Y luego está lo de las Fallas, con las que habría que preguntar definitivamente qué se quiere con ellas. Porque sí, salieron una Cruz Procesional, pero no con "la" Cruz Procesional. Siguen saliendo como un colectivo de segunda división. Y dieron una lección de organización y celeridad.
La Procesión lo tiene todo dicho desde hace años y años. Calles abarrotada, gente de todas las edades y cientos de dispositivos móviles para captar, sobre todo el tránsito por Caballeros y Avellanas.
Se estrenó María José Catalá como presidenta del desfile. Y detrás volvió el piquete militar, ausente el año pasado por prescripción del Ministerio de Defensa. Al grito de "Viva el Ejército Español" recibieron parabienes.
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