La Torre se convierte en una carretera del horror
Miles de personas recorren el barrio, convertido en un escenario dantesco, buscando refugio en València
El pueblo del Sur es una de las zonas afectadas perteneciente al término municipal de València
Los Bomberos recorren las calles recomendando subir a pisos altos ante el peligro de otra crecida
La Carretera Real de Madrid, la vía que atraviesa el barrio de La Torre se ha convertido en un camino de horror. Miles de personas la cruzan, sorteando el barro, a dos direcciones. La gran mayoría en busca de la salvación en el "cap i casal". Policía y Ejército ha tomado el puente que lo separa de la Creu Coberta. "Aquí no hay peligro" indican, en relación a una ciudad que ha salido ilesa de la tragedia. "Eso quiero, eso quiero" dice un joven matrimonio que llega, embadurnado de barro hasta las rodillas.
Es una romería patética, en silencio, sólo interrumpido por alguna persona que cruza gimiendo de tristeza. Llevan lo justo: botellas de bebidas, el transportín con el animal de compañía, un fardo con ropas. Alrededor, automóviles destrozados. La Torre sería un escenario de guerra si no fuera porque el barro y el agua dejan claro lo que ha sucedido. No respeta ni los comercios más emblemáticos, obligados ahora a sacar barro por una buena temporada.
Hasta el emblemático Horno La Torre permanece cerrado a cal y canto, con las persianas en buen estado, aunque taponadas por restos de suciedad y hojas. La Torre conserva mucha idiosincrasia de pueblo, con lo que muchas viviendas parten a pie de calzada. Muchas son las puertas desguazadas por la fuerza del agua. La zona junto a las vías del tren presenta también un aspecto terrorífico: ahí fueron arrastrados infinidad de vehículos, que se apilan a varias alturas.
La pasarela peatonal se ha convertido también en una auténtica procesión de personas en los dos sentidos. Los que iba a València, apoyándose en una caña que hace las veces de bastón. Entre los que bajan hacia el sur, gente con palas y escobas. Un joven matrimonio se dirige entre sollozos de ella. "Mis abuelos. Sé que están bien porque subieron a piso de arriba, pero quiero ir a verlos y comprobar que no les falta nada".
La Torre necesitará mucho tiempo para volver a ser lo que era. Los coches se acumulan por cientos. Haciendo caprichosas figuras o incrustados en cualquier rincón. En el hito que anuncia la llegada al pueblo se acumulan también los coches destrozados. Y otro yace debajo del ficus centenario que adorna la plaza de la iglesia de Nuestra Señora de Gracia, recientemente remodelada. El párroco, Salvador Pastor, está destrozado: "es un barrio trabajador con familias que viven en condiciones muy básicas, por lo que las consecuencias van a ser dramáticas, confiamos en que declaren la zona catastrófica, porque si no, los vecinos no van a poder hacer frente a esta situación tan dramática. Es difícil hacer un balance de familias afectadas, sólo en caritas parroquial se atiende cada semana a unas 190 familias, y esto ha afectado a muchísimas más, por lo que la totalidad podría superar el medio millar. En estos momentos no podemos ofrecer ningún tipo de ayuda material desde la parroquia, ya que se encuentra totalmente inundada, con un metro y medio de agua, y casi tres palmos de barro, tanto en las dependencias como en la sacristía. La puerta del templo está colapsada por una pila de vehículos amontonados por la fuerza del agua y carece de red eléctrica”.
El párroco valenciano, asegura que el efecto de la DANA “ha sido devastador, en esta zona no estaba lloviendo, pero llegó toda el agua de los barrancos que se han desbordado, y entró con tanta fuerza que anegó el barrio entero, exceptuando algunas zonas más elevadas de las viviendas, fue como un tsunami. La Torre es un barrio con muchas viviendas de baja altura, a pie de calle, que junto a comercios y locales han sido completamente inundados”.
Acceder a la alcaldía pedánea es prácticamente imposible porque en esas calles los coches hacen tapón. Lo mismo que los aledaños del Colegio Padre Manjón. Por allí también se ve junto a sus furgonetas. Uno, achicando. Otro entra para llevarse la documentación. Contenedores destrozados, un buzón de correos derribado junto a la antigua Harinera.
"¡Suban a los pisos altos!"
Los vecinos que achican agua ya de los bajos hacen un relato que ya es conocido: "fue rapidísimo, en un visto y no visto". Señalan una pared: "mira hasta donde llegó. Un metro y medio". Y no sólo eso: "el pánico". Otros se convierten en espectadores: los vecinos de fincas altas, que tienen una visión de conjunto. "¡Dejar de hacer fotos y marcharos, que va a venir otra tromba!" gritan desde un balcón. Poco después es el camión de bomberos quien lo anuncia. "Rogamos suban a los pisos altos. Hagan correr la voz" dice una megafonía mucho más personalizada de lo normal.
Llega una joven embarazada acompañado de su pareja, éste con varias bolsas de plástico y visiblemente afectado. La chica está bien, la introducen en una ambulancia para prestarle ayuda. Lo mismo que a un señor, al que han vendado la rodilla. Las personas mayores preocupan. "Abuelo, ¿donde va?" le pregunta uno de los vecinos que limpia su portal a un anciano que marcha con paso vacilante y puede caerse por el barro.
Hasta un autobús de la EMT se ha quedado encallado en medio de la avenida. Dos jóvenes se hacen un selfi. "Es nuestro autobús de todos los días". Ahora, todos van a pie en busca de una tierra de salvación, esa València que ha quedado indemne.
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