La dana de Faitanar: una alquería derruida y la huerta regada de basura
La barrancada anegó el barrio de Faitanar y asestó la última estocada a sus alquerías, un patrimonio agrícola de más de tres siglos. La dana también derrumbó la tapia de un gran vertedero habitado y esparció la chatarra sobre la huerta productiva

La dana derrumba la alquería de Rocatí, en Faitanar / C.Moreno
Faitanar es un anacronismo. Una extensión rural de València formada por alquerías diseminadas entre autovías y catenarias. Algunas viviendas se ubican a escasos 800 metros del barrio de San Isidro, al otro lado del nuevo cauce, pero anímicamente no podrían estar más lejos de la ciudad. Cuando se cumple un mes de la dana Levante-EMV visita a los pocos vecinos que siguen habitando la pedanía del sur y estos aprovechan la atención mediática para exorcizar sus males, que son muchos y variados.

Boro Borcha posa con un cuadro de la alquería Rocatí / C.Moreno
El más reciente es bien conocido. El 29 de octubre un tsunami de lodo sorprendió a Boro Borcha en el salón de una de las tres viviendas en que se dividió la alquería Maroto, de finales del siglo XV. El agua anegó la casa en pocos minutos, el profesor jubilado de la UPV saltó de su silla de ruedas y subió la escalera «a culadas», peldaños a peldaño, hasta alcanzar la andana donde se refugió el resto de la noche. La riada se tragó el patrimonio agrícola de Faitanar y todo lo que había dentro de él. La mañana siguiente el campo era una laguna marrón.

El cobertizo de Vicente Lluch sigue cubierto de lodo seco / C.Moreno
En la puerta contigua, Vicente Lluch enseña un trastero con herramientas de labranza cubierto de lodo seco. En la verja de la piscina cuelgan cuatro pares de botas de agua. «Lo peor de las alquerías es la humedad y ahora tenemos demasiada», dice el arquitecto, un enamorado de las construcciones de huerta, azotadas por la gota fría del siglo. Desde la riada su familia ha sacado seis camiones de enseres directos al contenedor. Los han tenido que costear ellos porque, según cuentan, apenas han recibido ayuda institucional.

La alquería Maroto señalada en un mapa / C.Moreno
La alquería Maroto tiene enfrente siete hanegadas de cebollas y un solar sembrado de chatarra. El inmenso terreno de una empresa privada está gobernado desde hace años por varias jaimas de plástico en el centro de un mar de basura. Ante estaba cercado por una tapia, pero la dana derrumbó los muros y dejó al descubierto el vertedero, esparciendo la chatarra por toda la huerta productiva. Los residuos llegaron a levantar un autobús de una empresa aledaña.

La huerta y el vertedero que se derramó sobre ella / Levante-EMV
No muy lejos del descampado viven otras tres familias en la alquería Burguet, del siglo XVII. Marimar Ávarez explica que estas edificaciones de paredes gruesas sin cimientos acostumbran a resistir ante las riadas, ella ha vivido varias, pero no tanto frente a los planes de protección en zonas inundables. La vecina de Faitanar creció en la alquería del Soldado, demolida en los años 60 con el Plan Sur.

Botas de agua colgadas de una verja en Maroto / C.Moreno
Siguiendo el camino rural aparece Rocatí, alquería que hace un siglo funcionó como colegio para los niños de Xirivella y La Torre. Esta joya arquitectónica de propiedad privada lleva décadas en ruinas sin que el Ayuntamiento de València haya garantizado su protección, pese a ser un Bien de Relevancia Local. La barrancada abrió una brecha en la pared y la semana pasada colapsó por donde un día entraban los carros. Rocatí no está sola: València es la primera ciudad de España con más de 30 bienes patrimoniales abandonados, la mayoría de huerta.

La alquería de Rocatí desde un campo de naranjas, también muy afectado / C.Moreno
Sobre abandono los vecinos de Faitanar saben un rato. La dana ha agudizado su situación, pero es una queja recurrente. Dicen que las autoridades de València apenas se asoman más allá de la V30 y en La Torre tampoco desvían la mirada fuera de la Avenida Real de Madrid. Ellos son de València y votan en La Torre, pero en la práctica viven aislados. «Hay que recordarles que la ciudad acaba en la acequia de Faitanar. Parece que no existimos», critican.
"Conseguirán que acaben todas en ruinas"
La lista de agravios en el distrito atravesado por la V36 es larga: son siete penurias como siete plagas bíblicas. Los nietos y bisnietos de llauradors con casa y terreno propio están expuestos a riadas, realojos, vertederos, derrumbamientos, desgobiernos, soledades y una devaluación de la huerta que les toca de lleno. De los dos últimos temas también tienen cosas que decir. «Nosotros somos los guardianes de la huerta. Limpiamos las acequias y tiramos la basura en contenedores de Picanya. Desde mi punto de vista no tiene sentido que la Ley de Huerta impida construir en extensiones tan grandes, que no permita repoblar esto, porque al final deriva en el abandono del patrimonio de todos», opina Concha Tronch, de Maroto. «A mi vecino han tardado cuatro años en darle la licencia para restaurar su alquería. Conseguirán que acaben todas en ruinas», añade Marimar.

Una parcela cegada y preparada para dejar restos / C.Moreno
Última parada, último mal: a un kilómetro de Burguet, pasando las vías del tren, un hombre despega el barro del suelo con una hidrolimpiadora. Se llama Juanín y custodia una alquería «joven» de 124 años bautizada con su propio nombre. Detrás de su casa trabajan a contrarreloj en la playa de vías de Metrovalencia. Delante también: sobre una tierra con cultivo de temporada -tomate, garrofón, bachoqueta- los operarios vierten la gravilla para depositar traviesas arrancadas. «Nos han dicho que volverán a echar tierra cultivable. Yo trabajaba este terreno. La gran urgencia estaba en los pueblos, pero que los políticos también se acuerden de nosotros porque producimos lo que ellos comen. Y que asuman responsabilidades».

Juan sigue limpiando la entrada de su joven alquería / C.Moreno
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