Entrevista | Francisco Taberner Arquitecto
«En patrimonio nos gusta demasiado el cambio. No valoramos lo que tenemos»
Tras veintitrés años como director académico de la colección "Historia de la ciudad de València" que editan el Colegio Territorial de Arquitectos de València (CTAV) y el Ayuntamiento de València, Francisco Taberner cede la coordinación a Josep Vicent Boira
¿Qué legado deja en «Historia de la ciudad de Valência»?
La multiplicidad de visiones que han dado los distintos autores. La historia no es una verdad unívoca. Aparte de la historia de la arquitectura hay muchos otros temas que van desde la arqueología, la economía, los movimientos sociales... Todos forman parte de la historia en su sentido amplio de la historia urbana. El profesor y director de la Academia de San Fernando, Antonio Bonet Correa, ya fallecido, intentó que fuese una asignatura obligatoria o crear un instituto que se encargase de este tipo de historia, que no ha tenido continuidad. Quizá porque estamos en un bajón cultural, porque los temas culturales no arrastran demasiado. Ahora todo el mundo habla de la inteligencia artificial como la referencia que nos va a librar de todos los males, pero hablar de cultura no está de moda.
¿Por qué surge la iniciativa?
Surge en 2001 con una intención, no sé si desproporcionada, de una especie de puesta al día de «La ciutat de València» (1972) de Manuel Sanchis Guarner que ya tenía cierto tiempo y en algunos aspectos se ha quedado ya obsoleta. Para hablar de cosas que habían surgido después. A partir de ahí empezaron a surgir una serie de colaboradores. Algunos ya consagrados y otros no, que después lo han sido. Ha habido gente con interés en la ciudad que es la que he procurado fichar a lo largo de estos años.
¿Cómo elegía cada colaborador o temática?
Varía mucho. Un año se dedicó a los edificios restaurados o con intervenciones importantes. Por ejemplo, el Colegio Mayor de la Seda que se recupera después de años olvidado. Y existe un arquitecto que lo ha analizado, lo ha rehabilitado y que te proporciona los planos, plantas, secciones que nunca han existido de ese edificio. También están los políticos. Ricard Pérez Casado contó su versión de lo que fue su mandato. No es propiamente arquitectónico, es una cuestión de ciudad, de urbanismo. El concejal del PP Miquel Domínguez también contó su versión de lo que pensaba hacer. Y otros temas más especializados como el tejado de la Lonja, investigado durante años por Arturo Zaragozá, que ha participado en todas las ediciones, porque respecto al gótico y la Lonja es el mayor experto con mucha diferencia. Ha sido el inspector de patrimonio de Castelló hasta su jubilación hace tres o cuatro años.
¿De qué edición está más orgulloso?
Todos tienen de todo. Quizá el que más ilusión me hace es el primero. Es la puesta en marcha de lo que se consolida como proyecto a lo largo del tiempo. Y desde luego el décimo. Sobre todo el prólogo en el que digo que me voy. Porque ya lo había dicho en el número VIII y a la vista del escaso interés por el tema, porque nadie cogía el relevo, pensé que me tenía que ir con el relevo ya encargado y es lo que cuento en el prólogo del número X y último.
Han encontrado un digno sucesor (Josep Vicent Boira).
Mi sucesor se incorporó por primera vez en el número II y ha participado en todos los libros. Y aparte de su participación en «Historia de la ciudad de València» tiene un currículum impresionante y ha escrito libros, artículos en publicaciones especializadas. No me he equivocado en absoluto al señalarlo como director académico, tal como ha confirmado la concejalía.
¿La principal virtud ha sido juntar a arqueólogos, arquitectos, geógrafos, urbanistas y abogados?
Sí. Los arqueólogos, aparte de la cota menos cero que se les atribuye más frecuentemente, participan y con mucha eficacia en los edificios construidos. En el último número hay un artículo sobre el palacio que es la actual delegación de Hacienda. Esa misma arqueóloga está, y espero que se publique más adelante, descubriendo un palacio extraordinario que es el Palacio de los Centelles en la calle Caballeros, del que se tenía muy poco conocimiento. Que haya participación arqueológica nos da muchos datos y nos ayuda en la comprensión de muchos edificios que, sin esas aportaciones, no tendríamos.
¿València ha sabido conservar y cuidar su patrimonio?
En su día ya criticó Francesc Almela y Vives, en una publicación, los palacios desaparecidos. València tenía un patrimonio importantísimo. Ha sido una ciudad árabe muy importante, pero no tenemos ni los baños árabes que, en contra de lo que la gente cree, los que se conservan son cristianos. Es una civilización que ha pasado por aquí y que hemos enterrado. Nos gusta demasiado el cambio y no valoramos lo que tenemos. Nos parece que esto ha estado así toda la vida, o esto no vale nada y se puede derribar o modificar de forma pintoresca. Como algunas cuestiones bien intencionadas, como puede ser la ampliación de la Generalitat en los años 50. O el palacio del Marqués de Dos Aguas que dan una idea errónea de lo que fue el edificio primitivo.
¿Los centros históricos están condenados a ser museos?
Van en esa dirección. Los centros históricos si se les dota de unos mínimos servicios son extraordinarios para vivir. Y más en estos momentos que están peatonalizados en su mayor parte. Que ya no tienen el ruido, el follón de los vehículos y eso es idóneo. Pero si resulta que no te puedes aprovisionar porque no hay ninguna tienda de comestibles. Si para comprar el periódico tienes que hacerte cinco kilómetros y no puedes llevar a tus hijos al colegio, pues acabará vaciándose que es el proceso en el que estamos y que si no se toman medidas, creo que no va a parar.
¿Qué opina de la política de vivienda actual?
La política de vivienda ha sido nula. Venimos de ocho años que ha sido mínima, por no decir nula. No se ha tenido en cuenta la necesidad imperiosa de la vivienda. Hay que proporcionar viviendas desde el Estado y el Ayuntamiento de València, que tenía un parque inmobiliario impresionante, pero se dedicó a vender las viviendas a sus inquilinos. Si no lo hubiese hecho, tendríamos una rotación normal, como en Viena u otras ciudades europeas donde el porcentaje de usuarios de alquiler es el 50%. Aquí no llegamos al 30 %.
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