Contra el vértigo y las alturas: nace el grupo de bomberos que se descuelga por el 'skyline' valenciano

El Grupo de Trabajo y Rescate en Altura de los Bomberos de València ultiman su consolidación como grupo especializado con prácticas mensuales que reproducen diferentes situaciones de salvamento de personas en elevación

Los especialistas se enfrentan en un simulacro a la excarcelación de operarios de una grúa portuaria del ascensor, la cabina y la sala de máquinas

Los bomberos del Grupo de Trabajo y Rescate en Altura de València realizan un simulacro de rescate de un operario en la cabina de una grúa portuaria

Miguel Angel Montesinos

Amparo Soria

Amparo Soria

Valencia

La antropología sostiene que los humanos encontramos placer en la naturaleza porque es lugar del que venimos. Los sapiens seguimos acercándonos a árboles, a montañas o a ríos porque allí hay certezas y seguridad. Sin embargo, en desafiar esa naturaleza es donde la humanidad ha logrado su evolución. Ese constante reto de superación ha creado las civilizaciones actuales, gracias a los que perdieron el miedo a lo desconocido. De ahí que navegar o volar sean actos revolucionarios, porque dejar el ecosistema propio atrás bien merece un reconocimiento. Aún hoy, ver a hombres y mujeres suspendidos a 70 metros de altitud sigue generando una inquietud al común de los humanos, con nuestro instinto reptiliano avisando del peligro. Pero ese riesgo es oficialmente un trabajo para una parte de la población que trabaja en las alturas y en el cuerpo de Bomberos de València se ha consolidado una unidad que vela por ellos: el Grupo de Trabajo y Rescate en Altura (GTRA), con 25 especialistas en descolgarse de los puntos más altos de la ciudad.

Desafiar las alturas tiene mucho de filia pero aún más de práctica. Los 23 bomberos y bomberas que forman parte de este grupo desarrollan simulacros habitualmente en las instalaciones del Parque de Bomberos Norte de València, en Benimaclet, pero también en escenarios reales de la ciudad, como sucedió en el Micalet o en el Puerto de València. Este último ha sido el enclave para ensayar tres tipos de rescate de operarios de grúa portuaria, en un dispositivo compuesto por 15 miembros del grupo. En equipos de cinco personas, unos tuvieron que realizar una maniobra de excarcelación de un trabajador atrapado en el ascensor, otros se las ingeniaron para bajar a tierra a una víctima desde la trampilla de la sala de máquinas y el tercer grupo tuvo que extraer por el techo a un técnico de la cabina de la grúa.

Allí arriba, en un monstruo de hierro desde donde se cargan y descargan los barcos mercantes, el vértigo y el mareo son los síntomas comunes para el común de los mortales. Sin embargo, como en casi cualquier trabajo, no hay ningún misterio: "Práctica y pericia". Lo dice Miguel Ángel Martínez Acebrón, coordinador de este grupo junto a José Tarazona Mandingorra. Son los 'tutores' de la veintena de bomberos, de todas las edades, que componen este grupo de especialidad que pronto estará oficializado a través de la Relación de Puestos de Trabajo del cuerpo. Jorge, Miguel, Vicent, María, Aurelio o Juan Carlos son algunos de los componentes que en este miércoles de febrero se exponen a una caída de 70 metros para salvar en este simulacro a un trabajador que ha sufrido un colapso y debe ser rescatado. ¿Cómo?

Eso lo determina cada escenario, en este caso, una grúa. Sin embargo, podría ser cualquier trabajador que forme parte de una empresa de trabajos en altura: pintores, albañiles o electricistas, por poner algunos ejemplos. De hecho, el mismo día en que se desarrolló esta práctica, varios de los componentes de este grupo tuvieron un aviso real para asegurar la cúpula del Mercat Central, donde se estaban llevando a cabo trabajos de reparación en una barandilla. De ahí que cuantos más simulacros y ensayos puedan hacer en escenarios reales, más eficiente y profesional podrá ser el rescate, ya que este equipo de especialistas llega donde los vehículos de altura no pueden.

Enfrentarse al peor escenario posible

Es un 'win-win', expresión inglesa del "todos ganamos". En este caso, fue la compañía APM Terminals en València quien requirió los servicios de este grupo de especialistas para poder resolver el peor de los escenarios al que pueden enfrentarse en sus instalaciones: que uno de sus trabajadores en las grúas necesite un rescate y los servicios de seguridad propios no puedan resolverlo. La compañía se asegura con esta práctica de los bomberos que estos especialistas conocen su entorno y sus medios, de forma que, en caso de necesitarles, actuarán en un contexto que ya conocen. Eva Martínez, la Security Coordinator Spain Gateways de APM Terminals, explica que ellos tienen capacidad para resolver el nivel 1 de una emergencia interna, pero no el 2 y el 3, para lo que requieren ayuda externa. "En los últimos años no hemos tenido que realizar ningún rescate, pero no podemos relajarnos, porque puede suceder en cualquier momento", apunta la responsable.

Mientras, para los Bomberos de València supone una oportunidad de ampliar su experiencia. Los coordinadores explican que conocer el terreno sobre el que se actúa es fundamental para que la operación de rescate sea exitosa, y aunque cualquier bombero del cuerpo puede realizar estas maniobras, la especialización incrementa las garantías de un buen rescate en altura, tanto desde el aire - un edificio o un espacio natural-, como en las profundidades, como puede ser una zanja o un espacio subterráneo.

Los bomberos del Grupo de Trabajo y Rescate en Altura realizan un simulacro de rescate en el ascensor de una grúa portuaria.

Miguel Angel Montesinos

Trabajar bajo presión

Cargados con decenas de petates, mochilas, cuerdas, arneses, anclajes, mosquetones y poleas, los 15 integrantes suben a pie casi veinte pisos para establecer a 75 metros de altura la base de operaciones. Cada grupo se sitúa en el lugar de acción: unos comienzan a analizar la guía del ascensor y localizar dónde se ha quedado atascado; los otros inspeccionan la sala de máquinas para ver de dónde pueden enganchar las cuerdas para descolgar la camilla, que bajará a tierra a través de una trampilla en el suelo. Los terceros recorren los estrechos pasillos de hierro de la grúa, asegurados con cuerdas, hasta llegar a la "pluma" de la grúa, el brazo desde donde se carga y descarga los 'container' de un buque de mercancías, suspendidos ya sobre el mar.

Bajo la atenta mirada del equipo de Prevención y Seguridad y de Operaciones de APM Terminals, que tiene a 120 empleados trabajando en el Muelle de Levante, los bomberos empiezan a poner en práctica lo que han entrenado y ensayado en instalaciones menos ambiciosas. Comienzan aquí a comunicarse en un lenguaje inteligible solo entre ellos, con el que toman decisiones, negocian o corrigen los puntos de anclaje, la "línea de vida", los "fraccionamientos" o la "tracción" de la camilla y el rescatador, en una compenetración evidente de grupo, donde nadie pierde los nervios e incluso se permiten algún chascarrillo para reducir la presión.

Tecnicismos vehiculares que sirven para ejecutar la acción final: salvar una vida. Ni la práctica ni la pericia que mencionan los coordinadores del grupo evitan los minutos de tensión previos al descenso del especialista por las cuerdas, acompañando a la víctima suspendida en camilla. Se produce entonces un silencio sorprendente, sepulcral, que comienza cuando se inicia la maniobra y termina segundos después, cuando ambos tocan tierra. Y no, la duda se resuelve de forma contundente: no puede ser una operación rápida ni improvisada, porque efectivamente el entorno - las alturas - requiere de una planificación exhaustiva, minuciosa y sobre todo, exenta de riesgos. "No puede haber un rescate eficiente si nosotros mismos no estamos bien asegurados", explica Tarazona mientras controla el paso de una víctima en camilla por las estrechas pasarelas de la grúa.

Los bomberos del Grupo de Trabajo y Rescate en Altura realizan un simulacro en la sala de máquinas de una grúa portuaria

Miguel Angel Montesinos

El simulacro, que ha comenzado a primera hora de la mañana y ha terminado al medio día, se transformará en un informe para la empresa, un plan de rescate que servirá de guía y completará los protocolos internos de seguridad y prevención. Para el Grupo de Trabajo y Rescate en Altura es como un examen superado que sienta las bases de cómo actuar en este entorno, aunque huelga decir que cada situación es diferente y nunca hay casuísticas idénticas, aunque puedan parecerse. De ahí la necesidad de ensayar constantemente (alrededor de tres prácticas mensuales) y estar prevenidos para las necesidades que la ciudad y sus trabajadores en altura puedan plantear.

De la práctica a la realidad

La fatídica noche del 29 de octubre, el desbordamiento de los cauces no fue el único desastre que la dana trajo a València. Este grupo fue movilizado para dos actuaciones en el Puerto de Valencia, precisamente. Se encargaron de rescatar a dos personas trabajadoras en las grúas portuarias, una de ellas incapaz de salir de la cabina de descarga de la grúa y atravesar las sinuosas pasarelas de hierro por las fuertes rachas de viento que el fenómeno meteorológico trajo a la ciudad, agravado aún más en el entorno marítimo en el que trabajan y a una altura que los bomberos ya tienen dominada: 75 metros de altura.

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