Miedo en las pedanías del sur: "La alerta es máxima pero no nos fiamos, ya fallaron una vez"

Los residentes de La Torre, Forn d’Alcedo y Castellar l’Oliveral llevan días mirando al cielo y enganchados a las noticias por temor a que una nueva barrancada vuelva a cogerles de improviso. Llueve sobre mojado, sobre todo emocionalmente. El temporal casi no ha descargado en sus pedanías pero despierta miedos, generado recelos y arrastra desinformación

El nuevo cauce del Turia con las aguas del temporal

El nuevo cauce del Turia con las aguas del temporal / Fernando Bustamante

Claudio Moreno

Claudio Moreno

València

Los vecinos de las pedanías afectadas por la barrancada del 29 de octubre llevan tres días con el corazón encogido. Algo tan natural, tan corriente como un episodio de lluvia copiosa se recibe ahora en La Torre, Forn d’Alcedo y Castellar l’Oliveral desde el pavor a otro desbordamiento fatal. Y no saben muy bien a dónde mirar.  

«Estamos en un sinvivir», resume Aniuska Dolz, presidenta de la asociación vecinal de La Torre. «No sabemos qué hacer, si salir a la calle o no, si hacer la compra o no. Estamos muy pendientes de cómo evoluciona Paiporta, porque la otra vez nos llegó el agua de allí». 

Una de las deformaciones derivadas de la tragedia de octubre, cuentan, es la hipervigilancia de ríos y barrancos. De repente hay un experto en caudales por cada manzana. «Nos asomamos al lecho del Turia. No va demasiado lleno, pero lleva agua, y te preguntas de dónde viene. Hay monitorización permanente. El primer día alguien decía que por Chiva se había desbordado el barranco y tuvo que desmentirlo el alcalde pedáneo en un chat de Whatsapp», dice la representante vecinal. 

Otra de las perversiones de la catástrofe tiene que ver con la desinformación. En los grupos y redes de los barrios corren imágenes alarmantes que, en su mayoría, pertenecen a los días 29 y 30 de octubre. Cuando algún vecino mejor informado añade contexto el pánico ya ha cundido. 

«Los padres están desesperados. Ellos tienen que ir a trabajar pero los chiquillos no tienen colegio y están quejándose de eso», añade Dolz. «Quizás se han exagerado un poco las cosas, será por nuestro bien. Aquí apenas está lloviendo. Llueve como siempre lo ha hecho».

 Cruzando el nuevo cauce vive Laura con su familia después de que la riada se tragara su casa y el ayuntamiento les haya dado un piso de realojo, durante seis meses prorrogables a un año, en la avenida de las Moreras. Tanto ella como sus hijos afrontan el temporal instalados en la psicosis. «El domingo sufrí un ataque de pánico cuando estaba en La Torre. Vi el cielo negro y me imaginé todas las alarmas sonando a la vez», relata la mujer de la pedanía del sur. «Mi hijo de 5 años también está mal. Anoche tuvo una pesadilla con la riada y se puso a llorar cuando su padre salió a trabajar». 

Laura cuenta que en los pueblos pedáneos están todos más o menos igual. En el pánico alimentado por la incertidumbre. “Nos dicen que lo peor está por llegar”, lamenta la vecina de La Torre, que vio la tragedia personal muy de cerca. «Mi marido bajó a por el coche al garaje y cuando vio llegar el agua escapó. Otros no pudieron salir. Pasamos la noche en la primera planta de nuestra casa y vimos cómo el agua subía por las escaleras». Afortunadamente no llegó a anegar el domicilio. 

Adaptación a la realidad climática

Empar Puchades, presidenta de la entidad vecinal de Castellar l’Oliveral, cuenta que en su barrio también están en permanente alerta, pero se siente una privilegiada por tener unas condiciones mínimas de confort y seguridad en su casa. Muchas otras viviendas golpeadas por la tragedia resistirán más precariamente a la acumulación de lluvias. «Tengo que reconocer que en mí se dispara un estado mental de alerta, si bien es cierto que ver cómo se actúa ahora da más tranquilidad. Espero que esté nuevo episodio sirva para que se tomen medidas valientes y coherentes en la reconstrucción y la adaptación a esta realidad climática», reflexiona la responsable vecinal. 

Y entre ambas pedanías se ubica Forn d’Alcedo con menor población y ninguna víctima mortal durante la barrancada gracias, según los vecinos, a su ubicación junto a la Pista de Silla. «Los bomberos llegaron a tiempo para sacar a la gente por los tejados de sus alquerías», relata Carmen Sáez, de la asociación vecinal. En su pedanía ha cundido la misma sensación de miedo y paranoia. Pero además aporta nuevas claves de cómo se está viviendo el episodio meteorológico de estos días: «La alerta es máxima pero no nos fiamos, ya nos fallaron una vez. En todo caso es lógico que cierren todo porque la economía puede resistir tres días sin colegio y los gobernantes no pueden permitirse un solo muerto más». 

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