Ruina en el corazón de València: "Protegieron nuestro edificio y ahora nos impiden rehabilitarlo"
La finca residencial de la calle de los Cambios número 4 dio alojamiento a los curtidores de Ciutat Vella, estuvo okupado por una mujer con Diógenes, recibió propuestas de inversores extranjeros y hoy duerme en el servicio de licencias. Los propietarios hablan sobre la degradación a la que se ven sometidos algunos edificios del casco antiguo.

Juan Ramón Martínez delante del edificio de su mujer en el centro de València / Ana de los Ángeles Martí

En una de las bocacalles que dan a la plaza del Doctor Collado hay un edificio color cobre con un letrero donde se lee “Mercancías” y una gran red verde que previene del peligro de derrumbe. Es uno de los múltiples edificios condenados a la ruina en el casco histórico de València, detrás de los cuales se esconden a menudo propietarios agotados de lidiar con la administración.
Juan Ramón Martínez es profesor de Sociología en la Universitat de València y cuenta, con un poso de frustración, la dilatada historia de este bloque de tres alturas con un entresuelo ubicado en la calle de los Cambios, 4. El letrero de la puerta ya da una pista: “Todo esto era de Curtidos Peris Collado, un negocio familiar que fue pasando de generación en generación hasta que mi suegro se desvinculó. El comercio suministró pieles a los zapateros de toda València y su antiguo propietario se hizo con tres edificios completos".
Dos de ellos albergan la tienda y el almacén del negocio. Los bloques fueron legados en proindiviso como un único inmueble, de forma que su propiedad se compartía entre varias ramas de la familia. Juan Ramón y su mujer querían rehabilitar el edificio, así que buscaron asesoramiento en un estudio de arquitectura y empezaron a plantear alternativas para darle salida al patrimonio.

El edificio en ruinas de Ciutat Vella / Ana de los Ángeles Martí
A partir de ahí comenzó un vía crucis administrativo. Era 2013. La primera medida consistió en plantear una cooperativa que pudiera interesar a toda la familia. En ese momento el edificio del número 4 no estaba protegido por el PEP de Ciutat Vella y la firma de arquitectura propuso un proyecto global con un único núcleo de comunicaciones entre los dos bloques, pero la contraparte se opuso, de modo que los arquitectos presentaron una opción más heterodoxa: “Propusimos denunciarnos a nosotros mismos. Pedir la ruina del edificio y hacer que el ayuntamiento obligara a la otra parte de la propiedad a desarrollarlo”, cuentan. “La otra idea era pedir que se incluyera en el Registro Municipal de Solares y Edificios a Rehabilitar (RMSER)”.
Ninguno de los trámites cuajó. Cuando el técnico presentó el informe de ruina del edificio, el expediente ya estaba fuera de plazo y la contraparte presentó alegaciones para tumbarlo escudándose en esa caducidad. Sobre el RMSER no se tuvo noticias. Y los arquitectos introdujeron una tercera opción –intentar que se desarrollara un solar trasero abandonado durante décadas para dar impulso a la zona– que tampoco prosperó. Entretanto entró en vigor el PEP de Ciutat Vella y protegió el edificio de la calle de los Cambios 4, hasta entonces fuera de catálogo. “Era un bloque humilde hecho para los curtidores”.
Después de años de negociación Juan Ramón Martínez y su mujer consiguieron en 2022 dividir el proindiviso y comprar el citado edificio. El inmueble estaba listo para rehabilitar. La propiedad buscaba alquilar cuatro viviendas. Pero entonces una mujer con síndrome de Diógenes okupó el primer piso y metió una colonia felina en la casa, donde estuvo más de un año hasta que los Servicios Sociales le encontraron una alternativa habitacional.

Una de las viviendas del edificio abandonado en Ciutat Vella / Ana de los Ángeles Martí
"Solo los inversores sostienen tantos trámites"
Fue un escollo temporal, asumible, sin embargo, según denuncian propietarios y técnicos, el problema de fondo siempre ha sido el mismo: la fatiga burocrática. “En su día nos llegó una oferta de un inversor saudí y un ruso para comprar el edificio. El segundo nos daba un millón de euros. Al final te planteas la venta porque el pulso con la administración desgasta. Llevamos 12 años desde que pedimos la ruina hasta hoy intentando que nos dejen rehabilitarlo. Los únicos que tienen pulmón para sostener tantos años de trámites son los fondos de inversión extranjero que se hacen con estos edificios y tienen a una persona las 24 horas lidiando con el ayuntamiento”, reflexiona el profesor de Sociología.
“En 2022 se nos encargó el proyecto básico para solicitar licencias. Lo entregamos y no tuvimos respuesta”, narra un arquitecto contratado por los propietarios. “Un año después recibimos contestación con requerimientos. A la semana mandé unos borradores con la nueva propuesta y un año después, en 2024, otro trabajador nos pregunta por cosas que ya habíamos explicado y amplía los requerimientos a otras cosas hablando de arqueología, catas, archivo histórico y fichas personalizadas”, relata. "A las dos semanas pedimos audiencia porque este proceder no es apto. Llevamos otros cuatro meses esperando respuesta y la propiedad está en vías de tomar acciones legales por el atasco en licencias", añade la misma fuente, que prefiere mantenerse en el anonimato.

El local de curtidos / Ana de los Ángeles Martí
Los propietarios y el arquitecto dicen estar desesperados y cuentan el caso para abrir el debate sobre el uso de los edificios en los centros históricos de las ciudades. “El valor patrimonial también es su valor de ponerlo en uso y su relevancia social. No es solo que me luzca bonito y formen parte de un decorado. Aquí se protegió el edificio sin que lo estuviera y no para de añadir trabas que nos impiden alquilar las viviendas. En realidad el tema de la rehabilitación se hubiese solucionado con un par de visitas técnicas, pero se están guiando por las fotos que les enviamos mientras el edificio permanece en ruina".
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