El encuentro de los Cristos del Cabanyal inaugura el Viernes Santo en València

Una de las imágenes ha sido trasladada hasta la orilla del mar, como es tradición, y se ha realizado una ofrenda a las víctimas del mar de la dana

Semana Santa Marinera de València: Así ha empezado el Viernes Santo, con uno de los actos más tradicionales

Francisco Calabuig

Moisés Domínguez

Moisés Domínguez

València

El Viernes Santo ha empezado en la Semana Santa Marinera de València con uno de sus actos más pasionales: el encuentro y procesión conjunta de los Cristos de las parroquias de Los Ángeles y San Rafael.

Es la día del Santo Entierro la jornada en la que más se madruga. Y tiene su aquel, porque el Cabanyal parece como siempre a esas horas: vacío y en silencio. Ni un alma por la calle. Ocasionalmente, aparece un vesta dirigiéndose por una de las bocacalles a su destino. Pero las calles, a lo largo, aparecen desnudas de gente.

Hay que afinar un poco el tiro o dirigirse exactamente al lugar donde van a pasar cosas. Alrededor de los dos domicilios, que se encuentran doblando esquinas, sí que aparece la gente. Algunos llevan ya tiempo; otros acuden de forma masiva conforme pasan los minutos. Las imágenes esperan para cumplir el rito de encontrarse. Este año casi podían gritarse y se escucharían, porque les separan poco más de cien metros de distancia.

Finalmente, El Cristo del Salvador y el del Salvador y el Amparo se han encontrado pasadas las ocho de la mañana para procesionaria conjuntamente, con múltiples paradas para relevar a los porteadores, antes de, con la solemnidad al uso, despedirse con el acto de confrontar las dos tallas. 

Para ello, aparecen las cornetas y los tambores, los vestas y el pueblo. De repente, hay una multitud que nadie sabe de donde ha aparecido. Y empieza el desfile. El recorrido es corto, pero las paradas son constantes: hay muchos compromisos y las esculturas pesan un montón. Entre parada y parada, el pueblo se acerca con pañuelos para tocarlos, para impregnarse de la santidad que se le supone. Mientras, los cofrades que hacen de servicio de orden se desgañitan. Porque una cosa son los que portan o tocan y otra son los nuevos espontáneos: los del teléfono móvil prestos a captar en foto o vídeo las imágenes, que desfilan cabeza con cabeza.

El momento de la despedida es muy sencilla. Primero, las tallas se acercan y se separan. El del Salvador se gira para marcharse. Pero aún se dará la vuelta un par de veces antes hasta que, entre aplausos, se produce la separación hasta nueva ocasión.

Después, el Cristo del Salvador se ha dirigido a la orilla del mar para hacer una ofrenda a los muertos y desaparecidos en sus aguas, -de buena mañana extremadamente calmadas-, aunque en esta ocasión la rogativa se ha extendido a las víctimas de la dana, porque este año la Semana Santa no ha dejado de pensar en las aguas de tierra adentro y en los marineros de agua dulce, los ciudadanos que sufrieron otra tempestad.

"Que la paz esté con ellos. Ayuda a sus familiares y amigso a superar su pérdida y a nosotros concédenos recordar nuestra propia fragilidad y el poder del mar y todo aquello que ha sido obra del Creador. Te pedimos que nos ayudes a reforzar nuestra unión y a vivir sirviéndonos mutuamente". Y además de por los que se perdieron, por los que no hay que perder: "Rezamos también por todos los que navegan por estas aguas, para que no sufran ningún percance y se mantengan seguros. Que tu paz que calma todas las tormentas esté con nosotros".

Un rito que el otro Cristo, ya cuando las playas tengan una previsible afluencia de público, habida cuenta las buenas previsiones que tiene el día festivo.

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