Pasión sin fin en el Viernes Santo
El día grande de la festividad se desarrolla durante más de catorce horas, desde el encuentro matinal de los Cristos del Cabanyal al Santo Entierro, multitudinario y con notable presencia de turistas

Germán Caballero

No es «madrugà», pero en la Semana Santa Marinera se madruga el Viernes Santo y a base de bien y también hay catorce horas ininterrumpidas. Y más. Y salvo el mediodía, que se toma de respiro, el día más importante de la Pasión transcurre largo e intenso. Porque el matinal de los Cristos (el del Salvador y el Salvador y el Amparo), con sus poderosas imágenes en la playa -especialmente el segundo, cuando los bañistas ya están en la arena- es el momento mas espectacular, pero no el único: durante toda la mañana, el Via Crucis anuncia que imágenes, personajes, vestas, bandas de música y seguidores, la toda Pasión de los Poblats, sale a la calle para hacer su particular acto de fe.
Todo eso, antes de llegar, por la tarde, el Santo Entierro, el acto más -naturalmente- solemne y largo, con sus cuatro horas de desfile negro, enlutado, serio, con cientos de participantes amparados en el anonimato del capirote, recorriendo las interminables calles del distrito, de uno a otro extremo. Que se encontró con una doble y agradable sorpresa. Por una parte, el impresionante lleno en las calles. De acuerdo que es una población que fluctúa, porque el desfile dura mucho, pero fue toda una buena noticia,porque significa que no sólo significa que vienen los vecinos del distrito, sino también los de «València». Lógicamente, las calles fueron vaciándose con el paso del "prime time", pero el paso de colectivos e imágenes tuvo una más que notable animación en las aceras.

El espectacular Santo Entierro de la Semana Santa Marinera /
Y más aún: muchas personas que llevaban tatuado en la frente la nacionalidad, que no era precisamente autóctona. Lo mismo: no eran turistas foráneos que se fueran a quedar las cuatro horas de desfile, pero sí lo suficiente para hacer número y hacerlo de forma esperanzadora. El Santo Entierro, por consiguiente, completó una jornada intensa con un evento, venturosamente, multitudinario.

El remate del Santo Entierro: el paso de la urna con el cuerpo de Cristo / Moisés Domínguez
Cristos del Cabanyal
Es la otra fórmula, la más formal, de una fiesta marinera caracterizada por la ligereza de sus procesiones, que la hacen digerible y atractiva para aquellos que se acercan a conocerla o que con ella se encuentran porque por allí pasaban. Fue la de ayer, la del día del Santo Entierro la jornada en que más se madruga porque había que madrugar para ver el encuentro de los Cristos del Cabanyal. El del Salvador y el del Salvador y el Amparo, que cumplieron el rito de encontrarse. Este año casi podían gritarse y se escucharían, porque a sus respectivas sedes les separan poco más de cien metros de distancia.

Ofrenda del Cristo del Salvador y el Amparo en la playa /
Después, el Cristo del Salvador se dirigió a la orilla del mar para hacer una ofrenda a los muertos y desaparecidos en sus aguas, -de buena mañana extremadamente calmadas-, aunque en esta ocasión la rogativa se extendió a las víctimas de la dana, porque este año la Semana Santa no ha dejado de pensar en las aguas de tierra adentro y en los marineros de agua dulce, los ciudadanos que sufrieron otra tempestad. «Que la paz esté con ellos. Ayuda a sus familiares y amigos a superar su pérdida y a nosotros concédenos recordar nuestra propia fragilidad y el poder del mar y todo aquello que ha sido obra del Creador. Te pedimos que nos ayudes a reforzar nuestra unión y a vivir sirviéndonos mutuamente».
Y además de por los que se perdieron, por los que no hay que perder: «Rezamos también por todos los que navegan por estas aguas, para que no sufran ningún percance y se mantengan seguros. Que tu paz que calma todas las tormentas esté con nosotros».
Parecidas intenciones se produjeron tres horas después, cuando el otro Cristo, ya con los arenales poblados de bañistas, hacía un recorrido similar, con lanzamiento de flores en recuerdo de los que murieron por el agua salada y por el agua dulce, por el temporal o por la «barrancà».
Por la tarde, como queda dicho, el Santo Entierro, para el que muchas personas habían puesto las sillas desde la noche anterior. El tiempo de silencio, sólo roto por los espectadores que lo ven o intuyen desde las terrazas y bares. Hoy sigue, en su tramo final.
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