Caos de tráfico, bares a oscuras y un reventón en pleno centro de València

El día del patrón de València estuvo marcado por un fallo eléctrico masivo que obligó a cerrar comercios y museos. La policía controló los cruces conflictivos ante el riesgo de atropellos

Reventón de agua en el centro de València

Reventón de agua en el centro de València / Miguel Angel Montesinos

Claudio Moreno

Claudio Moreno

València

El gran reloj de la Estación del Norte, congelado a las 12.33 del mediodía, atestiguaba lo que acababa de ocurrir de manera absolutamente insólita. Un fallo eléctrico masivo desató el caos en toda España y Portugal y ciudades como València, nexos de comunicación y socialización con miles de personas circulando en los puntos calientes, se vieron particularmente afectadas. Se daba la circunstancia además que la capital del Turia celebraba ayer el día de su patrón, San Vicente Ferrer, y la gente se había echado a la calle para celebrar una jornada soleada de compras y terrazas. 

En la calle Colón, principal arteria comercial de la ciudad, se respiraba una calma tensa por unos acontecimientos de los que desconocía la causa y el alcance. Las teorías se multiplicaban. «¿Pero sabéis qué ha pasado? Parece un ciberataque», especulaba una trabajadora de Metrovalencia tras cerrar la estación de Colón, de donde había desalojado a todos los pasajeros. Afortunadamente los trenes ya habían alcanzado la parada y no hubo que adentrarse en los túneles. «No sabemos cuándo abriremos. Estamos esperando órdenes», contestaba la trabajadora a una vecina de Mislata. 

Sin semáforos en buena parte de la ciudad -algunos siguieron funcionando, como los de la Avenida del Cid-, uno de los grandes retos fue mantener la circulación sin tener que lamentar atropellos. Los peatones cruzaban en grupo esperando a que los coches redujeran la marcha. Viandanantes y conductores se autoorganizaron con civismo y prudencia, aunque también hubo sustos, como en la propia calle Colón, donde un taxi que no frenó a tiempo estuvo a punto de llevarse a cuatro personas por delante. 

Una guía turística narraba para Levante-EMV el caos que se estaba viviendo en València: «Estamos cruzando la avenida del Puerto, y no podemos conducir a una velocidad normal porque estamos improvisando. No hay ni un semáforo en toda la avenida. No hay policía para regular el tráfico. Esto está siendo un caos, la gente está cruzando y jugándose la vida y los coches y autobuses no saben si avanzar o parar. Según tengo entendido, los autobuses de línea permanecen parados», decía. Pasado el desconcierto inicial, la Policía Local activó el plan de movilidad y se desplegó en los cruces conflictivos de la ciudad. 

Un bar a oscuras en el centro de València

Un bar a oscuras en el centro de València / Miguel Angel Montesinos

Más allá del tráfico, policía local y bomberos tuvieron que atender más de 130 servicios en la ciudad durante las primeras horas del apagón, la mayoría por rescates en ascensores, según fuentes del cuerpo de bomberos provincial. Asimismo, también se atendieron diversos casos de apoyo a pacientes enfermos que debían subir a sus domicilios y no disponían de ascensor a causa del apagón

Como viene ocurriendo en los últimos años, con una sucesión de catástrofes histórica, en las pocas tiendas de alimentación que se mantuvieron abiertas durante el festivo se formaron colas de gente que acudió a comprar, principalmente, garrafas de agua y alimentos enlatados. La sombra del desabastecimiento empieza a ser habitual. «Nosotros estamos vendiendo baterías portátiles y también nos están pidiendo muchas radios, sobre todo los turistas que sienten que se han quedado aislados en la ciudad», decían desde la puerta de su tienda de componentes electrónicos los jóvenes Lucas, Vanesa y Agostina. «La gente está comprando con dinero en efectivo. Algunos llevan el dinero justo y al resto les podremos atender hasta que se nos acabe el cambio. Después cerraremos». 

Policía Local controlando el tráfico de València

Policía Local controlando el tráfico de València / Miguel Angel Montesinos

Entre conversaciones con tintes conspiranoicos sobre la causa del fallo eléctrico -«esto es cosa de Putin o de Trump», decía una mujer a su marido en la calle Russafa- y personas que caminaban absortas mirando el móvil, un hombre se abría paso entre la muchedumbre y preguntaba en un estanco de Colón. «¿Ni siquiera puedo fumar? Y qué hago ahora». Las cajas registradoras no funcionaban y los trabajadores del local no sabían todos los precios de las cajetillas de tabaco, de forma que habían decidido no vender. Otras tiendas, como una conocida marca de moda, no bajaban la persiana porque sus trabajadoras no llegaban al techo y tenían que custodiar el acceso ante posibles atracos. 

Lo hacían en una ciudad con algo de distopía, más aún tras el reventón de agua en la esquina de Colón con Paseo de Russafa. La subida de la presión del agua tras el corte de luz hizo colapsar una cañería con diferentes fugas que inundaron una calle sin semáforos. «Graba, graba. Es el apocalípsis», le decía un joven a otro delante de una de los chorros de agua. Los servicios del ciclo integral del agua bajaron la presión del suministro para reducir la fuga, que estuvo controlada ya a primera hora de la tarde. 

Gente cargando el móvil en un punto municipal

Gente cargando el móvil en un punto municipal / Levante-EMV

Pese a todo el caos, las calles de València estuvieron en calma y mucha gente siguió haciendo rutina, bebiendo en las terrazas del centro, paseando por las zonas turísticas, poblando el viejo cauce del Turia con actividades deportivas de todo tipo -o cargando la batería del móvil en puntos de carga municipales porque nadie sabía cuándo volvería el suministro-. Los actos de San Vicente Ferrer se cancelaron, al igual que la séptima manifestación contra Carlos Mazón por la gestión de la dana -seis meses después de la tragedia-, pero miles de personas siguieron disfrutando de la ciudad. 

Cierra el Oceanográfic

Algunos de los lugares más emblemáticos de la ciudad tuvieron que cerrar y desalojar a vecinos y turistas que exprimían el día de fiesta y calor. Fue el caso del Oceanogràfic, por ejemplo. Tal como explicó Leocadia García, gerente de la Fundación Oceanogràfic, en el momento que tuvo lugar el apagón, las instalaciones interiores se cerraron al público -el restaurante no había llegado a abrir sus puertas-, produciéndose una salida tranquila y ordenada. A las 15.15 horas y ante la falta de información, se decidió cerrar el centro dedicado al mundo marino en Europa. 

«No hemos tenido reclamaciones, todos los visitantes se han mostrado muy comprensivos y les hemos dicho que se pongan en contacto con nuestra central de reservas para resolver su situación de la mejor manera posible, de tal manera que la visita siga siendo un éxito», ha señalado Leocadia García. Cuando se ha producido el apagón había en torno a unas 3.200 personas en el interior del acuario. En cuanto a los trabajadores, no se les ha permitido trabajar en la galería técnica salvo en los casos imprescindibles para el bienestar animal. El equipo de mantenimiento ha activado el protocolo de emergencia. «Tenemos tanques como el de corales que son sensibles y disponen de un sistema alternativo y automático que arranca instantáneamente», ha señalado la gerente. «Además disponemos de una planta de cogeneración que entra en servicio en el momento que exige el protocolo». 

Recuperación del suministro

La ciudad de València fue recuperando el suministro eléctrico a cuentagotas desde las 18 horas en adelante, primero en la pedanía de Benimàmet y a continuación en el resto de barrios del norte de la ciudad en dirección al sur. Al cierre de este reportaje algunos barrios continuaban sin luz y otras zonas, ya con electricidad, registraban cierta inestabilidad en servicios como internet. 

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