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La València de los murales: ¿museo al aire libre o escaparate para inversores?

La ciudad acaba de celebrar la Liga Nacional del Graffiti y no para de inaugurar «cuadros al aire libre», algo que el ayuntamiento se ha marcado como objetivo. Varios artistas valencianos de renombre reflexionan sobre el impacto positivo y negativo del muralismo por encargo en la ciudad de València

Murales de la Liga Nacional del Graffiti en la calle Pepita Samper

Germán Caballero

València

El pasado fin de semana València acogió la Liga Nacional de Graffiti, un evento celebrado en la calle Pepita Samper, en el barrio obrero de Monteolivete, donde diez artistas de todo el país dejaron plasmado su oficio con piezas sobre Joaquín Sorolla, el cantaor Parrita, el mar o la docencia. El gaditano Décima PNS se alzó con el galardón gracias a un mural a caballo entre el cómic y el estilo fallero. Tras el concurso, la concejala de turismo, Paula Llobet, afirmó: «El arte urbano no sólo es cultura o turismo, es también innovación pues se ha convertido en un dinamizador de nuestras ciudades que debe estar en las estrategias de futuro».

Pero emplear el arte urbano como estrategia dinamizadora puede tener una deriva perversa, conduciendo a la gentrificación y el desplazamiento de población. Uno de los casos más famosos se documentó en los años 70 en el barrio Lower East Side de Nueva York, barrio pobre convertido en escaparate de subculturas con un ambiente artístico que alentó la sustitución de vecinos negros y latinos de clase trabajadora por la clase media blanca posfordista. La fórmula funcionó y se ha intentado replicar en medio mundo. No hace falta irse lejos. Tal como publicó Levante-EMV, un fondo alemán que promueve 17 edificios de pisos turísticos en el Cabanyal desembarcó hace 10 años en València con la propuesta de financiar el pintado de murales en medianeras para regenerar el barrio y revalorizar sus propiedades.

Obras de la Liga Nacional del Graffiti

Obras de la Liga Nacional del Graffiti / Germán Caballero

La tensión entre muralismo y gentrificación lleva tiempo debatiéndose de manera interna. Hace tres años el artista anónimo Dadi Dreucol borró 26 de sus murales en Málaga y publicó el siguiente texto: «A pesar de tratar de escapar de un muralismo complaciente, el monstruo en el que se ha convertido el modelo de mercado de la ciudad neoliberal, y una de sus consecuencias, la gentrificación, ha provocado que considere que este tipo de acciones no sean ya efectivas para mis motivaciones. He pasado de hablar con el vecindario, a que un turista borracho me ofreciera una limosna (como el actor del decorado que efectivamente era para él)».

En febrero, el valenciano Dulk estrenó un mural sobre la biodiversidad del Mediterráneo en un edificio del Cabanyal y la alcaldesa María José Catalá dijo: «Venimos de inaugurar otros dos murales y vamos a seguir colgando cuadros al aire libre porque tenemos una ciudad muy propicia para el arte urbano». El año pasado Felipe Pantone intervino un nuevo bloque de viviendas detrás de Las Naves, en un barrio prácticamente por urbanizar pero que ya tiene su propio cuadro. También en 2024 PSPV y Compromís hicieron campaña para impedir el borrado de ‘Fashion Victim’, el mural de Escif frente al Primark, obviando la naturaleza efímera de esta expresión artística para darle un poso patrimonial. Hace cuatro años Okuda realizó un inmenso mural frente a la estación de Joaquín Sorolla para recibir con su icónico diseño colorista e ‘instagrameable’ a los viajeros del AVE –precisamente sobre otro mural de este artista pintaron un viral «tu street art me sube el alquiler»–. ¿Podría convertirse València en un decorado?

El mural de Okuda a la salida de la estación Joaquín Sorolla

El mural de Okuda a la salida de la estación Joaquín Sorolla / Germán Caballero

Vinz Feel Free, reconocido artista valenciano y comisario de la exposición ‘Principios’ que puede verse en el Centre del Carmen, explica que el arte urbano ha evolucionado de la denuncia social a composiciones donde domina lo estético, muchas veces realizado para ornamentar un lugar concreto. ¿pero es necesariamente malo? «Es cierto que puede contribuir a gentrificar, pero también logra cosas hermosas. En Russafa por ejemplo se consiguió un colegio público gracias, entre otras cosas, a las acciones realizadas con arte urbano. Y en otros barrios se han conseguido hacer habitables zonas que no lo eran. Si una asociación vecinal te contrata para pintar en un parque peligroso, quizás eso suba el alquiler, pero antes no podías ni vivir ahí. De todos modos, no tenemos que ser narcisistas. Hace diez años pensaba que el street art era una herramienta gentrificadora pero ahora creo que la especulación iba a llegar igualmente sin esto. Hay sitios del Cabanyal donde pintas y siguen muy degradados. Yo intervine hace 12 años en los antiguos Cines Martí y eso lleva más de una década abandonado», afirma el artista.

"El street art se ha mercantilizado"

Preguntado sobre la misma cuestión, Dulk explica que él ha pintado murales en sitios donde antes no pasaba nadie y ahora reúnen mucho tránsito, de modo que la hipótesis de la gentrificación seguramente sea cierta. «También es verdad, y triste, que ahora hay pocos artistas que pinten porque les gusta. Muchos jóvenes ya no pintan si no cobran, no trabajan la pintura ilegal con la que empezamos nosotros y eso tampoco debería ser así. El street art se ha mercantilizado y casi todos los murales se hacen por encargo», describe el autor de ‘Mediterraneus’, pieza del agrado de los vecinos del edificio intervenido.

Sea como sea, la tradición muralista en València viene de lejos y la búsqueda política del equilibrio entre regeneración urbana y turistificación también. La concejala de Compromís Gloria Tello, extitular de Cultura, propone acotar las intervenciones desde la identidad de los barrios, tal como hicieron Martín Forés y Paco Roca en Natzaret bajo su mandato. «Paco acababa de publicar ‘Regreso al edén’ cuya historia se desarrolla en la desaparecida playa de Natzaret. Como resultado, tenemos un mural que ha fortalecido la identidad del barrio y el conocimiento de su historia. El arte urbano debería implicarse con la realidad del territorio donde se lleva a cabo. Así se obtienen obras bellas, arraigadas al territorio y con gran aceptación».

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