A pesar de su temible apariencia, sus dientes afilados como cuchillos y su nombre científico, el tiburón solrayo (Odontaspis ferox) es probablemente el escuálido más buenazo del mar. Quizás por eso sea propenso a elegir cuidadosamente las aguas que habita y solo se deje ver en aquellas que le confieren cierta tranquilidad. Uno de los lugares favoritos de este amable tiburón son las profundidades de El Hierro, en Canarias, donde lo conocen como tiburón sarda. Odontaspis ferox

Puede llegar a medir más de tres metros de longitud y pesar 300 kilos. El tiburón solrayo no es solo una especie de escualo que rompe los esquemas respecto a sus primos, sino que también es enigmático, misterioso y cuenta con ciertos comportamientos muy inusuales en este tipo de animales.

Normalmente vive en los fondos a entre 13 y 430 metros de profundidad, por lo que suelen ser muy difíciles de ver. Además, se valen de la arena de los fondos marinos para esconderse.

Aunque esta especie vive en la costa cantábrica, en determinadas partes del Mediterráneo y el litoral sahariano, lo cierto es que no en todos esos lugares deja verse. Uno de los pocos sitios donde se le puede observar en España es la isla de El Hierro.

Hay un momento en su vida en que este discreto y escurridizo tiburón decide acercarse hasta la superficie.

Son las hembras las que se elevan -o más bien son impulsadas- por su hinchado vientre cuando están en estado de gestación. Durante todo el embarazo, las hembras de solrayo permanecen en la superficie del océano ingrávidas, como si en realidad lo que estuvieran gestando fuera un gran globo de helio que permite empujar hacia la superficie los 300 kilos de su cuerpo.

Las hembras suelen llegar hasta allí con las aletas llenas de heridas tras el apareamiento. Sin embargo, a pesar de su mal estado, no se amedrentan ante la posibilidad de encontrarse con buceadores u otros depredadores. Es como observar un pez abisal en superficie.

En las islas Canarias, el lugar favorito del tiburón solrayo es el Mar de Las Calmas. El escualo no tiene un solo hábitat, pues también ha sido avistado en el este del Atlántico y en los océanos Índico y Pacífico. Por ejemplo, isla de Malpelo, en Colombia, es otro de los lugares en los que se ha podido ver a esta especie.

Esta especie se alimenta de peces pequeños, crustáceos y cefalópodos. Los pescadores la consideran una especie común, siendo bastante raro aquel que no haya capturado alguno en aguas profundas.

Como curiosidad, en Japón se utiliza su aceite, pero no su carne, por ser considerada de menor calidad que la de otras especies un tanto similares.

El tiburón ha adquirido un importante valor para los habitantes de la remota isla de El Hierro, aunque al principio miraran sus afiladas líneas dentadas con algo de pavor.

Protocolo de actuación en El Hierro para preservar la especie

Por eso, desde la Consejería de Transición Ecológica del Gobierno de Canarias se ha decidido, por primera vez, crear un código de conducta que permita ofrecer protección a los ejemplares de tiburón solrayo que visitan sus aguas, especialmente en épocas de gestación.

Según este código de conducta, cuando el animal se encuentre en las inmediaciones, los navegantes tendrán que tener mayor cuidado en sus travesías. En este sentido, deberán evitar cortar la trayectoria del animal con las embarcaciones, respetar una distancia mínima entre éstas y el escualo y reducir la contaminación acústica en el área, así como reducir la velocidad cuando se encuentren con un ejemplar.

Pero el Gobierno autonómico no solo ha optado por preservar a la especie, sino también mejorar la interacción de la población con el tiburón a la hora de realizar submarinismo, dado que esta es una de las actividades más comunes en la isla de El Hierro.

Así, se ha incorporado información específica sobre esta especie previa a la realización de inmersiones. Por ejemplo, se aboga por realizar buceo estático con una disposición circular de grupo, evitar movimientos bruscos, así como evitar perseguir, tocar o alimentar al tiburón.

“Este es un buen ejemplo de que, mediante el diálogo, podemos llegar a puntos de entendimiento y establecer buenas prácticas que garanticen la protección de la biodiversidad de Canarias y de las que se beneficien también las actividades económicas que se puedan desarrollar en el mismo entorno”, señaló José Antonio Valbuena, consejero del área, que destacó que el proceso participativo por el cual se ha llevado a cabo este código de buenas prácticas.

“Un gran número de organizaciones nos ha permitido consensuar el código de conducta para la interacción con esta especie y también se ha colocado un panel interpretativo en la zona para informar sobre la presencia del tiburón solrayo y dar a conocer algunas de sus características”, indicó.

Entre junio y diciembre de 2020, 60 personas de 20 entidades que representaban a la ciudadanía, los responsables políticos y técnicos de las distintas administraciones, empresarios y trabajadores del sector de la apnea y el buceo recreativo y pescadores tanto de la Cooperativa como de la Cofradía se involucraron en un ejercicio de reflexión para tratar de preservar esta especie tan única como este tiburón amable.