La necesidad de que el sector turístico se sume a los postulados de la sostenibilidad y las economías circulares es una reclamación que se extiende a nivel internacional desde hace, como mínimo, unos 14 años.

Entonces, los inequívocos signos de los desequilibrios climáticos que se estaban produciendo llevó a que la segunda Conferencia Internacional sobre Cambio Climático y Turismo, convocada en Suiza por la Organización Mundial del Turismo (OMT) junto las Naciones Unidas (ONU), decidiera encargar el que sería el primer informe sobre el impacto de la actividad turística en las emisiones contaminantes a la atmósfera a nivel global.

Ese estudio pionero reveló que el 5% del total de emisiones globales de dióxido de carbono (CO2) producidas por el hombre en 2005 provenían del sector turístico. De ese porcentaje, el 40% las produjo el transporte, el 32% el automóvil y el 21% los alojamientos turísticos.

Estudios posteriores, como el publicado en la revista Nature más de una década después, elevaban esa contribución del sector turístico al 8% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, con la previsión de que el dato siga aumentando si no se revierte la situación.

En esa conferencia impulsada por la OMT y la ONU también se adoptó la denominada Declaración de Davos. Cambio Climático y Turismo: responder a los retos mundiales, donde se instó al sector a «asumir el liderazgo en la aplicación de medidas concretas para mitigar los efectos del cambio climático a lo largo de toda la cadena de valor del turismo».

Un liderazgo que no puede postergarse si se tienen en cuenta las previsiones expuestas en la COP 25 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2019, que alertaban de un aumento del 25% de las emisiones de CO2 generadas por el turismo para 2030.

Hacia un turismo más respetuoso

Con este horizonte, los hoteles han empezado a diseñar planes de adaptación de sus infraestructuras a las exigencias medioambientales, como el ahorro y autoabastecimiento de energía mediante fuentes renovables, reducción y control de la producción de residuos, recogidas selectivas, eliminación de los plásticos desechables, consumo local y responsable…

«Los hoteles están trabajando de manera muy clara en ese cambio, porque fueron los primeros que entendieron que trabajar por la sostenibilidad también significaba reducir sus costes fijos, el consumo energético, gasto de agua… y eso también se traduce en su cuenta de resultados», apunta Chus Blázquez, presidente del Centro Español de Turismo Responsable.

A ese apartado de rentabilidad económica se suma el propio mantenimiento del pulso turístico habitual, esto es, las temporadas, la oferta natural de los destinos… que podría verse alterado ante los vaivenes climáticos y sus efectos más extremos, como las sequías, las inundaciones o la erosión costera, esta última especialmente grave para el sector turístico español, ya que el 65% de la oferta y la demanda del país está concentrada en los destinos de sol y playa, según datos del Ministerio de Turismo. En definitiva, una actividad económica que aporta el 13% del PIB español podría verse irreversiblemente afectada en un futuro a medio o largo plazo.

Por ello, las administraciones públicas están trabajando también en establecer directrices claras para todo el territorio nacional. No en vano, la ministra de Turismo, Reyes Maroto presentó hace unas semanas la Estrategia de Sostenibilidad Turística en Destino, elaborado a partir de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030.

Este programa pretende que los destinos turísticos del país incorporen a su oferta la «sostenibilidad medioambiental, socioeconómica y territorial» y creen sus propios planes para fortalecerse ante lo que consideran «nuevos retos del ecosistema turístico», es decir, desde el cambio climático hasta la sobredemanda turística o las crisis sanitarias y de seguridad.

A nivel internacional, existen también certificaciones de sostenibilidad como el sello Biosphere impulsado por el Instituto de Turismo Responsable (ITR), un organismo creado en 1995 con el apoyo de la Unesco. En España hay unos 16 alojamientos con este sello que mide el grado de compromiso con los 17 ODS, entre los que ya lo tienen aprobado y los que están en proceso.

Un nuevo perfil del turista

La conciencia medioambiental también se está colando en algo tan básico y común a todos los seres humanos como el ocio y la diversión, una tendencia que, por supuesto, está afectando a la forma de viajar, de disfrutar las vacaciones y el tiempo libre.

Más allá del turismo de masas, empieza a haber una inclinación por un turismo verde, respetuoso y que se preocupa por que esta experiencia tenga el menor impacto en la salud del entorno que visita.

«Ese perfil está creciendo y se está asentando, pero todavía queda mucho por recorrer», apunta el presidente del Centro Español de Turismo Responsable. «España todavía está por debajo de lo que nos encontramos en otros países, como Alemania, Holanda, Inglaterra… donde tanto sellos de sostenibilidad como catálogos de buenas prácticas del sector turísticos son más conocidos y están más reconocidos por el usuario final, por el turista».

Con la pandemia, este perfil parece estar imponiéndose después de que la población general se viese obligada a ser turista en su propia ciudad, provincia o comunidad tras establecerse los cierres perimetrales y prohibirse todos los desplazamientos no esenciales.

«El mensaje clave es viajar menos pero viajar mejor. Viajar quizás más cerca, pero conocer mejor los sitios a los que se va. Esa hipermovilidad, esos viajes de larga distancia para después estancias muy cortas… Estábamos intentando cambiar el verdadero valor de los viajes, que es el descubrimiento del otro, de la cultura local. Ese es el cambio que se está produciendo y que ha venido para quedarse», añade Blázquez.

Ahora solo falta comprobar si el período que siga a la actual crisis priorizará la rentabilidad antes que la sostenibilidad para recuperar lo perdido o si, por el contrario, se convierte en el catalizador que iguale los tiempos entre la descarbonización del sector y el auge turístico.

 

«La crisis de la pandemia ha acelerado planes ya previstos»

-Soraya Romero es la directora de Sostenibilidad EMEA del Grupo Iberostar, una multinacional española con una hoja de ruta que pretende alcanzar la neutralidad carbónica en 2030.

-El Grupo Iberostar es una cadena hotelera con un centenar de alojamientos distribuidos por una quincena de países que alojan a unos ocho millones de clientes anuales. Hace tres años abandonó por completo los plásticos de un solo uso, una decisión que supuso dejar de generar más de 600 toneladas de plástico desechable cada año.

-Antes de la pandemia, ya se apuntaba a que el auge de la demanda turística a nivel mundial superaba el proceso de descarbonización del sector. ¿La pandemia es un punto de inflexión?

-Evidentemente. Pero también es cierto que las compañías ya tenían incorporados planes de reducción de emisiones, compensación… Esta crisis sanitaria ha supuesto un replanteamiento del cambio climático para conseguir ser más resilientes de cara al futuro. Hemos visto que cualquier cosa nos puede impactar,esto ha ayudado para acelerar esos planes que ya estaban previstos.

-El sector turístico se presenta como uno de los más vulnerables ante los efectos del cambio climático. ¿Cómo ven el futuro?

-Somos bastante optimistas. Muy reforzados por políticas internacionales que cada vez exigen más, las compañías se están marcando retos ambiciosos.Estamos haciendo cosas que nos pueden ayudar a aminorar esos impactos o incluso llegar a evitarlos si seguimos trabajando así. Ojalá. Todavía estamos a tiempo.

-La cadena funciona sin plásticos de un solo uso. ¿Cómo se han adaptado los alojamientos? 

-La adaptación realmente es fácil. Lo difícil, sobre todo cuando nosotros empezamos, era encontrar las alternativas. Hoy en día hay más presión social en este sentido, la gente es más consciente. Cuando analizas esto te das cuenta de la innumerable lista de artículos de plástico de un solo uso que tienes que tratar de evitar. Lo que hicimos fue analizar realmente cuáles eran necesarios y cuáles no. Los que eran prescindibles tomamos la decisión de eliminarlos, por ejemplo, las pajitas. En cuanto a los que son necesarios, buscamos alternativas, siempre teniendo en cuenta que tengan su certificación reconocida internacionalmente, que el destino en el que lo utilicemos se pueda gestionar correctamente como residuo, y tratando que sean compostables.

-Iberostar tiene el objetivo de convertirse en una empresa neutra de carbono en 2030, superando la meta europea para todo el continente, que es 2050. ¿Cuáles son las principales batallas para conseguirlo?

-Hay una cosa muy importante. Nosotros decimos que vamos a ser neutros de emisiones en 2030 y para entonces vamos a estar compensando al menos el 75% de esas emisiones a través de proyectos propios basados en la naturaleza, es decir, no vamos a comprar bonos de carbono. Lo vamos a compensar a través de proyectos propios. Para conseguir esto hemos definido una hoja de ruta que tiene diferentes pilares: mejorar la eficiencia, consumir menos, emitir menos. Aumentar el porcentaje de energías renovables para que la mayor parte de la energía que estemos consumiendo para 2030 provenga de fuentes renovables. Y la parte de compensación.

-¿Cómo debe ser un hotel integrado en la economía circular?

-Debe ser totalmente circular, donde no se generen residuos, donde los consumos sean mínimos, los justos para cubrir las necesidades y mantener la calidad hacia nuestros clientes. Que tenga una buena gestión de las aguas, que las reutilicemos tantas veces como sea posible, que la vegetación sea autóctona y que requieramenos riego, que tenga una tecnología eficiente, que los empleados estén concienciados y los clientes también. Y en cuanto a los materiales de construcción, que conozcamos perfectamente el ciclo de vida. Economía circular no es solamente reciclar, es plantearse desde el diseño todo el ciclo de vida del producto para saber qué va a pasar con esos materiales. Que al final de la vida útil de estos materiales podamos garantizar que vuelvan a entrar en ese ciclo y de la forma que menos emisiones generen.