Un equipo internacional de científicos, integrados por expertos del CSIC, la Universitat de les Illes Balears, así como por otras de Portugal, el Caribe y Estados Unidos, confirmaron en 2006 que “el organismo vivo más grande que se ha documentado hasta ahora” en todo el mundo es una planta submarina de Posidonia oceánica que mide ocho kilómetros de longitud y permanece viva desde hace 100.000 años. Esta planta forma una pradera que se encuentra en el estrecho que separa las islas de Ibiza y Formentera (Baleares), ocupando nada menos que 700 kilómetros cuadrados de extensión.

Sin embargo, quince años después de este descubrimiento, las noticias no son positivas, porque esta inmensa planta está en peligro de muerte, después de haber resistido durante tantos milenios. El motivo no es otro que la presión humana, especialmente en forma de fondeos masivos e incontrolados de yates turísticos, vertidos de aguas mal depuradas al mar y, también, el progresivo calentamiento de las aguas debido al cambio climático. Y todo ello, a pesar de que esta pradera de Ibiza está declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1999.

El profesor del CSIC Carlos Duarte,  uno de los mayores expertos mundiales en posidonia, señaló que en Campello (Alicante), Chipre o Sicilia existen otras praderas de grandes dimensiones, puesto que estas formaciones son algo habitual en el Mediterráneo, pero ninguna de ellas tiene las dimensiones que alcanza la pradera de posidonia de las islas Pitiusas.

En todo el Mediterráneo hay unos 50.000 kilómetros cuadrados de esta planta, endémica de este mar, y de esta superficie un cinco por ciento se encuentra en Baleares, lo que supone entre 2.000 y 3.000 kilómetros cuadrados de praderas submarinas.

La pérdida anual de esta especie supera en el Mediterráneo el 5%, según la Universitat de les Illes Balears, debido, entre otras causas, a la ‘tropicalización’ que sufre este mar, donde las temperaturas del agua suben aún más que las del aire, lo que favorece la expansión de numerosas especies exóticas invasoras y debilitan las autóctonas.

Además, hay que tener en cuenta que la posidonia crece muy lentamente, a un ritmo de menos de dos centímetros al año, y además tiene una escasa producción de semillas, lo cual, según los científicos, hace que cualquier pérdida que sufra sea prácticamente irreversible, pues su recuperación tarda siglos.

“Campeona en el secuestro de CO2 de la atmósfera”

El profesor Carlos Duarte ha destacado el excepcional papel que juegan estas praderas submarinas en la captura de CO2 de la atmósfera, hasta tal punto que este científico califica a dicha planta como “campeonas del secuestro de carbono de nuestra biosfera”. “Una hectárea de las praderas de posidonia en el Mediterráneo secuestra tanto carbono como 15 hectáreas de bosque amazónico y, además, no se quema”, afirma en alusión a los incendios que padece la citada selva tropical.

Y es que, efectivamente, estos auténticos bosques submarinos constituyen un tesoro para filtrar el CO2 que la humanidad lanza a la atmósfera, si bien este hecho es a menudo desconocido y no fue desvelado hasta hace 2009 por el propio Duarte.

La gran pradera de Ibiza y Formentera está acosada por varios frentes. En primer lugar, las depuradoras de ambas islas no funcionan bien. En su inmensa mayoría, siguen lanzando al mar sustancias contaminantes, que han provocado que la calidad de las aguas de las playas, que hace 11 años obtenían un ‘sobresaliente’ en el 100% de los casos, hayan pasado a obtener esta nota en solo un 65% de las ocasiones, según datos del Observatorio de la Sostenibilidad de Ibiza Preservation, usando datos del propio gobierno balear.

La situación es muy preocupante, porque la depuradora principal de la isla, la de la ciudad de Eivissa, hace años que ha rebasado su capacidad de depuración y, aunque la nueva que se construye tardará aún en entrar en funcionamiento, las autoridades siguen autorizando la construcción de nuevos edificios de viviendas.

Pero esa no es la única amenaza que acecha a la posidonia de Ibiza y Formentera. Las islas Pitiusas reciben una avalancha de millares de yates de recreo (algunos, del tamaño de verdaderos trasatlánticos) que, en muchas ocasiones, lanzan sus anclas para fondear sobre estas praderas submarinas.

El daño ocasionado es enorme, porque se trata de un ‘bombardeo’ continuo de anclas de todos los tamaños que, al moverse sobre el fondo, van arrasando esta planta, arrancando de cuajo sus tallos y dejando un desierto allí donde antes había bosque marino.

A pesar de que la zona donde crece la ‘superplanta’ de posidonia de Ibiza y Formentera está declarada íntegramente Parque Natural, ello no impide que las autoridades permitan el fondeo masivo de yates dentro de dichos límites. Aunque fondear sobre las praderas está prohibido, no siempre se respeta esta restricción lo que, unido al constante tráfico de barcos de línea entre ambas islas, convierte a este Parque Natural en una verdadera autopista sobre el mar.

Advertencia de la UICN

Ibiza Preservation recuerda que en 2020 se tuvo que avisar a 758 embarcaciones para que se retiraran de donde habían fondeado, porque se hallaban sobre posidonia. Son cifras referidas a toda la isla de Ibiza y al año de la pandemia por Covid. Pese a ello, no hubo un descenso en el número de fondeos ilegales.

Las islas de Ibiza y Formentera llevan ya dos años de plena aplicación de un nuevo decreto aprobado por el Govern balear para mejorar la vigilancia y sanción de este tipo de acciones, pero de momento, su éxito dista mucho de ser total, a juicio de las entidades conservacionistas.

La situación de esta pradera ha sido objeto de críticas desde la propia Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) al analizar los parajes naturales declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, como es el caso de la planta pitiusa.

Este organismo internacional (considerada la máxima autoridad mundial en materia de conservación) afirma en un dictamen emitido el año pasado su “preocupación significativa” ante la degradación que sufre este ecosistema español: “Las altas amenazas existentes y potenciales han ido creciendo durante los últimos años y varios impacto acumulativos parecen acercarse a un punto crítico”, señala la UICN.

Además, la gestión realizada hasta ahora ha sido “insuficiente para abordar realmente estas presiones”, señala el informe, que reclama “medidas urgentes” para revertir la situación.

Foto principal: Ibanat

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