Hablar de Viena, la capital de Austria e histórica capital del imperio austrohúngaro, es hablar de palacios, emperadores y música. La historia y el cine han encumbrado a figuras como el emperador Francisco José y Sissi Emperatriz; a espacios como el palacio imperial o el palacio Schönbrunn; o referencias del lujo austriaco como el hotel Sacher, donde se creó y se sigue degustando la famosa tarta que lleva su nombre. Pero Viena, a día de hoy, es mucho más que eso, es una ciudad moderna, donde resulta fácil vivir, con una vida comercial y social intensa, unos transportes amables y una forma de entender la vida muy similar a la de los pueblos mediterráneos, con los que siempre ha tenido una estrecha relación por su ubicación geográfica.

Desde hace apenas un año es, además, una ciudad multiconectada con València, con al menos tres compañías aéreas que unen las dos ciudades de forma directa y a precios competitivos, de ahí que se haya convertido en uno de los destinos más fáciles para hacer una escapada o pasar unas vacaciones, contando siempre con las maravillas que son y están a mano, los Alpes y el Tirol. Según fuentes oficiales, España es el sexto país que más turismo aporta a Austria, lo que da una idea del interés que ambos destinos despiertan.

Esa evolución constante se ha detenido este año, 2019, para celebrar dos aniversarios que hacen de Viena una ciudad diez: el 150 aniversario de la Opera Estatal y el más discreto 70 aniversario de la película "El Tercer Hombre", rodada íntegramente en la Viena posterior a la Segunda Guerra Mundial.

De la Opera de Viena poco se puede decir. Bueno, en realidad se puede decir mucho. Con siglo y medio de existencia, es uno de los emblemas de la ciudad y uno de los templos de la música mundial. Desde que se representó por primera vez el Don Giovanni de Mozart ha albergado las más grandes representaciones musicales, a los más importantes divos del "bel canto" y a la más selecta afición musical del planeta. Ha visto como se abucheaba el estreno de Aida o interpretaciones magistrales de la Callas. Y lo más grande: que en sus 1.700 butacas hay espacio para 600 entradas de pie cuyo precio no llega a los cinco euros.

Algunos datos aparentemente simples demuestran esta grandeza. Si los 180.000 trajes de la ópera se pusieran en fila ocuparían siete kilómetros; su escenario ocupa 1.500 metros cuadrados, el más grande de Europa; en su funcionamiento diario trabajan mil personas y solo una lámpara tiene 1.100 bombillas. Y otro dato, uno de sus insignes directores y verdadero impulsor de la Opera de Viena fue el gran Gustav Mahler.

Para conmemorar el 150 aniversario de su creación, este año se han programado alrededor de 70 obras, entre las cuales hay 50 óperas, 16 ballets y 5 programas infantiles, conmemorando el día exacto de su nacimiento, el 25 de mayo, con el estreno de la ópera "La mujer sin sombra", de Richard Strauss. Pero la Opera de Viena es la música, es la monumentalidad del edificio de Opernring, 2, y también sus alrededores, aquellos espacios que completan una velada en el mítico templo de la música.

Uno de ellos es el Hotel Sacher, donde nació y se sigue degustando la inigualable tarta Sacher. En sus coloristas, clásicos y bellos salones se puede degustar desde el típico "Wiener Schnitzel" (filete empanado) hasta los más vanguardistas menús de la gastronomía vienesa, todo ello en un ambiente que nos retrotrae a la época imperial.

Otro de estos lugares es el café Gerstner, distribuido en tres plantas del Palais Todesco, con tienda, bar y restaurante. Una de sus numerosas virtudes es la confitería imperial, a la que se ha incorporado una más que interesante pastelería sin azúzar, lo que lo hace muy recomendable para personas que tienen este problema o simplemente quieren restar calorías a su excelente buffet.

Y para los más puristas de la música se puede empezar el día con una visita a la sala de audiciones y zona de ventas de los famosos pianos Bösendorfer, unos de los más prestigiosos del mundo por la sonoridad de sus instrumentos.

Todo esto es la ópera y su entorno, un mundo musical que identifica a Viena desde hace siglos y por el que han transitado los grandes genios de la música clásica. Pero desde la Oficina de Turismo de la capital austriaca se ha querido dar un paso más lanzando la campaña "Súbete al escenario", que pone de relieve aquellos edificios, rincones, fachadas, puertas o lugares que hacen de la ciudad un gran escenario y de sus visitantes unos improvisados actores. Aunque no tengan el glamour de la ópera.

En ese marco se ha echado la vista atrás y se ha recuperado la película "El tercer hombre", una cinta dirigida por Carol Reed y protagonizada por Joseph Cotten y Orson Welles, rodada en 1949 en una Viena destruida por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Sus calles, sus ruinas, sus portales, muchos de ellos aún reconocibles y visitables, sirven de escenario a esta joya del cine negro que ahora cumple 70 años.

Parte imprescindible de la cinta son las alcantarillas de la ciudad, el lugar por el que Harry Lime huye de sus perseguidores. En la actualidad este entramado de canales subterráneos, escenario de algunas de las más famosas escenas de la película, puede visitarse de la mano de la empresa encargada del mantenimiento del sistema.

Pero si alguien es apasionado del cine y quiere conocer a fondo "El tercer hombre" su lugar está en el museo dedicado a esta cinta. Se trata de una colección privada distribuida en tres locales contiguos donde se exponen piezas originales del rodaje, escenas de la película, proyecciones y material de la época, que es tanto como reconstruir parte de la historia de Viena. El museo está en Pressgasse, 25 y es visitable de lunes a sábado con guías en distintos idiomas.

Y así es Viena. Interesante desde sus palacios a sus alcantarillas, desde la ópera a las cloacas, transitando por el pasado más amargo de la ciudad. Una ciudad para vivir y para visitar. Y cada vez más a mano de València.