En una urbanización situada a unos tres kilómetros del núcleo de la Colonia de Sant Pere de Arta, en una zona idílica sobre la bahía de Alcudia y rodeada de montanas y pinar mediterráneo pertenecientes al Parque Natural de Llevant, se encuentra esta obra del arquitecto mallorquín Carlos Serra. Su propia casa, construida según sus necesidades, deseos y filosofía de la arquitectura que debe servir para que esta isla sea más amable.

Cuenta el arquitecto que hace unos años se le presento la oportunidad de conseguir un sueño€Un solar con lo mejor que te puede ofrecer Mallorca, un trozo de mar y montaña en uno de los entornos naturales más bellos del mundo.

Su primera inquietud fue como aprovechar esas condiciones para que formaran parte intrínseca de la casa€. ¿Como envolverlo todo? Como "atrapar" ese aroma mediterráneo,

a sal, a pino, a roca? Que además proporcionara cobijo, seguridad, intimidad€ Crear un hogar, donde fluyeran esas visuales a la montaña, esas inigualables puestas de sol de mayo, ese trocito de Mediterráneo siempre cambiante€. ¿Como captar esos fragmentos de paisaje? La solución se la proporciono el mismo terreno, la casa "no deseada" del vecino, la topografía. Todos esos pensamientos hicieron emplazar la casa en el sitio y al nivel deseado, para evitar unas cosas y reforzar otras.

Lo segundo fue como organizar la vivienda para que funcionase bien durante todo el año, dada su complicada orientación noroeste, y conseguir así unos espacios agradables para disfrutarlos durante todos los meses, los de frio y los de calor, que potenciaran además sus cualidades paisajísticas.

Esta vez la respuesta la proporciono la volumetría, que otorgo a todo el conjunto orden, rigor€ En definitiva, claridad arquitectónica.

Su tercera, aunque no última inquietud, fue como poder integrar esos volúmenes,

en un entorno tan natural€ Es aquí donde la arquitectura se vuelve real, y se puede percibir, tocar y, cómo no, habitar. Los materiales y colores de la isla, tales como las tonalidades ocres de la "desteñida" Talaia Freda, que funciona como inmejorable fachada

posterior, o los terrosos de la cerámica mallorquina, o los añiles y verdosos imposibles

del Mediterráneo hicieron el resto.

La vivienda está situada en un solar de forma trapezoidal y junto a una zona verde en uno de sus extremos de unos 400 metros cuadrados. El solar dispone de dos calles, el paseo Dragonera (por donde se accede al garaje) y el Paseo Ermita, por su parte superior y por donde se accede a la vivienda.

En sus puntos más desfavorables, el solar dispone de una diferencia de cotas de seis metros. Este gran desnivel llevó a plantear la vivienda en tres niveles: La planta sótano

como garaje-almacén, la planta baja orientada al sur y con vistas a la montaña, para

los tres dormitorios, uno de ellos tipo suite, y con estudio-lavandería en ese mismo nivel, y la planta primera, orientada hacia la bahía de Alcúdia, para la zona de día y porches.

Cuando vas bordeando la casa a veces sólo aparece una planta, dotándola de una volumetría cambiante en todas sus fachadas. El acceso a la vivienda es poco convencional, ya que entras por una planta intermedia. Es decir, la entrada se encuentra en el rellano de la escalera que conecta las dos plantas principales, ofreciendo unas visuales muy interesantes del espacio principal y del patio interior.

Esta adaptación o "incrustación" de la casa al terreno ha permitido disponer de grandes zonas ajardinadas con orientación sur y protegidas de la fuerte Tramontana, permitiendo disfrutar de los exteriores durante todo el año. La casa dispone de un patio interior, que organiza e ilumina la planta baja en la que se encuentran las zonas de noche. Un gran jardín con árboles frutales, cactus y vegetación autóctona (matas y palmitos), con zonas pavimentadas de un hormigón azulado, complementa este nivel, dando la sensación de haber atrapado un trocito de mar en el jardín.

La planta primera dispone de tres terrazas, dos de ellas cubiertas, convirtiéndolas en auténticas salas de estar, permitiendo disfrutar de las excelentes vistas sobre toda la bahía, desde Son Serra de Marina hasta Formentor, y de las montañas posteriores del

Parc de Llevant, como sa Talaia Freda.

Son estos espacios-miradores los que le aportan a la casa su carácter mediterráneo, con pavimentos continuos de hormigón y cantos rodados, azulejos de un color azul intenso que se "camuflan" con el paisaje; el azul del mar, el verde de los pinos y el ocre de la montaña.